Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Cuando alguien me cuenta que tiene problemas con la droga trato de poner toda la atención posible. Hace falta una actitud de escucha amable. Sea cual sea la situación en tu familia o en el barrio, me animo a decir que te va a hacer bien leer y reflexionar lo que te cuento. Por cada adicto a la droga (incluidos el alcohol y el juego) sufren al menos diez personas más: padres, abuelos, hermanos, novia o novio, tíos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o estudio… Sin generalizar, te comparto miradas acerca de algunas experiencias de cercanía cordial. Sufren quienes se sienten encadenados y los que los aman, porque ven que pese a serios esfuerzos, no pasa nada. He visto adolescentes abandonarse en la salud y en el aspecto; mamás abandonando a sus dos niños, a su pareja, prostituyéndose para consumir; profesionales perder su trabajo, y especialmente los pobres con un presente tan desgraciado que no llegan a conocer el significado de la palabra futuro.
En unos, la pobreza hace añicos cualquier intento de proyecto de vida. O la repitencia reiterada en la escuela para terminar quedando afuera del sistema educativo. En otros, la adicción los expulsa del ámbito laboral. Están también quienes, aun con un pasar económico mediano o bueno, sufren algún malestar existencial. Tienen poca tolerancia al fracaso, o experimentan graves frustraciones en sus estudios, en sus relaciones sociales o afectivas. Sienten que «solos no pueden», que necesitan algo que pueda aportar una sustancia para seguir andando y bancar el sufrimiento. Algunos psicólogos hablan de baja autoestima y experiencia de profunda soledad, aun cuando la familia y los amigos estén cerca. Seguramente vos conocerás otras circunstancias que rodean la droga en tu familia o entre tus amigos y que causan tanto dolor y tristeza. Cuántas veces hemos dicho o escuchado «algo hay que hacer».
¿Y qué hacemos desde la Iglesia? No es mucho, pero intentamos. Pero te quiero hablar hoy un poco más de la asistencia y el apoyo que buscamos brindar a los adictos y sus familias. En algunas diócesis del país hay comunidades terapéuticas o grupos de autoayuda. En las villas de varios barrios se realizan procesos de recuperación por del Hogar de Cristo. En nuestra diócesis de Gualeguaychú tenemos algunos grupos de Narcóticos Anónimos, grupos de oración de familiares y adictos, grupos de escucha y acompañamiento en Gualeguaychú (Parroquia San Francisco) y en Concepción del Uruguay (Parroquia San Roque); y similares propuestas en otras ciudades. Te cuento algo muy importante. Estamos organizando un Retiro Espiritual para los que son adictos y sus familias. En algún caso sabemos que vendrán solamente papás o hermanos de quien se droga. En otros el grupo familiar y quien tiene problemas de consumo. Lo vamos a hacer el fin de semana que viene: el viernes 1, sábado 2 y domingo 3 de agosto. Será en el Regimiento de Gualeguaychú, Urquiza al Oeste, Parada 14.
Si querés informarte o inscribirte hacelo a la dirección de correo electrónico:pastoraladicciones gchu@yahoo.com.ar o a celular: (03446) 15349576 Será un tiempo importante de oración que nos ayude a experimentar el amor de Dios y renovarnos en la esperanza. Lo va a dirigir el padre Néstor Vera, un cura de Santa Fe que tiene mucha experiencia en acompañar caminos de recuperación. Va a venir con parte de su equipo y con algunos que están haciendo el intento de salir del consumo. Contale a quien te parezca que le pueda venir bien. Seguro conocés a alguien en tu familia, en tu grupo de amigos o vecinos. Alentalos en algo que puede ser dar los primeros pasos en la búsqueda. Tal vez alguno haya bajado los brazos. Ayudalo a recobrar la esperanza. Te pido también que recemos con fuerza por la paz en el mundo, especialmente en Tierra Santa.