Formados en el underground teatral, desde el Parakultural hasta las enseñanzas de Ricardo Bartís, los actores aseguran que trabajar en una tira diaria tiende a aplastar el talento. Tácticas y estrategias para sobrellevar ese ritmo.
En Viudas e hijos del rock and roll encabezan una familia de alta sociedad, con más ambiciones que dinero, que es capaz de ocultarse verdades como de decirse cualquier cosa. En la tira número uno en el rating desde que ShowMatch llegó a su fin, el matrimonio que componen Verónica Llinás y Luis Machín está siempre a punto de hacer volar todo por el aire. La clave para que eso funcione, según los actores, es la confianza en un elenco sólido, más allá de la pantalla. “Para poder decirnos las barbaridades que nos decimos en escena, tenemos que estar bien fuera de ella”, asegura Machín, quien tiene la sensación de que todo lo que podían testear en relación a la dupla, ya está probado.
—¿Cómo se vive ese momento en el que se siente que la cosa funciona?
MACHIN: Lo bueno que tiene una tira, cuando se desarrolla en un ámbito de buenas relaciones, es que existe la posibilidad de seguir probando. Siento que a la historia la estamos construyendo permanentemente.
LLINAS: Se dio algo que no es muy usual: éste es un buen equipo, donde se dejan de lado cuestiones más personalistas para hacer un trabajo en común. Eso es lo que más rescato de esta experiencia.
—¿Hay alguna familia del estilo que los haya inspirado?
LL: En toda familia, sea del estamento social que sea, siempre hay una imagen de la puerta para afuera y otra muy diferente hacia adentro. En algunas donde la imagen es más importante, está más marcado todavía. Lo que fuimos haciendo tiene que ver con extremar las contradicciones.
M: Nos viene muy bien mostrar gente que exhibe mucho algo de lo que carece. Nosotros como actores también nos mostramos de una manera, y puertas adentro, probablemente seamos muy distintos.
—¿Cómo se resuelve eso?
M: Al principio podés sentir que te afecta algo a la personalidad, pero después de recorrer bastante esas cosas están más claras. La gente también percibe cómo se para uno frente a la profesión. A mí me gratifica lo que se produce en la calle, pero muchos actores que hacen ruido, producen afuera el quilombo y al quilombo lo tenés que hacer actuando.
—Ambos surgieron de “semilleros” muy importantes: Verónica en el Parakultural; Luis, con la formación de Ricardo Bartís y Alberto Ure. ¿Dónde creen que está hoy la fábrica de actores?”
LL: Lo que hoy no hay (tal vez lo haya y no lo sepa) es un movimiento, que es más que distintas escuelas juntas. Pero eso no pasa siempre. Tiene que ver con la época y lo que pasa en el país y el mundo. Cuando Gasalla nos convocó, fue porque nosotros le propusimos dirigir nuestro espacio y él ya había escuchado hablar de las Gambas al Ajillo. Si bien sí fue una apuesta, porque estás trayendo algo a la tevé que estaba fuera de ese ámbito, no es la idea del “buscatalentos” de los suburbios. La televisión recién empieza a interesarse en las personas cuando éstas ya han tenido algún tipo de trascendencia.
M: En general, la televisión tiende a aplastar a los actores y es el propio actor el que va tratando de imponer ciertas reglas que sumen. Las tiras tienen que responder a una cantidad de escenas, una especie de fábrica a la que si uno no le imprime nada distinto todo sale igual. El actor en televisión tiene que ser muy bueno para producir eficacia. No es cierto que en tevé pueda actuar cualquiera… ¡Bah!, puede actuar cualquiera, pero se nota.
—Este año termina sin ficciones locales levantadas. ¿Creen que ratings en general más bajos traen más tranquilidad?
LL: Acá nos dieron mucha libertad para hacer lo que queramos. Tal vez si el rating no hubiera acompañado… En general, cuando los números no acompañan hay algún volantazo, por suerte acá no pasó porque el rating acompañó y porque a ellos les gusta lo que ven. Creo que nunca me ha pasado trabajar con tanta libertad.
M: El rating es una daga que lentamente empieza a no serlo. Hace no mucho estuve en programas que se bajaron a los pocos meses porque no medían más de 17 puntos, números que hoy los hace uno solo en la competencia. A nosotros como actores no nos modifica, salvo que te levanten el programa o te lo lleven a un registro diferente al que tenía. Ahí empezás a padecerla, porque te llevan a lugares no naturales.
—¿Sienten que con la salida del aire de Marcelo Tinelli crecerán los números de las ficciones?
M: A mí no me gustaría pensar que quien es tan fanático de ese programa sea también de las filas de los que miran éste. Prefiero tener los fieles, seguir manteniendo nuestro público cautivo.
LL: Yo prefiero que vengan todos. (ríe) La gente mira lo que hay…