Un análisis de la vuelta de Marcelo Tinelli a la TV,
Un análisis de la vuelta de Marcelo Tinelli a la TV, con sus excesos, sus defectos y sus virtudes
Por Agustín Gallardo | Especial para Exitoina.com
En una suerte de monólogo con aires de pastor, en medio de esos sincericidios que solo la adrenalina de la televisión provocan, Martín Bossi se desató sobre el final y, antes de hacer su performance, le declaró su amor a Marcelo Tinelli, no sin antes aclararle que, alguna vez, también lo odió. Las palabras del capocómico sobre el cierre de la primera emisión de Showmatch representan un poco ese sentimiento ambivalente que Marcelo Hugo genera en muchos de nosotros, y que se traduce en un antagonismo patrio futbolero que tanto nos gusta a los argentinos: bancás a Tinelli o no lo bancás.
Como sea, el lunes por la noche más de tres millones de personas quisieron ver cómo iba a ser el regreso del conductor más importante de la televisión. Fuimos muchos los que con la tele encendida nos prendimos a Twitter. Queríamos ver, ser parte, comentar y opinar sentaditos desde el living de casa sobre toda esa parafernalia que pasaba delante nuestro y que –vamos a decirlo– un poquito nos gusta. O por lo menos, nos llama la atención.
Tuvo un condimento extra ver a Marcelo con un ojo en la tele y el otro en el celular: famosos, amigos, parientes, todos a su manera, con argumentaciones lógicas y no tanto, resumiendo de a 140 caracteres este fenómeno social cultural que se aguanta, por lo menos, más de cuatrocientas páginas de un libro.
Un periodista amigo, frente al despliegue de 500 personas en el estudio de Olleros, dijo: “A veces menos, es más”. En el caso de Tinelli, no tiene lugar: cuanto más haya, mejor. Pero no porque esto recaiga en un efímero juicio de valor de “bueno” o “malo”. Es así. Punto. ¿O acaso no sabemos cuál es su marca registrada? ¿Alguien duda que ésta no sea la formula de éxito de este hombre? (después discutimos qué es el éxito).
En tiempos donde la televisión no genera tanto contenido y utiliza lo que sucede en otros canales a través de la siempre vendedora y verborrágica panelización, Tinelli va por ese “más”; por eso, lo más visto de la calle Corrientes (hubo fragmentos de los musicales Priscilla, la reina del desierto, el elenco de Casi normales cantando “Treasure” de Bruno Mars y Fuerza Bruta); por eso, el coro del Teatro Colón, que entonó un fragmento de Carmina Burana, de Carl Orff, sin dudas uno de los puntos más altos de la noche. Allí también estuvieron Sandra Mihanovich, Valeria Lynch, Lucía Galán y Marcela Morelo, quienes hicieron que entonaban “El amor después del amor” con un playback demasiado evidenciado para sus rostros. Karina, la Princesita, tuvo su momento Oscar: a alguien de la producción se le ocurrió que se la podía sacar de la imagen popular con la que la conocemos –la “afinaron” con un look similar al de la cantante Adele– e inmortalizó como pudo y en inglés un tramo de “Hey Jude”, de The Beatles.
Después de varias semanas de hermetismo, se emitió también la promocionada parodia de The Hangover, que contó con la presencia de Adrián Suar, Benjamín Vicuña, Pablo Codevilla, Jorge Lanata, Marcelo Longobardi, Paula Chaves, Peter Alfonso, Carlos Belloso, Calu Rivero y –sin dudas, lo mejor si tendríamos que dar un premio revelación– su mujer, Guillermina Valdés. La película de 26 minutos no fue de lo mejor y nos dejó a muchos con esa sensación de cuando te querés reír y la sonrisa se queda a media asta. No hace falta ser experto crítico de cine para decir que el guión se quedó a mitad de camino para que todo eso que veíamos nos resulte realmente gracioso. Señor Ignacio Lecouna, usted es uno en un millón: aproveche un poco más los recursos que su suegro le da para hacer cine.
Tinelli jugó un poco a ser Nico Repeto y contó algunas de las cosas que pasaron en el mundo durante los 439 días que él no estuvo en televisión. Estuvieron los temas de siempre, con el agregado que ahora tenemos un Papa argentino, que encima es de San Lorenzo, igualito al nombre de su hijo, que como si todo encajara en un Truman Show, se llama así, Lorenzo. Fue ahí donde también, después de haber quedado fuera de Fútbol Para Todos, aprovechó para dar algunos palitos muy suaves al Gobierno.
“Me hicieron ir varias veces a una casa rosada y ahí me enteré que no sabía hacer logos”, se despachó. “Quiero venir en signo de paz, por favor, se han dicho tantas cosas”, le suplicaba a su productor Federico Hoppe, que lo miraba con cara como diciendo: “La venganza es un plato que se come frío”. Haya sido con interés político o simplemente un asunto de negocios, a Tinelli le molestó mucho cómo lo hicieron ilusionar con el fútbol. Por eso, el juego de mensajes recién comienza.
Tuvo su momento también con Adrián Suar, y jugó con el Gerente de Programación del canal, con el tema del cartel que le bajaron cuando se decía el año pasado que se iba a Telefé. Hubo charla picante y luego abrazo. Varias realidades: se conocen de hace mucho, son amigos y a Tinelli le quedan dos años más por trabajar en El Trece.
Tinelli mostró como nunca cierto costado humano no tan conocido. Y quiso condensarlo todo en medio de los nervios del debut y con un histrionismo tan fuerte a flor de piel que por momentos pareció dejarle su rostro ajeno a las emociones. En Twitter, alguien decía que lo que estábamos viendo el lunes por la noche era algo así como el SuperBowl del subdesarrollo. Otros, que preferían las épocas del “Gomazo súbete”, o “Deportes en el recuerdo”.
Alguien por ahí agradeció tener la suerte de estar corrigiendo su próximo libro “mientras escuchaba de lejos que había vuelto la cultura popular a la televisión”. Volvió Tinelli, esa especie de torta demasiado dulce a la que le sobran ingredientes, pero que no podés dejar de probar.