San Pablo – La curva de casos del coronavirus aún está a semanas de su ápice en Brasil, pero su letalidad y la demora en los diagnósticos ya ponen bajo presión al mayor cementerio de San Pablo y de América Latina, con entierros exprés y velorios sin abrazos.
“Aquí enterramos unas 45 personas por día, pero en la última semana son de 12 a 15 más. Es mucho peor de lo que vemos en las noticias, esto es grave”, dijo un sepulturero que, en un lote del Vila Formosa I, cavaba fosas en fila para ser utilizadas al día siguiente. Previendo el aumento de la demanda, la alcaldía contrató una empresa para reforzar con 220 empleados temporales los 22 cementerios de la red municipal, que por lo demás se vio obligada a recortar en 60% su plantilla de 257 sepultureros por pertenecer a grupos de riesgo.
El Vila Formosa I, en la periferia de San Pablo, se extiende de forma interminable ante la vista. Se estima que en sus 750.000 km2 reposan los restos de 1,5 millones de personas. La tarde del 31 de marzo, los cajones se sucedían con tal rapidez que los sepultureros tuvieron que pedir unos minutos para terminar con un entierro antes de comenzar el siguiente.
San Pablo, epicentro de la pandemia en Brasil, totaliza más de 150 de los 241 muertos por coronavirus en el país desde que se registró el primer contagio en febrero. Pero la demora del diagnóstico desfasa la cifra. La Secretaría de Salud contabiliza 201 exámenes de fallecidos a la espera de resultado.
El diagnóstico de José de Santana, de 77 años, es uno de la lista. Su hijo, Genilton de Santana, enterró a su padre acompañado apenas por un amigo. Con una máscara blanca y los ojos llenos de lágrimas, muestra el acta de defunción. “Muerte a aclarar, aguarda exámenes”, aparece en el renglón de la causa. “¡Muestren esto para ver si las personas empiezan a entender lo serio que es!”, dijo Genilton.