Dos goles de Angel Correa y uno de Héctor Villalba aplacaron la crisis emocional generada por la derrota en la final de la Copa Argentina. El público, de la tibieza al aplauso del final.
Tardaron 43 minutos. Una eternidad. Que la primera emoción del partido haya llegado recién sobre el final del partido fue un síntoma. Ese gol de Angel Correa no sirvió para que San Lorenzo sumara tres puntos. Cumplió, en realidad, una función más caritativa: convencer de que no fue tan inútil clavarse dos horas de este tedioso San Lorenzo-All Boys. Porque hasta que Romagnoli tomó la pelota, encaró y empezó a juntar rivales para generar el hueco, el encuentro daba para preguntarse si tenía sentido perderse semejante noche primaveral para aburrirse en el Bajo Flores. Cuando el Pipi habilitó a Correa después de un rebote fortuito en un defensor, todavía hubo quien se cuestionaba por qué no había ido a ver la última de Woody Allen. Y recién cuando el delantero definió abajo, al rincón, y Nicolás Cambiasso no llegó, recién ahí se despejó el instinto de un zapping furioso mientras llega la moto con la pizza.
Antes de ese gol, antes de ese minuto 43, la nada misma. Una filtrada de Enzo Kalinsky entre los centrales que definió mal y un disparo de Espinosa que pasó cerca del palo. ¿El resto? Imprecisiones, juego previsible, sin riesgos ni adrenalina. Ni Romagnoli ni Piatti ni Vilalba. Ni Colazo ni Cámpora. El equipo de Juan Antonio Pizzi se pareció más al que perdió la final de la Copa Argentina con Arsenal que al que persigue de cerca al puntero Newell’s. El de Julio César Falcioni, en cambio, fue tan fiel a si mismo que ni siquiera reaccionó cuando estuvo en desventaja.
Cuando faltaban quince minutos para el cierre llegó la segunda emoción. A los 29 Correa, otra vez Correa, corrió, arrastró defensores, guapeó y puso el 2-0. Y sobre el final, con All Boys entregado y resignado, Villalba aprovechó un pase sutil de Ortigoza que lo dejó mano a mano y sacudió el arco de Cambiasso. Fueron los episodios que le faltaban al partido para evacuar cualquier arrepentimiento. De aquel inicio tedioso, tibio, olvidable, San Lorenzo saltó a este final con tres goles que sirven para que siga prendido y, además, como paliativo para reparar el cachetazo que le dio Arsenal el miércoles. Del otro lado, Falcioni sumó otra derrota, y su situación frente al plantel de Floresta es por lo menos inestable.
Ahora, sin Copa Argentina, San Lorenzo tiene la mira puesta en el torneo Inicial. Anoche, a pesar de que desperdició un tiempo, dejó en evidencia que el objetivo es Newell’s. El envión anímico de este 3-0 provoca entusiasmo. Ese entusiasmo que tardó en aparecer pero que al final contagió al Bajo Flores