Hoy, en la fiesta de Todos los Santos, se leen: el libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14) donde dice: «Vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas»; una carta de San Juan (1 Juan 3,1-3) donde el apóstol dice que «veremos a Dios tal cual es»; y el evangelio de San Mateo (4, 25 – 5,12) en el pasaje donde Jesús dice: «Alégrense y regocíjense porque tendrán una gran recompensa en el cielo».
Todos los Santos La Iglesia, que durante el año sólo pudo honrar determinadamente a algunos de sus hijos más preclaros, quiere recordar hoy a todos los millones de justos, que fueron sencillos fieles en la tierra y ahora están en el cielo. No existe estado alguno de la vida en el que nadie se haya santificado. Y todos los santos se santificaron, precisamente, en las ocupaciones de su estado y en las circunstancias ordinarias de su vida. Entre ellos están muchos parientes, amigos y conocidos, a quienes van dirigidos los cultos de la solemnidad de hoy.