Una ciudad con identidad

En su segunda acepción, el diccionario de la Real Academia Española define a la palabra identidad como el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Hoy Concepción del Uruguay cumple 241 años. La dignidad de origen está sustentada en las formalidades de su gestación: la ciudad tiene una fecha de fundación y un nombre, atributos de los que bien podrían jactarse aquellas primeras familias reunidas por el enviado virreinal.

Sin embargo, mucho más lo estarían de haber conocido el decisivo papel que le esperaba a la incipiente comunidad -que tímidamente empezaba a organizarse- en el campo de la educación y de la organización política del país naciente.

La educación es un tema consustancial de la rica historia uruguayense. Para sus dos máximas figuras públicas, el General Francisco Ramírez y el General Justo José de Urquiza, fueron materias centrales de preocupación, que convertirían a una aislada localidad del interior, en ámbito de referencia regional. 

Durante su centellante carrera militar y política, “Pancho” Ramírez fundó la República de Entre Ríos que, en el basamento institucional de sus reglamentos, disponía la enseñanza de las primeras letras. 

“Cada comandante de su respectivo departamento será encargado de establecer una escuela pública y de obligar a los padres de familia a mandar a sus hijos de menor edad, para la útil enseñanza, al menos, de leer, escribir y contar”, se expresaba en aquellos documentos. 

La misión en favor de la educación encarnada por el proyecto político de Urquiza puede apreciarse hasta nuestros días. 

Antes de cumplir veinticinco años, ya era diputado provincial. Y muy poco tiempo después de asumir impulsó -entre sus primeras iniciativas- una legislación que incluía el aumento del número de escuelas y la idoneidad de los maestros, como necesidad. 

Con la creación del Colegio del Uruguay instituyó una herramienta fundamental para la formación de dirigentes al servicio de la República, yendo bastante más allá del aporte básico que la instrucción ofrece normalmente a los ciudadanos. De ello habla su interés por concebirlo como un instituto de estudios superiores, representado en la implementación de la Escuela de Derecho. 

No fue casual, en consecuencia, que de sus aulas egresaran muchos estudiantes que ocuparon cargos expectables en la administración del Estado, entre ellos, tres presidentes: Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza y Arturo Frondizi. 

Por sus convicciones en favor del desarrollo educativo y con el fin de cubrir la necesidad de docentes, nació también el proyecto de instalación de dos Escuelas Normales en la ciudad, forjado junto a Domingo Faustino Sarmiento. 

Fue una prédica que dio sus frutos. Los episodios que marcan la historia de Concepción del Uruguay son conocidos. La fundación del Histórico Colegio en 1849, el Pronunciamiento de 1851, y la Heroica Defensa de 1852 que el pueblo protagonizó con extraordinario heroísmo, tuvieron el mérito del liderazgo estratégico de Urquiza, quien trazó el camino a la definitiva Organización Nacional de 1853, luego de la decisiva batalla de Caseros. 

Cuenta una destacada personalidad de la cultura argentina que “a pesar de las pullas estudiantiles, en las aulas del Colegio del Uruguay o del Nacional Buenos Aires, se estaban creando amistades sólidas entre porteños y provincianos, que sobrevivieron a cualquier enfrentamiento político”. 

Conmueve pensar que una pequeña población de provincia, muy condicionada por sus dificultades de vinculación física con otros sitios, operara sobre los profundos factores que contribuirían a la sanción de la Carta Magna y a la unidad nacional, de manera concluyente. 

Por dos veces capital de Entre Ríos y pese a las circunstancias que promovieran una pérdida de tanta significación, Concepción del Uruguay ostentó presencia por peso propio. Y desde su residencia en el Palacio San José, Urquiza gobernó por años la provincia; imaginó y ejecutó la proeza de la Organización Nacional. 

La ciudad nacida junto al río manso, que Tomás de Rocamora bautizó, interpretando el fervor mariano de sus primeros pobladores, celebra hoy el 241º aniversario de su fundación.

Para todos los uruguayenses, un motivo de legítimo orgullo.