Hoy, miércoles de la vigésima primera semana durante el año, se lee una carta de San Pablo (1 Tesalonicenses 2,9-13) en la que el apóstol recuerda los trabajos y fatigas en la predicación del Evangelio; y el evangelio de San Mateo (23,27-32) donde Jesús califica a los escribas y fariseos de «sepulcros blanqueados por fuera, pero por dentro llenos de podredumbre».
San Agustín, obispo y doctor Una de las lumbreras de la ciencia y el pensamiento cristianos, San Agustín nació en Tagaste (actual Argelia) el año 354. Hasta la edad de 33 años llevó una vida licenciosa y siguió la herejía de los maniqueos. A esa edad, gracias a las oraciones y lágrimas de su madre, Santa Mónica, se convirtió, recibió el bautismo de manos de San Ambrosio, y al poco tiempo fue ordenado sacerdote.
Algunos años después fue hecho obispo de Hipona. Escribió numerosas obras como «Las Confesiones», «La Ciudad de Dios» y otras, testimonio del brillo y la profundidad de su pensamiento espiritual, que alcanzó alturas como el más genial de los doctores de la Iglesia y el verdadero padre de la teología. Murió en Hipona, Africa, el 28 de agosto del 430.
Santa Florentina, virgen
Vivió en el siglo VII hija de un hogar que dio santos obispos como Leandro, Isidoro y Fulgencio, sus hermanos, que dieron brillo a la España visigótica.