Semana contra el Acoso Callejero

p4 9-4-14Ya hay una gran repercusión dentro de las redes sociales en donde se comparten frases que las mujeres suelen escuchar en la calle de manera de buscar incomodidad en quien las lee. 

Desde el 7 y hasta el 13 de abril se desarrolla la Semana Internacional Contra el Acoso Callejero, como una forma de crear consciencia sobre distintas formas de violencia verbal naturalizadas dentro de la sociedad en contra de la mujer y que tradicionalmente se los ha llamado «piropos». Esto ha tenido una gran repercusión dentro de las redes sociales en donde se comparten frases que las mujeres suelen escuchar en la calle de manera de buscar incomodidad en quien las lee. «Si te incomoda leerlo, imagínate escucharlo» es el eslogan de la agrupación Acción Respeto, de la ciudad de Buenos Aires, que se encarga a salir a realizar intervenciones en la vía pública para concientizar sobre el acoso callejero que sufren las mujeres diariamente y desde muy temprana edad.

 

La Prensa Federal  dialogó con algunas mujeres quienes contaron algunas de experiencias de cuando sufrieron acoso callejero. – «Tenía 12 años cuando estaba yendo al almacén de mi barrio y un hombre en bicicleta me decía de todo sobre mis tetas y yo no supe más que apurar el paso. Cuando entré ya al negocio me gritó: ¡Qué hermoso par de tetas! y ahí en la puerta le dije: ¡No si voy a tener una sola! Los vecinos y vecinas que estaban en el almacén lo tomaron como un chiste pero yo me sentí muy mal». – «Cuando tenía 13 o 14 años iba caminando de shorts de regreso a casa por la Escuela Normal. Un viejo me dijo algo que no fue tan terrible (era algo sobre `las gambas’ recuerdo), pero el modo tan asqueroso en que me lo tiró… me revuelve el estómago aun hoy cuando lo cuento». «Era de mañana, yo volvía de llevar a mi hija a la escuela y estaba embarazada de mi segundo hijo. Iba caminando por calle Alberdi cuando salió un muchacho que me manoteó el culo.

 

No supe qué hacer porque no lo podía creer y era súper notable mi embarazo. Llegué y le conté llorando a mi suegra». – «Tenia 19 o 20 años y un tipo me siguió varias cuadras hasta que llegue a la Ris. Yo me paré en la puerta, me di vueltas y le pregunte qué le pasaba, si necesitaba algo y si podía repetir todo lo que me venía diciendo. Ante el asombro el tipo quedó colorado, yo me di vuelta y seguí mi camino – «Una vez me siguió un tipo a la hora de la siesta. Dio vueltas y vueltas y me dio miedo y corrí las 3 o 4 cuadras que me quedaba hasta casa. A mí lo que me hace poner la piel de gallina es cuando no te dicen nada y te siguen con la mirada todo el trayecto, es como si te paralizara.

 

Si me gritan yo contesto pero eso me deja perpleja. La verdad es que no sé qué hace en mi esa mirada, un horror». – «Recuerdo que era chica, tal vez tenía 3 años. Iba con mi mamá y fue tal el rechazo de ella por los `piropos’ callejeros que nunca los pude ver de otra forma a como los veo hoy. No los soporto». – «Recuerdo dos oportunidades: A los 14 salía del colegio y me siguió un tipo con un impermeable, se lo abrió y me mostró los genitales. Me reí en su cara y no pasó nada. La que sí me asustó fue a los 33 más o menos, estaba sola esperando el colectivo a las 5 y 30 de la mañana para ir a trabajar, un tipo se bajó de un auto y me hablaba mientras se desprendía la bragueta. Pedí ayuda en una casa y el tipo salió corriendo».

 

La violencia naturalizada
El acoso callejero se ha convertido en una de las formas de violencia hacia las mujeres más habituales, naturalizadas y que se vive todos los días. Asimismo, los hombres que lo realizan no lo ven como agresivo mientras que hay mujeres que consideran que es algo normal. En 2011 se creó la iniciativa «Paremos el acoso callejero», fundada por la socióloga peruana Elizabeth Vallejo. Al respecto, Vallejos ha explicado: «Son prácticas no deseadas por ellas y que les causan miedo, por lo que desarrollan estrategias evasivas: cambian sus rutas; toman transporte aunque los tramos sean cortos; tratan de salir acompañadas; se cubren más de lo que quisieran; evitan salir solas de noche. Las causas de la normalización y aceptación de estas conductas son muchas, pero todas asociadas a la misma raíz: una cultura machista que valora la agresividad masculina y que lejos de llamar la atención sobre las conductas de estos hombres, culpabiliza a las mujeres de ellas: `ellas los provocan con esas faldas’, `si no quieren que les pase nada, ¿por qué salen solas a esas horas’, `los hombres son así, una tiene que acostumbrarse'».