Eran los grandes candidatos a quedar entre los diez ascendidos a primera. Hoy estan lejos y penando.
Un hombre sensible. Otro hombre sensible. Un contexto sensible. Y la honestidad brutal: “Tiene 36 años y jugó en un montón de clubes… ¿Y saben qué? Ahora está llorando en el vestuario. Me siento muy orgulloso”. Antes de irse de Argentinos, Borghi habló de Lobo Ledesma.
Después de la goleada ante Boca Unidos en Corrientes, ya con Pipo Gorosito como entrenador, el volante que cinco días antes estaba hundido en la angustia hizo catarsis: “A veces los jugadores somos muy boludos. Este triunfo se lo dedicamos al Bichi”. Ledesma criticó elípticamente a sus compañeros, que se enfocaron, según él, una vez que Borghi abandonó la causa.
El jugador y el DT, esa simbiosis que no resistió a Argentinos. Dos hombres nacidos y criados en un club que este año estaba condenado al éxito. Ahora, sólo parece condenado.
En la otra zona, Huracán repite la farsa que vive Argentinos. Si se les cambiaran los nombres a los equipos, sería difícil distinguirlos. El Globo también cuenta con referentes, como Toranzo, Arano y Eduardo Domínguez, los eslabones perdidos entre aquel campeón moral del equipo de Cappa y esta versión que navega por la intrascendencia. La etiqueta de ascendido al torneo de treinta la tuvo pegada desde antes del sorteo, igual que en La Paternal.
Los dos están en semifinales de la Copa Argentina, pero tropiezan en el torneo. Los dos están a cuatro puntos del último que ascendería a Primera; cinco por zona, en un total de once equipos de cada lado. Encima, tanto Huracán como Argentinos compiten mano a mano en el rubro económico: son los que tienen el presupuesto más alto de la B Nacional, con casi 2 millones de pesos por mes. Detrás no tienen gobernadores, como sucede con clubes del interior. Detrás tienen la historia, la pesada herencia de subir como sea.
La tolerancia cero ya es ley en Parque Patricios y La Paternal. Huracán y Argentinos tienen siete fechas para direccionar el rumbo hacia la A.
La división. En Argentinos hay fracturas. Hay oficialistas y opositores. Hay opositores en el oficialismo. Hay un presidente, Rubén Forastiero. Y otro que, le dice una fuente a PERFIL, es el que tiene el poder: Luis Fernando Segura, el hijo del que monitorea La Paternal desde Viamonte. Luis Segura ocupa desde agosto el cargo de Julio Grondona, el hombre que sufrió cuando se fue al descenso el equipo de su amigo.
Borghi, que tiene mucha afinidad con Segura junior, analizó el momento de Argentinos horas después de renunciar: “El club no puede funcionar así. Hay 10 mil socios y se presentan ocho listas a las elecciones. Así no vamos a progresar nunca, se destruye la institución”.
A un año y dos meses de la votación, el club que recuperó a Riquelme se desangra en luchas intestinas. Y encima, desde la B Nacional. “Que me haga pelota gente del propio riñón no lo puedo entender. Esto es como una empresa o familia, porque si puteás a tu señora o a tus hijos, las cosas nunca van a andar bien”, se lamentó Borghi. En esa conferencia de prensa post derrota contra Chicago, detalló que sólo cinco dirigentes trabajaban para el club. Cinco. Ni uno más.
Abismo. Frank Kudelka es el Borghi de Huracán. Que se entienda: el DT que sólo es sostenido por el presidente. Alejandro Nadur pelea contra la opinión de la mayoría y a favor de que se respete lo firmado hace menos de dos meses. Kudelka renovó su contrato el 4 de septiembre, cuando Huracán todavía no tenía respirador artificial. El entrenador, que hace equilibrio para no caerse, también es un hombre sensible: “Hoy me siento mal como persona y como técnico. Estoy en deuda con la gente”, dijo después de perder contra All Boys. Era la tercera derrota consecutiva de un equipo que había sido pensado y armado para ganar más que para sufrir. Huracán apenas obtuvo el 38% de los puntos de local. Afuera de su cancha, los números adelgazan aún más: 33,3%.
Los futbolistas ya sufrieron amenazas y fueron acusados de “mercenarios”; que no ganan en el campeonato pero sí en la Copa, donde reciben premios suculentos por pasar de instancia.
Mientras todos desconfían de todos, el fútbol no se sensibiliza: Argentinos y Huracán pueden quedarse sin jugar en Primera. Más allá de la historia y de la histeria.