Hoy, fiesta de San Mateo, se lee una carta de San Pablo (Efesios 4,1-7.11-13) donde dice que el Señor «comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros predicadores del Evangelio»; y el evangelio de San Mateo (9,9-13), en el pasaje donde el Señor le dice: «Sígueme», y Mateo «se levantó y lo siguió».
San Mateo, apóstol y evangelista Su nombre era Leví. Fue galileo como los demás apóstoles y de oficio publicano, es decir, recaudador de impuestos, profesión odiosa a los judíos, pues les recordaba su dependencia de los romanos. Un día Jesús pasó delante de su oficina y le dijo: «sígueme». Mateo dejó todo y siguió para siempre a Jesús. Después de Pentecostés, estando aún en Jerusalén, Mateo escribió, en hebreo, el primer evangelio. Dio a su obra el nombre de «Evangelio», esto es, «Buena Nueva». Luego partió hacia Etiopía, donde convirtió al cristianismo el rey Egipo, a la reina y a gran parte de los habitantes.
Años después, Hirtaco, que había arrebatado el trono a su hermano Egipo, mandó matar a Mateo por defender el voto de virginidad de la princesa Ifigenia, hija de Egipo. San Jonás, profeta del Antiguo Testamento El Señor envió a Jonás, hijo de Amathi, a predicar la penitencia a los habitantes de Nínive. Según el relato bíblico fue devorado por un pez gigantesco que lo transportó hasta las playas de Nínive, donde lo dejó vivo, y pudo cumplir con el mandato que Dios le había asignado. Jonás murió en Geth hacia el año 761 antes de Cristo.