En Avellaneda, el equipo local le ganó 2-0 a San Martín de San Juan, un rival en la pelea por el ascenso, con goles de Ojeda e Insúa. Lo mejor para el Rojo fue haber levantado el nivel, a cinco fechas del final.
Ningún análisis de este partido tendría sentido sin un ítem indispensable que guíe al lector. Profesiones difíciles: doble de riesgo, alpinista, limpiador de vidrio de un rascacielos, minero en Potosí. Y jugador de Independiente.
Dispuesto el ránking (sin orden), se explica al equipo que vive sus días dentro de la metáfora de su apodo: el Diablo y el Infierno se traducen en un club en que el exjefe de la barra brava se postula para presidente; en el equipo que antes del inicio de esta fecha ni siquiera estaba en zona de ascenso; y en un pasivo tan rojo como la camiseta. En medio de una transición dirigencial, De Felippe aclara todas las semanas que seguirá hasta el final del torneo y los hinchas declaman que tocaron fondo; también, todas las semanas.
Oasis. En la capital de los nervios, el gol de Sergio Ojeda cotizó en oro por el tiempo en que se produjo. Apenas se jugaban cinco minutos; con el partido aún sin destino, el defensor central ganó en el área tras un córner y puso en pausa la histeria colectiva. Casi una hora después, Insúa –el del centro en el primer gol– definió mano a mano y despejó fantasmas.
La pelota fue casi siempre controlada por Independiente, salvo en un tramo de la primera parte que San Martín de San Juan le descubrió las hendijas a su rival. Sin distinguirse de anteriores partidos, la defensa del Rojo concedió amplios espacios. Pero los sanjuaninos patearon afuera su cuartito de hora. En una jugada de guía telefónica, Leandro González habilitó a Pablo López, que se apuró a definir: la pelota quedó en las manos de Diego Rodríguez.
El póker. Tres partidos habían jugado juntos Montenegro, Pisano, Insúa y Parra. Hacía trece fechas que Independiente no los contaba como los cuatro fantásticos en cancha. Dispersos como sus resultados, anoche volvieron a coincidir y aportaron valor agregado. Su primera intervención conjunta fue a los veintiún minutos, cuando la sucesión de pases de Parra, Insúa, Montenegro, Pisano terminó en córner, luego de un rebote en la defensa sanjuanina.
A voluntad. Si un mérito tuvo Independiente fue no haberle sacado el cuerpo al partido a pesar de ganarlo casi de entrada. Con el resultado a favor, igual se quedó con el control; no entregó la pelota. Cuando perdió las riendas fue porque lo empujó el equipo visitante.
De todos modos, en el segundo tiempo Independiente le quitó los enchufes a su rival, que ya nunca volvió a ser eléctrico. Las mejores jugadas estuvieron en los pies de Mancuello –remató al travesaño– e Insúa –perdió en el mano a mano ante Ardente.
Concentrado, el conjunto de Avellaneda reguló el ritmo, la pelota y los tiempos. De a poco se fue el partido en una noche tranquila, sin locura. Como si ser jugador de Independiente fuera una referencia para la filosofía zen.