La carrera cinematográfica de la italiana Liliana Cavani posee –y de ello se desprende que también ocurre así con su intelecto– un interés religioso. Pero religioso en el sentido sesentista del término, cuando comenzaba a trazarse con nitidez la frontera entre catolicismo y cristianismo.
Cada vez que Cavani se refiere al tema, hace hincapié en el
La carrera cinematográfica de la italiana Liliana Cavani posee –y de ello se desprende que también ocurre así con su intelecto– un interés religioso. Pero religioso en el sentido sesentista del término, cuando comenzaba a trazarse con nitidez la frontera entre catolicismo y cristianismo.
Cada vez que Cavani se refiere al tema, hace hincapié en el (¿en su?) cristianismo, dando a entender que le interesan más los valores éticos y morales que se desprenden de la versión bíblica de Cristo que las implicancias políticas y económicas del desarrollo de la Iglesia Católica. Traducido: le interesan los valores manifiestos del cristianismo antes que el ejercicio del poder (coercitivo, como todo ejercicio de poder) de la Iglesia. De hecho, cuando hace referencia al papa Francisco (ver nota principal), Cavani repite una y otra vez la imagen cristiana que se hizo de Jorge Bergoglio, de los valores que representa o al menos dice representar.
No es casual entonces que el primer largometraje de Cavani haya sido Francesco d’Assisi (1966), primera película para televisión de la RAI (no es casual, tampoco, que en ese momento Italia estuviese gobernada por la Democracia Cristiana). Su siguiente film, Galileo (1968), también apuntaba contra el poder ejercido por la Iglesia: si antes exhibía la importancia de la pobreza franciscana, entonces se ocupó del oscurantismo religioso.
Ese interés por la dualidad, por la contradicción entre la idea/deseo y el poder, la condujo a su obra maestra, El portero de noche (1974), donde gracias a los impagables trabajos de Dick Bogarde y Charlotte Rampling mostraba la ambivalente y conflictiva relación de odio, rencor y sometimiento entre una sobreviviente a los campos de concentración nazis y su torturador.
De la carrera de Cavani se desprenden preguntas acerca de las contadicciones en la naturaleza humana, por qué se reproducen sus miserabilidades y cómo, de cuando en cuando, surgen los actos nobles. De esa misma carrera es plausible inferir que La lista de Bergoglio no será un simple filme propagandístico.