La Academia alcanzó su propia marca al anotar media docena de goles en dos partidos consecutivos como visitante. Antecedentes históricos.
Alejandro Fabbri
La Academia produjo algo impresionante hace muy pocos días. Hizo seis goles en dos partidos consecutivos como visitante, algo absolutamente inesperado que le permitió marcar un registro casi único en su larga historia. Racing goleó 6-3 a Unión el pasado 6 de marzo en Santa Fe, con tantos de Noir, Gastón Díaz, Milito (2), Roger Martínez y Lisandro López, en tanto que el 21 del mismo mes venció también por 6-3 a Atlético de Rafaela en el propio terreno de la Crema. Allí los tantos los hicieron Acuña, Lisandro López (2), Nico Sánchez, Bou y Facundo Pereyra.
En suma, hizo 12 goles en dos partidos seguidos como visitante, con el detalle de que ninguno fue de penal ni de tiro libre y encima, se anotaron nueve jugadores diferentes para conquistar los tantos. Cuando sucedió el segundo resultado, nos pusimos a buscar de manera frenética y exhaustiva un antecedente de otro Racing que hubiese producido semejante catarata de goles fuera de Avellaneda.
Revolvimos archivos y gracias a la más eficiente ayuda de nuestro sistema de clasificación en la notebook, dimos con un caso igual, pero un poco mejor por la diferencia de goles. El único detalle es que cuando Racing hizo media docena de goles en dos encuentros consecutivos como visitante fue en 1915. Sí, leyó bien, en 1915.
La Academia fue el primer gran campeón del amateurismo con jugadores que no tenían relación con los británicos precursores o sus descendientes. Después del fenomenal ciclo de Alumni entre 1900 y 1911, Racing fue la sensación de la segunda década del Siglo XX. Llegó a la Primera División para 1911, tras vencer en la final a Boca Juniors. Justamente, la aparición de Racing coincidió con la despedida de Alumni, el mítico equipo que habían formado los alumnos y egresados del Buenos Aires English High School bajo la conducción excepcional de Alexander Watson Hutton, el escocés que divulgó el fútbol como nadie.
En aquel 1911, Alumni y Racing se enfrentaron en dos ocasiones: la futura Academia ganaría el primer partido por 3-1 en Avellaneda, con tres goles del formidable delantero Alberto Ohaco. En la revancha, los viejos campeones que ya habían iniciado su despedida los vapulearon por 5-1. Alumni fue campeón tras vencer en el desempate a Porteño en tanto que Racing ocupó el cuarto puesto detrás de San Isidro, el actual CASI del rugby.
Campeón desde 1913 hasta 1919 incluido, se quedó con esos siete títulos seguidos y se ganó para 1915 el apodo que lo acompañaría para siempre, la Academia. Nacido y criado en Avellaneda, por aquellos años ya el choque contra Independiente, el inquilino que nació en el centro porteño y tras una breve localía entre Flores y La Paternal, llegó a la zona para quedarse allí y dar vida a un clásico enorme, de trascendencia nacional.
Para el torneo de 1915, en el que consiguió las dos goleadas mencionadas, Racing lucía orgulloso su camiseta celeste y blanca a rayas verticales por tercer año consecutivo. Con la llegada de San Lorenzo a Primera, ya se tenían que medir los futuros cinco grandes en un mismo torneo. Arrancó venciendo 4-1 a Comercio en Núñez y dejó el primer punto en la cancha de Ferro ante el local. Después llegaron victorias en serie ante Quilmes (2-0), Belgrano Athletic (3-0), Huracán (1-0) y San Lorenzo (4-1 en Ferro, el Ciclón aun no tenía cancha propia).
Para el 23 de mayo, Racing visitó a Boca en la cancha de Sportivo Barracas –ubicada en el cruce de las calles Iriarte y Santa Elena- y lo goleó por 6-0. Cinco tantos de Alberto Marcovecchio y uno de Alberto Ohaco sellaron un resultado impensado, aunque todavía se mantiene la discusión sobre si Ricardo Pepe no hizo uno de los tantos atribuidos al popular “Marcovio”.
En la semana siguiente, Racing no tuvo sobresaltos para vencer 4-0 a Atlanta en condición de local y el 20 de junio jugó nuevamente como visitante: allí repitió el resultado, fue un contundente 6-0 ante Banfield, con los mismos autores. Marcovecchio metió cinco y le dejó uno a Alberto Ohaco.
Nunca más, ni antes ni después, Racing pudo convertir una docena de goles en dos partidos consecutivos en calidad de visitante. Nunca hasta 2016, un siglo y un año después. Un elemento más para demostrar que la historia no empezó en 1931, cuando nos hicieron creer que el fútbol no había tenido infancia ni adolescencia. Aquel Racing marcaría un rumbo en esos años y se ganaría el afecto popular para siempre.
Sin embargo, registra otro récord aún no superado: en el torneo de 1938, la Academia –que no ganaba el título desde 1925 y debió esperar hasta 1949- produjo una marca que hoy sería imposible de conseguir. Metió 24 goles en tres partidos consecutivos, a razón de 8 tantos por encuentro.
El 2 de octubre aplastó a Platense en Avellaneda por 8-2 (tres goles del tanque Evaristo Barrera), la semana siguiente goleó 8-2 a Estudiantes en la vieja cancha pincharrata (tres goles del habilidoso Vicente “la Bordadora” Zito) y a los siete días despachó a Lanús por 8-1, de nuevo en Avellaneda, con cinco tantos de Barrera, el temible cañonero de entonces. Esta marca tampoco pudo ser superada en el fútbol de Primera A.
Los récords están para ser batidos dicen muchos. Éste es el caso: tardó un siglo y un año para producirlo, pero todo llega. Lo consiguió Racing, dejando atrás su propia marca. Como para valorarlo y disfrutarlo. Aunque los temerosos de siempre quieran encontrar errores en los seis tantos recibidos en lugar de gozar la docena de pepinos convertidos. Cosas del fútbol. El miedo y la audancia. El talento y la mediocridad. Existió siempre y así seguirá.