Se realizó en Plaza Ramírez a las 9 de la mañana. Fue transmitido por el Facebook oficial de la Municipalidad y también se rindió homenaje a su compañera de batallas: La Delfina.
La ceremonia contó con la presencia del Presidente Municipal, del presidente del Concejo Deliberante, concejalas y concejales, integrantes del Departamento Ejecutivo Municipal, de autoridades educativas, de las fuerzas de seguridad y también de abanderados y escoltas del Colegio Superior del Uruguay Justo José de Urquiza y de las fuerzas con aciento en la ciudad.
El acompañamiento de la Banda de Música fue un elemento especial como en cada acto, para la entonación del Himno Nacional y de la Marcha Entre Ríos.
Luego del depósito de ofrendas florales y de las palabras alusivas, la comitiva presente se trasladó unos metros para rendirle homenaje a La Delfina, al cumplirse seis años, de la recuperación de su busto, el que fuera destrozado por vándalos y recuperado por el municipio luego de un pedido especial del Instituto Ramiriano, a través de su integrante, Alicia Candotti.
Discurso
Las palabras alusivas a la fecha estuvieron a cargo del Director de Cultura Guillermo Lugrin, quien destacó lo siguiente: «Situarnos en el nacimiento de Francisco Ramírez, y no en un hecho puntual de los hitos que tuvo su vida, nos da una posibilidad abarcativa de análisis y recorrido, de pensamiento y proyección en la figura de un bebé, de un niño que está naciendo a la vida y tiene la rosa de los caminos abierta. Tanta fragilidad y tanta fortaleza.
No por autorreferencia sino por parentesco a otras experiencias debo decir que mucho de lo que me marcó de Francisco Ramírez, me llegó a través de los muchos retratos artísticos que hay sobre su vida, y claro sobre su muerte, no solo de artistas vernáculos próximos a sus historias como lo fueron el grupo “Memoria de los Pueblos” con la composición “Pasión, Muerte y Regreso” ese potente poema de Walter Ocampo y la música de Alcibíades Larrosa o Linares Cardozo con la “Consigna del Supremo” y tantas otras, si hasta Carlos Guastavino y Giche Aizemberg, maravillosos en la interpretación de Eduardo Falú, o Antonio Tarragó Ros con versos de Pacho O´Donell, no pudieron con la tentación de contar, cancionisticamente, su periplo mortal por la Delfina.
Pero del arte, más amigo de la hipérbole y el super yo en sus búsquedas literarias, fui tratando de hallarme con la historiografía donde los valores están puestos en las documentaciones e interpretaciones históricas, para que así descubramos al brillante lugarteniente de Artigas, el de las batallas de Ceballos y Saucecito. Aquel de las confiscaciones, embargos y subastas dispuestas en 1819 a comerciantes y empresarios enemigos de la Liga de los Pueblos Libres, como documenta el profesor Urquiza Almandoz. Esa burguesía para la cual, como cuenta Fermín Chávez en su Historia del País de los Argentinos, “patria” o “libertad” sólo significaban compartir el poder con los colonialistas europeos, cualquiera fuera su bandera. Patria son los negocios y libertad es libertad de comercio.
Ramírez guiando militarmente a toda la fuerza de la Liga Federal lideradas por Artigas derrotó al poder político y económico de BsAs. Cepeda simboliza históricamente la participación crítica del Litoral sudamericano en la discusión abierta por el Congreso iniciado en Tucumán y continuado en BsAs desestimando cualquier posibilidad monárquica. La batalla de Cepeda hizo saltar por los aires todas estas especulaciones. Argentina es formalmente republicana y federal gracias a ese triunfo. Cepeda es la puesta en práctica de la Declaración de Independencia del 9 de Julio de 1816 y el reclamo de no olvidar el Congreso de Oriente del 29 de Junio de 1815.
La payadora entrerriana Liliana Salvat cierra una décima así “si hasta los árboles lloraron”. La ruptura llegó y Francisco Ramírez comenzó su camino personal, político y militar. El tratado del pilar le daba autonomía en lo primero y Las Guachas y Las Tunas en lo segundo. Sus políticas públicas no denotan esa ruptura, sus bandos y reglamentos apuntaban a un profundo enclave social, su ideario artiguista seguía en pie y ahora lo llamaríamos, como lo llamamos, Ramiriano. Ese ideario Ramiriano de amplio espectro: organización democrática y económica, escolaridad, censos, y hasta la creación de una banda de música, la primera como tal en el país.
Pero los tiempos se acortaron y las traiciones no se hicieron esperar. ¿Se podía esperar otra cosa de Sarratea? Lo dudamos, la brillantez de Ramírez tampoco habrá esperado mucho más.
Lo cierto es que con su cabeza volaron muchos valores y principios que hasta hoy seguimos tratando de enclavar en nuestras comunidades y que su República de Entre Ríos estaba tratando de hacer andar.
Hoy, que recordamos a un niño recién nacido con la rosa de los caminos abierta y que tomó los más difíciles y comprometidos, sinuosos o llenos de luz hasta jugarse la vida; el desafío es el de siempre: comprender que estas calles fueron caminadas por el Supremo Entrerriano, por Tadea, por su medio hermano Ricardo López Jordán, por la Delfina y también, por cada miliciano y cada persona -cada mujer, cada niño, cada gaucho, cada negro y negra, cada indio e india- que se jugó su vida en el ideario federal.
Al comprenderlo se enciende otro desafío: el de entender cuáles son, hoy, los enemigos que aliados con lo externo atentan contra las minorías partícipes que se jugaron entonces y que encontramos hoy, muchas a veces con los mismos rostros, esos que permanecen en nuestra ciudad. ¿Qué proclamas, que políticas y, por qué no, que canciones, que pinturas o poemas deben alentar, guiar o concretar ese desafío aún latente? esa es la tarea de todos los días.
No olvidarnos que la historia se sigue escribiendo y hay una pluma en nuestras manos».