Un lider con voz y voto

Un lider con voz y voto El capitán mostró hacia afuera un cambio que ya se notaba puertas adentro del grupo. Razones de una transformación paulatina. Un lider con voz y voto

desde Belo Horizonte

Lo que natura non da, Salamanca non presta. Es decir, hay que tener con qué, desde la cuna. Alejandro Sabella lo supo ver hace tiempo, apenas asumió el timón de la selección argentina: Lionel Messi no es sólo un fantasista del fútbol; es también, a su modo, un líder nato.

El 2 de septiembre de 2011, el crack del Barcelona se calzó por primera vez en la selección mayor un brazalete negro con una gran letra C blanca sobre la manga izquierda. Fue en aquel amistoso bautismal para el ex técnico de Estudiantes de La Plata, con victoria 1-0 sobre Venezuela en Calcuta.

“La cinta no va a cambiar nada, voy a jugar siempre con las mismas ganas, con ganas de hacer siempre lo mejor”, dijo Leo tras el partido. Pero en realidad cambió mucho, porque a partir de entonces empezó su mejor etapa vestido de celeste y blanco. En pocos meses más, las voces críticas por sus desiguales prestaciones en el club catalán –genio y goleador– y en la Selección –en deuda y con la pólvora seca durante 16 partidos– habrían de acallarse paulatinamente.

La génesis. Apenas designado seleccionador, Sabella tuvo en claro que el capitán y líder indiscutido de su equipo debía ser Messi y ya no Javier Mascherano. “La responsabilidad y el desafío lo llevan a uno a crecer, si uno lo tiene adentro (ese potencial), y él lo tiene adentro”, explicó el entrenador.

“Masche fue el primero en decirme que yo debía ser capitán. Fue un traspaso entre amigos”, relató Messi. El volante central fue quien convenció a su compañero de que le había llegado la hora. En el seno del plantel, todos vieron con buenos ojos el liderazgo de Messi y el grupo se terminó de consolidar en torno a él, a medida que Argentina, tras la victoria en Barranquilla frente a Colombia, tomaba una autopista rápida y segura hacia Brasil 2014. No por nada, Carlos Tevez mira el Mundial por TV, más allá de las declaraciones de ocasión.

Puertas afuera, no pasó lo mismo: los hinchas argentinos seguían extrañando –y reclamando– un caudillo al estilo de Daniel Passarella o Diego Maradona, una voz de mando que, por personalidad, en principio el rosarino parecía no estar en condiciones de asumir. Sin embargo, algo cambió en las últimas semanas.

Todo pasa, todo llega. Messi desembarcó en Brasil con su colección de cuatro balones de oro y marcas históricas de goles y títulos con el Barça. Su madurez se fue fraguando no sólo a través de sus logros, sino también de los sinsabores que afrontó la pasada temporada, con lesiones y malos resultados. Además, reconoce que ser padre le hizo bien.

En Ezeiza, antes de la partida hacia Belo Horizonte, Messi tuvo que digerir que uno de sus amigos, Ever Banega, se quedara fuera del Mundial en el último corte de la lista.

La noticia, como no podía ser de otra manera, no le cayó en gracia. Pero Messi privilegió la armonía del grupo, respetó el rol del entrenador y públicamente hizo silencio.

Ya en Brasil, la decisión de Sabella de disponer de cinco defensores y dejar afuera del debut ante Bosnia Herzegovina a Fernando Gago y Gonzalo Higuain fue la gota que colmó el vaso. Y aunque el técnico pegó un volantazo en pleno Maracaná en el entretiempo, la situación provocó que Messi, medido como siempre pero más punzante que lo habitual, esta semana pusiera blanco sobre negro su preferencia por un esquema más audaz, con los cuatro “fantásticos”, es decir él, más Angel Di María, Higuain y Sergio Agüero. “Somos Argentina, no importa el rival que tengamos enfrente”, apuntó marcándole la cancha al entrenador. Ningún otro jugador mundialista llegó tan lejos en sus opiniones sobre táctica. Y sus compañeros –al menos quienes hablaron– se encolumnaron detrás de su discurso.

“No me molestaron en absoluto las apreciaciones de Messi. Dijo cómo le gusta jugar, no hizo más que reiterarlo. Y con mucho respeto. Vivimos en un clima de cordialidad”, enfatizó Sabella antes del choque con Irán.

En vísperas de cumplir 27 años (el próximo martes), Messi ya no se expresa sólo a través de su zurda mágica. También lo hace fuera de la cancha. Dos años y nueve meses después de haberse probado la cinta de capitán por primera vez, Messi se graduó de líder. Levantó la voz y se convirtió en caudillo.