El templo será consagrado luego de las obras de puesta en valor que comenzaron en diciembre de 2010 y que incluyeron numerosos arreglos interiores y exteriores.
El próximo viernes 7 de noviembre, se realizará la Consagración de su Templo Parroquial. Se llevará a cabo durante la Eucaristía de las 20.00 hs presidida por Mons. Lozano. El Altar Mayor de la Basílica, al ser consagrado, llevará además de las antiguas reliquias originales, las de los Santos Mártires San Carlos Lwanga y San Bonifacio y las del Beato José Gabriel «Cura» Brochero. El templo será consagrado luego de las obras de puesta en valor que comenzaron en diciembre de 2010 y que incluyeron numerosos arreglos interiores y exteriores. La iglesia fue reabierta en junio de 2013, quedando pendiente la finalización de algunos frescos artísticos.
Historia del templo
La parroquia de la Inmaculada Concepción nace a fines de la década de 1870 sobre la costa del río Uruguay, fruto de la iniciativa de un grupo de pobladores encabezados por León Almirón, escuchados por el obispo Sebastián Malvar y Pinto y el virrey Juan José Vertiz. Un humilde edificio de paja y terrón, será la primera capilla donde hombres y mujeres rogarán por sus cosechas, por sus animales, por sus familias y en donde el fraile Pedro de Goytía, celebrará las primeras misas en estos pagos, invocando la intercesión de la Purísima Concepción. La devoción de los lugareños a la Madre del Redentor, inspirará el nombre del pueblo que en 1783, funda el Capitán Tomas de Rocamora, «En cuanto al nombre de este pueblo, puedo asegurar a Vuestra Excelencia que en su iglesia solo se ve, en calidad de patrona a la Purísima Concepción» Habíase empeñado también aquí su cura porque fuese San Sebastián, en honor del Obispo. Concluía, empero, Rocamora: «Por dignidad (a) la Reina de los Santos. Con el nombre de la Concepción del Uruguay se titularía gloriosamente la población y su distrito».
La primitiva «Capilla de Almirón», será reemplazada en los últimos años del siglo XVIII, por uno nuevo. Documentos de la época hablan de una iglesia más sólida en su estructura y más rica en su decoración. Erigido en el solar que Rocamora le reservara, se levanta una «capilla de ocho tirantes, sus paredes de ladrillo y techo de paja con cuatro juntas incluidas la mayor (…) dos campanas que están colocadas en campanario figurado con cuatro pilares sin labrar, con una cruz de fierro labrada como de dos varas de largo colocado en dicho campanario». En este lugar recibirán las aguas bautismales los mayores próceres entrerrianos, Francisco Ramírez y Justo José de Urquiza, y bajo sus cimientos reposará eternamente el cuerpo de Thadea Jordán, madre del Supremo Entrerriano. Aquí también rezará misas el obispo de Buenos Aires Benito Lué y Riega. La Noche de Ánimas de 2 de noviembre de 1849, este templo será consumido por las llamas. Por diez años la vida sacramental se trasladará al Colegio del Uruguay.
En 1854, el primer sacerdote nacido en esta ciudad, Don Gregorio Céspedes y Calvento, cura de la parroquia desde 1853 solicitará al General Urquiza ayuda para levantar una nueva iglesia. El Presidente de la Confederación Argentina responderá con beneplácito a la solicitud. La muerte imprevista del sacerdote, detendrá el proyecto. Con el Pbro. Domingo Ereño, hacia 1856, tomará nuevo impulso, involucrándose activamente el Organizador de la Nación. En febrero de 1857, se aprueban los planos y presupuestos presentados por el arquitecto Pedro Fossati. En la mañana del 25 de marzo de 1859, las puertas del nuevo templo de la Inmaculada Concepción se abren por primera vez a los fieles de Concepción del Uruguay.
Ante la presencia de J. J. de Urquiza y su familia, de ministros de Estado, de funcionarios judiciales y del Vicario Apostólico Paranense Dr. Miguel Vidal, el Delegado Papal Mons. Marini, bendijo el edificio. Una construcción magnífica se levantaba imponente en medio de una ciudad, aún con fuertes características aldeanas. A fines del siglo XX, la Basílica de la Inmaculada Concepción había recuperado interiormente gran parte de su fisonomía interior original, aunque ya no existían algunos elementos que le otorgaban belleza y magnificencia. Igualmente el templo, sigue siendo un testigo vivo del crecimiento de la ciudad, y del desarrollo de una población que ocupa un lugar importante en la historia de la Nación.