Tras la actuación del árbitro en el Superclásico vuelve a plantearse el debate sobre el uso de la tecnología en el fútbol.
Juan Manuel Herbella
“El problema no es Vigliano. El problema, acá, es el desamparo que sufren los árbitros de parte de la Dirección de Formación Arbitral”. Héctor Baldassi
El fútbol, históricamente, ha sido el deporte más conservador y pacato del mundo. Su popularidad lo ha relevado del esfuerzo constante de aggiornarse. Ser la organización de mayor envergadura le permitió moverse de manera más lenta y realizar menos esfuerzos para adaptarse a los cambios. El objetivo de estas líneas no es puntualizar en los yerros de Mauro Vigliano en el Superclásico, quien ya ha sido estigmatizado por propios (AFA) y extraños, si no aportar para el debate más profundo sobre el deporte: ¿No es hora de que el fútbol utilice las herramientas disponibles para mejorar el espectáculo?
“Péguele al árbitro” se ha transformado en deporte mundial, tanto en la Copa del Mundo de Brasil como en las Ligas regionales. En milésimas de segundo, Mauro Vigliano tuvo que decidir si cobraba o no penal de Gago. Diez segundos después, todos sabíamos que había cometido un error grosero pero nadie tenía permitido hacer nada para evitarlo. Ahora Vigliano deberá lidiar con ese error por el resto de su vida mientras los “oficinistas”, que nunca vivieron el desafío, se rasgarán sus vestiduras por el gazapo.
Hay que ser sinceros al momento de criticar. Al árbitro se lo juzga con tecnología de última generación pero sale a dirigir como si estuviese en el siglo XX. Es inconcebible que, teniendo recursos técnicos para advertir al momento estas fallas garrafales, se los deje proseguir en el error para que luego sufran el escarnio público. Con el paso del tiempo, los demás deportes han adaptado el reglamento y/o su aplicación: el rugby con el TMO (Oficial de Televisión) que funciona como un árbitro externo con acceso a la televisación del partido, el tenis con el ojo de halcón, el básquet con el acceso a la repetición en la mesa de control, etc.
El fútbol está empecinado en no alterar sus premisas salvo que la modificación sea completamente inobjetable. Los detractores de la tecnología aplicada se escudan en el folklore, en la saraza del error humano, en que el fútbol es un deporte de apreciación. La gran mayoría nunca sufrió en vivo y en directo como un grosero “error de apreciación” del árbitro les quitaba plata, prestigio y reconocimiento. Si lo hubiesen experimentado no pensarían lo mismo. Pero, afortunadamente, parece avizorarse una luz al final del túnel.
Hace un par de semanas atrás, en su columna semanal del periódico digital “The FIFA weekly”, Joseph Blatter reflexionaba: “Yo también me oponía antaño a la introducción de nuevas tecnologías en el fútbol. Por eso me gustaría volver a poner sobre la mesa otra idea que manifesté, el pasado 11 de junio, en el Congreso de San Pablo: la posibilidad de que los entrenadores puedan reclamar el recurso al video en las decisiones arbitrales controvertidas. No sirve de nada empeñarse en posturas y aferrarse a principios porque sí. Nuestras meta debe ser hacer más transparente y fiable el fútbol, y ayudar a los árbitros en su difícil misión”.
Históricamente, desde la International F.A. Board (organismo conformado por el Reino Unido y la FIFA, encargado de “cuidar” las reglas), se han opuesto sistemáticamente a cualquier intento de modificación. Joao Havelange, antecesor de Blatter, llegó a decir que “el error humano era la sal del fútbol”, como si el juego no tuviese sabor sin las macanas del árbitro o de los jugadores.
El River-Boca del domingo fue un partido bello pese a haberse desnaturalizado por la tormenta. Tuvo emociones (goles), situaciones de peligro (hasta remates en los palos) y decisiones con contenido de valor táctico (el ingreso de Pezzela como centrodelantero para formar una línea de 4 atacantes). Como es fácil hacer leña del árbol caído, todos le pegan al árbitro. Ya sea por la decisión de jugar, por el penal mal cobrado, por las tarjetas mostradas y, también, por las no mostradas.
Si bien es cierto que el campo de juego no estaba en el mejor estado, se ha jugado en innumerable ocasiones con inclemencias peores y en terrenos en peor estado. Sin ir más lejos, hace unos días, se jugaron 60 minutos de Boca-Racing y todo el partido de Argentinos Juniors contra Guaraní Antonio Franco. Las contingencias del juego existen y, en este caso, la pelota rodaba lo suficiente para que el partido fuese disputado. Es cierto que no era el mejor escenario pero es lo que tocaba.
En Corrientes la humedad es alta, en Comodoro Rivadavia hay viento, en Ushuaia nieve, en La Quiaca altura, y el domingo en el Monumental hubo agua. Así es la Argentina y al que no le convenga jugar bajo un aguacero, que construya un estadio con techo corredizo. El uso de la tecnología…la madre de todas las batallas.