Le gano 1-0 a Huracán con gol de Blandi y quedo primero. Ortigoza erro un penal después de cuatro años. el Globo quedo sin chánces de pelear el torneo.
Si el clásico entre San Lorenzo y Huracán es el más porteño de todos los clásicos, también podría definirse como uno de los más asimétricos. Puede resultar molesto para los hinchas quemeros, pero la realidad, cada vez que se cruzan, se encarga de validar esa teoría: ayer, en el Bajo Flores, pasó eso. Aunque sufrió hasta el final, San Lorenzo se quedó con el duelo de barrio y se aseguró mantenerse en la cima de su grupo.
Es cierto, también, que si hay una asimetría entre uno y otro equipo, este año está bastante atenuada. Huracán perdió con su eterno rival pero tiene una revancha rapidísima, el martes por los octavos de la Libertadores, ante Atlético Nacional. Una situación que, en el sur porteño, fue motivo de cargadas en bares y calles: el Globo pasó de fase en el torneo continental mientras que el Ciclón quedó eliminado en su grupo.
El presente de cada uno en la Libertadores también incidió ayer: porque Huracán sabía que además del clásico estaba el partido contra los colombianos; y porque San Lorenzo está obligado a pelear el torneo local porque es lo único que le queda para este semestre.
El inicio, sin embargo, pareció invertir la actualidad de ambos: Huracán estuvo a centímetros de ponerse en ventaja a los pocos segundos con un tiro de Mariano González que besó el ángulo, y luego con otro que pegó en el travesaño. El equipo de Guede, después del letargo inicial, empezó a equilibrar el juego, aunque sólo pudo llegar con claridad sobre el final de la primera parte, cuando Cerutti envió un centro que nadie empujó al gol.
Lo que ninguno pudo hacer en esa jugada, lo hizo Mancinelli contra su arco a los 14 del segundo tiempo. La terminó de meter Blandi, pero el defensor puso el pie al revés, y dejó al Globo a la deriva. Después, con el partido fracturado por la desesperación de Huracán, San Lorenzo se encontró con contras que no pudo aprovechar, y con un penal que, oh sorpresa, erró Ortigoza. No importó mucho. El final tuvo la canción de otras tantos finales: que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán.