San Marcos, evangelista Fue uno de los 72 discípulos que seguían a Jesús y discípulo e intérprete de San Pedro. Su casa fue el Cenáculo donde Cristo realizó la última cena e instituyó la Eucaristía, y donde los apóstoles recibieron al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Predicó el Evangelio en Chipre, en Asia Menor y en Alejandría de Egipto, que lo considera su apóstol y primer mártir. En esta ciudad murió posiblemente el año 68. Escribió uno de los cuatro evangelios. Su relato empieza por la misión de Juan Bautista, cuya «voz clama en el desierto».
Se lo representa con un león, porque el león, según la visión del profeta Ezequiel, hace estremecer el desierto con sus rugidos. El cuerpo de San Marcos está en Venecia, ciudad que lo tiene por patrono. San Aniano, obispo Era un zapatero de Alejandría. Un día se hirió con la lezna en una mano y fue curado por San Marcos, el evangelista. Posteriormente Aniano fue consagrado obispo por el mismo San Marcos para que lo supliera durante sus ausencias y finalmente lo sucedió en el cargo. San Eusebio dice que San Aniano era un «hombre agradable a Dios y admirable en todo sentido». Se ignora el día de su muerte.