Racing tuvo su baldazo

La academia llegaba con dos partidos ganados y el pecho inflado, pero el equipo de Alegre, que no tenía puntos, lo bajó de un golpe. Justo a una semana del choque contra Independiente.

¿Cuál es el verdadero Racing? ¿El que fue un violín en el debut, ante Defensa y Justicia, y jugó tranquilo y de memoria como si los muchachos se conocieran desde las inferiores? ¿O el manojo de nervios de ayer, equipo histérico que a los 35 minutos ya tenía tres amonestados? ¿Es tal vez el que se bancó la presión de su propia gente contra San Lorenzo y pegó en el momento justo? ¿O el de ayer, una escuela de cómo tener la pelota sin saber lastimar?

Racing recibió un bife con puré en la cara y de repente se convirtió en un paciente psiquiátrico. Fue 4-0, y si bien es cierto que el resultado parece exagerada, también lo es que pudo haber sido todo peor. Se explica este raro fenómeno en una línea: Racing tuvo más la palota y fue siempre ambicioso, pero pagó en dólar blue cada vez que lo atacaron.

Las culpas del golpe están en defensa, en el medio y en ataque, porque ayer nadie se salvó. Atrás, Sánchez fue un Sánchez más de la guía, Lollo pasó de mariscal a guitarrista en apenas seis días, y Pillud fue el de siempre: empezaba las jugadas como Cafú en sus mejores épocas, y las termina como Cafú hoy.

En el medio, Acuña se quedó sin picardía y salió rápido, Videla fue más desordenado que su melena, y el resto fue intrascendencia, incluso el ingresado Centurión.

Y adelante, tema aparte: ¿puede un equipo tener billetera para incorporar a 14 jugadores y que el primer suplente sea Castillón? Tal vez explote alguna vez, pero sería un caso atípico: en Godoy Cruz jugó 104 partidos e hizo sólo 11 goles, y en Olimpo jugó 19… y quedó zapatero. Es curioso que un equipo con tantas caras nuevas tenga hasta ahora como su mejor figura a Hauche, uno de los viejitos.

Los hinchas de Racing, que no pudieron ir a la cancha, trataron de evocar por un segundo al mejor Chelo Delgado, pero escuchaban Fútbol para Todos y el llanto se mantenía.

Tigre fue practicidad en estado puro. Salió con una remera pijama sólo para distraer, porque nunca estuvo más despierto. Y con orden y algunos chispazos de calidad, acabó la historia.