En un partido intenso, el Ciclón buscó y acorraló a Colón, pero el arquero sabalero fue implacable. Los dos perdieron la oportunidad de cortarse en la punta.
El escenario era ideal, el puntero visitaba al campeón y dos estilos bien definidos auguraban un partido lleno de variantes. Y así fue. Porque lo único que le faltó a la noche en el Bajo Flores fueron los goles. Es verdad que son lo más importante del fútbol pero si hay un culpable de que San Lorenzo no derrotara a Colón ese fue Germán Montoya. Esta vez el milagro no lo hizo el Papa Francisco, sino las manos del arquero visitante que fue una pared infranqueable para un Ciclón sin ideas y que se fue con más dudas que certezas y sin la punta.
El asegurarse la posesión puede ser un factor clave por dos motivos: sin la pelota se corre menos que el rival y es la mejor manera de defenderse. El atacar no lo mencionamos porque San Lorenzo abrumó en el porcentaje de tenencia del balón pero no pudo transformarlo en ocasiones de gol. Una de las razones fue el buen partido del doble pivote que paró el visitante conformado por Videla y Meli. El orden, pero sobre todo, la falta de lucidez de un local escaso de ideas hicieron que los minutos pasaran y que la historia se repita una y otra vez.
El local iba, merodeaba el área santafesina pero careció de la chispa que en el torneo pasado le dieron jugadores como Piatti, el jugador que más bajó su rendimiento con relación al campeón del Inicial. Esa gambeta que resuelve defensas cerradas, que marca la diferencia en el mar de las igualdades en las que navega el fútbol argentino, fue lo que le faltó al Ciclón. Los minutos pasaban y Colón se sentía cada vez más aplomado en su esquema de aguantar y lastimar de contra. Por eso tras los 45 minutos iniciales el empate sin goles dibujó lo que pasó dentro del campo.
La diferencia entre un equipo que se armó para repetir el título con uno que lucha por no irse al descenso, a pesar de ser el líder del campeonato, son las variantes con las que cuentan los entrenadores para resolver las ecuaciones que se plantean en el verde césped. Por eso no sorprende que todas las llegadas de San Lorenzo llegaran con los cambios. La entrada de Matos fue clave. Pero en este Colón milagroso, cuando no aparece un zapatazo de afuera del área de algún volante entran en escena las manos de Germán Montoya. Porque si hay un culpable de que el local no se haya quedado con el triunfo, y la punta del torneo, fue el arquero ex Vélez. En su seguridad se basó el punto que se lleva un Colón que solo puede ser alcanzado por Estudiantes, si es que gana el clásico ante Gimnasia.
La otra cara es San Lorenzo. Un equipo que todavía no logra plasmar en la cancha la idea del nuevo entrenador y que está en la lucha por las mismas individualidades que lo hicieron festejar hace poco más de tres meses.