Sólo diez filas ocupadas, pero toda la vida

El balance teatral de la primera parte de la temporada en Mar del Plata arroja el dato de 50% más de espectadores que en 2014, y/o 15% más que en 2013. Confluyó para esta crecida la participación de “jugadores” infrecuentes que eligieron esta ciudad y sus escenarios para desarrollar su trabajo. Con la misma franqueza con la que hace un par de años

El balance teatral de la primera parte de la temporada en Mar del Plata arroja el dato de 50% más de espectadores que en 2014, y/o 15% más que en 2013. Confluyó para esta crecida la participación de “jugadores” infrecuentes que eligieron esta ciudad y sus escenarios para desarrollar su trabajo. Con la misma franqueza con la que hace un par de años titulé “Hoy nadie pone ‘No hay más localidades’”, ahora puedo sostener lo contrario. Veremos en marzo si se logra empardar a la de 2010, la mejor de los últimos diez años.

Lo que se mantuvo, como en todos los diciembres y principios de enero, es la aparición mediática de quienes adelantan sus éxitos, casi antes de ensayar sus obras. El televidente reconoce como imposible que tantos encabecen las recaudaciones, como inverosímil que muestren el cartel de “No hay más localidades” en lugares insólitos, incluso antes de abrir boleterías. De todos modos, se lo acepta como un buen paso de comedia estival, por lo menos por los que saben jugarla y no convertirla en drama.

Esa voracidad prenseable por convencer de que el público elige lo que interesadamente se le intenta vender atenta contra el valor artístico de lo que se presenta, el cual pasa a segundo plano. Igual suerte corre el espectador crédulo que, atraído por el mensaje, olvida (hasta después de salir de la función) que su atención debía haberla puesto en lo que le ofrecían y no en la cantidad de gente que le contaron que llenó el teatro.

Este verano se suspendieron los datos sobre la marcha del teatro en Villa Carlos Paz a partir de diferencias en el cruzamiento de los primeros cómputos. Me resulta inverosímil que no se ofrezca este servicio con la rigurosidad que la actividad merece. Y esa cuota de (i)responsabilidad no es de los medios, sino del propio asociado a la cámara que nos agrupa. ¿Por qué tantos anuncian que les va bien cuando en otras actividades comerciales lo que se persigue es la declaración en menos? La respuesta es simple: el teatro es una actividad fomentada impositivamente desde hace más de cincuenta años, libre de impuestos como contraprestación del Estado por la restricción al dominio privado del destino de los inmuebles teatrales.  

En cuarenta años de teatro programé casi mil espectáculos. Poco menos de 200 producciones propias y más de 800, asociado a terceros. Con La laguna dorada, Conversaciones con mamá o El precio, en Mar del Plata (por nombrar sólo algunas de los últimos tres años), produje espectáculos que no tuvieron posibilidades de estar entre los de mayor recaudación. Esa circunstancia no me hizo eludir el dar a conocer sus datos reales, que es idéntico a anteponer la credibilidad personal a un maquillado éxito.

En mi rol de empresario privado a riesgo persigo el éxito y lo necesito a manera de subsistencia. Hoy tengo puesta mi adrenalina en que el espectador elija Bajo terapia, Testosterona, La nona, Campi o el regreso de Salsa criolla, pero más necesito reconocer que mi necesidad de productor no puede basarse en el fracaso del otro ni en el subsidio de algún gobierno en cualquiera de sus floreadas variantes, menos aún para una actividad fomentada de antemano por leyes que la protegen.

Volviendo a la temporada actual, me alegra que Mar del Plata se haya recompuesto este año, de la misma manera que hice público en 2013 y 2014 el crecimiento que supo tener Carlos Paz. Simplemente porque la profesión es una sola, y poco importa dónde se la ejercite. Trabajamos sobre una calesita donde inexorablemente todos volvemos a encontrarnos. Es indistinto dónde se produce un espectáculo, entre otras cosas porque éste va mutando y más temprano que tarde cambia de plazas. Entender esto último hace comprender por qué diferencias mediáticas aparentemente irreconciliables se transforman repentinamente en ondas de amor y paz, sin solución de continuidad. O viceversa, cuando los interesados pasan al teatro de enfrente.

En tiempos de gritadas temporadas estivales, está bueno recordar a Alberto Closas, excelente comediante español que supo alternar escenarios de allá y de acá. Con toda la experiencia a cuestas repetía: “Dame un teatro con sólo diez filas ocupadas, pero toda la vida”. Buena síntesis de una trayectoria, que equivale a ver la película completa y no una foto fugaz de verano.

*Empresario teatral.