Sociedad 16/02/14

DIOS ES VIDA

Domingo 6º del año «…pero yo les digo:… » (Mt 5, 20-37) En el «Sermón de la montaña» Jesús resalta la «novedad» del anuncio del Evangelio. Partiendo de los mandamientos, que era la ley del pueblo de Dios, y el núcleo del Antiguo Testamento. Jesús presenta las bases de su enseñanza, la del Nuevo Testamento. Así, el creyente, el que busca el Reino de Dios y quiere pertenecer a él, no puede quedarse en un simple cumplimiento de lo estrictamente mandado, sino que que tiene en cuenta para qué está el mandamiento, y trata de alcanzar esa finalidad; va más allá de la letra escrita, y hace más de lo prescrito. «Uds. han oído que se dijo a los antepasados: No matarás. Pero yo les digo…» Jesús nos quiere nuevos, no antiguos, «antepasados»… No es cuestión de no matar a nadie, para que ya hayamos cumplido con el 5º mandamiento. Su sentido tiende a un respeto pleno de la dignidad del hermano, que no consiste sólo no quitarle la vida, sino en no herirlo ni ofenderlo física o moralmente; el insulto o la maledicencia ya es pecado contra el hermano. No hemos de acusarnos entonces, de que pecamos contra tal o cual mandamiento, sino contra nuestro hermano.

 

Dígase lo mismo del adulterio: no es solo evitar la consumación biológica de la infidelidad matrimonial, sino rechazar y desechar el consentimiento interno del deseo de la esposa o del esposo de otro. La inclinación instintiva no siempre se puede evitar, pero siempre se pueden dominar, rechazándolas y no consintiendo en la tentación. Debemos respetarnos aún interiormente, de lo contrario seríamos falsos, hipócritas e indignos de toda confianza. Y así, en todos los mandamientos hemos de buscar su alcance pleno, su perfección: ese es el Evangelio, y eso es lo que nos hace felices. Las leyes humanas tienden a garantizar la convivencia social, y al cumplir lo mandado, estamos cumpliendo con la ley. En cambio, la ley divina, cuyo sentido y finalidad es el amor, no se agota en el mero cumplimiento de lo escrito y mandado; sería ridículo que una madre o un padre se conformen con impedir que el hijo se muera… su rol y responsabilidad no se reducen a cumplir con un manual o un articulado de prescripciones: harán mucho más de cualquier norma o mandato. El Evangelio y la Fe no admiten una vida cómoda, donde «ya cumplí con lo mandado, o con mis obligaciones…» El amor nunca dice «ya cumplí, no me queda más nada»… Siempre es más lo que queda por hacer, que lo que hicimos. La bendición del Señor esté con todos…

Parroquia Santa Teresita.