Un despliegue cuya exageración terminó provocando incidentes, fue el saldo lamentable de una noche cuya tranquilidad se vio opacada. Todos los años, un grupo de jóvenes arma una movida
que ya ha ganado su sello en la ciudad para la Fiestas. Desde hace una década, los problemas son sensiblemente menores, si se compara la movilización y el contexto en el cual ese desplazamiento se produce. Pero este año parece que el ánimo de los uniformados no es el mismo de otros y tampoco la población mantiene el respeto por los guardianes del orden, luego del abandono a que se vieron sometidas varias ciudades entrerrianas, incluida la nuestra, por un reclamo salarial que terminó acorralando al propio Gobernador Urribarri.
Se trata de una fiesta donde la ingesta de alcohol es importante, como lo es cada fin de semana en todos los boliches bailables, inclusive en aquellos donde pese a estar prohibida la venta a menores, el expendio es normal. La noche del 31 hubo gente que, como dicen los jóvenes, «fue a podrir la fruta». Pero los lesionados y las corridas culminaron pasadas las seis, cuando la fuerza policial desalojó la Plaza, tarea que se extendió hasta las 8. La forma en que los uniformados desalojaron un paseo público terminó arruinando una noche que había comenzado con elevado voltaje, pero que no parecía salirse de madre. La Policía informó de cuatro detenidos, cuando en el lugar había más de ocho mil almas. El jefe del garrote que encabeza la columna de desalojo en la foto y el operativo rastrillo sobre la calle contrasta con la desolación producida en el mismo lugar cuando la gente común pasaba junto a la quema de neumáticos frente a Jefatura.