El chanfle perfecto a Barovero será utilizado por sus admiradores para pedir su permanencia en junio. ¿Debe la dirigencia renovarle?
“El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos y el amor no lo reflejo como ayer. En cada conversación, cada beso, cada abrazo, se impone siempre un pedazo de razón”, de Silvio Rodríguez.
Juan Román Riquelme ha sido un jugador único y genial. Él fue capaz de revolucionar un partido, de transformarlo por completo, de imbuirse mágicamente para marcar un antes y un después: pocos futbolistas han podido hacer eso en el más alto nivel. Riquelme fue intenso sin ser hiperactivo, veloz sin correr rápido, fue una pesadilla para el defensor sin producir pánico. Seguramente no todos coincidirán con el uso del tiempo verbal, porque piensan que: “Riquelme no fue, es”. Así se abre el debate.
El tiempo es un invento del hombre. Un minuto, una hora, un partido, un día, una semana, un campeonato, una temporada, son todas convenciones diseñadas para tener un registro. El reloj y el calendario son herramientas. Al fin de cuentas, el tiempo es una magnitud de carácter físico que permite ordenar la secuencia de sucesos.
En el fútbol pasa lo mismo: sucesos, movimientos, cambios. Las instituciones ganan títulos o sufren descensos; el jugador debuta, crece, genera recuerdos y posteriormente le deja el lugar al siguiente. Aunque nos cueste asumirlo, esta es una realidad inherente al futbolista. Los ciclos generalmente se desarrollan con normalidad, el atolladero sólo se produce cuando el que debe salir ha sido muy bueno y los que pugnan por entrar no brindan esperanzas de, siquiera, rozar ese nivel. Ese tránsito institucional es el más difícil del fútbol: relegar al histórico que decae paulatinamente en su performance, para ubicar a otro que probablemente nunca alcance el nivel que supo tener el que ha de salir. En ese dilema andan Riquelme y los dirigentes de Boca.
La primera vez que vi jugar a Román fue en el viejo estadio de la calle Boyacá. En la cancha abundaban los botines Fulvencito y las gradas eran de tablones. Ambos teníamos diez años, él jugaba de mediocampista central para la categoría 78 de Argentinos Juniors y yo para la de Vélez. No era necesario ser un visionario para percatarse de que el que estaba enfrente era un jugador distinto. Han pasado infinidad de sucesos desde aquel momento hasta la actualidad. Ahora el “Diego Armando Maradona” es un coqueto estadio de cemento, los pibes de divisiones inferiores usan un sinfín de modelos de botines coloridos y nuevos, pero el talento de Riquelme, al momento de “acariciar” la pelota, sigue latente.
En sus dieciocho años en 1ª, Riquelme jamás se acostumbró a ocupar un rol secundario. Su forma de ser y de jugar, lo han llevado a manejar todos los resortes futbolísticos de su equipo. Bajo su tutela, por distintos motivos, nunca creció nadie que pudiese hacerle sombra. El inconveniente para Boca es que ahora Román ya no es el jugador gravitante que supo ser en otros tiempos, sigue teniendo sus destellos (cada vez más esporádicos) pero no juega con continuidad y tampoco aguanta todo el trámite del partido (sin ir más lejos ante River tuvo un buen primer tiempo y pidió el cambio en el segundo).
El presente de Boca no es exclusiva responsabilidad suya. Si bien es cierto que hace años se cargaba el equipo al hombro y ganaba, también hay que pensar que los compañeros de hoy, no son tan decisivos como, en su momento, lo fueron Guillermo, Palacios, Palermo o Tevez.
Su contrato finaliza el 30 de junio. Hay posturas encontradas en cuanto a su futuro. Se comentaba que este podía ser su último Superclásico y una prueba de fuego para decidir, por sí o por no, su continuidad. Su chanfle perfecto a Barovero, por encima de la barrera de ocho jugadores (algunos de River y otros puestos por Boca para obstruir la visión del arquero), será utilizado por sus admiradores para pedir su permanencia. En el partido no hubo mucho más de él para resaltar. Riquelme dice que no se retira, que jugará hasta los 40 años, pero la cuestión es: ¿debe la dirigencia de Boca renovarle el contrato?
Cada uno tendrá su opinión, pero el análisis debe exceder el exquisito gol de tiro libre, sino Chilavert podría seguir atajando todavía en Vélez.