El coiffeur llegó al ambiente del fútbol de casualidad y contó algunos secretos de los más coquetos. ¿Qué le piden Driussi y Bou? Fotos.
El ruido de secadores y rasuradoras domina el ambiente. Es un salón angosto pero espacioso. Aquí, en el corazón de Colegiales, un grupo de peluqueros hace su arte. De espaldas, la cabellera de cada cliente sentado frente al espejo es un clon que se repite a lo largo de una hilera de ocho asientos: el pelo bien corto al ras en los costados y arriba distintas creaciones, líneas hechas con navaja y jopos.
Mucho jopo. Desde el fondo, como un bon vivant de otro tiempo, Dário Del Casale apura su tijera. Tiene que terminar un corte porque, a un costado, un grupo de jóvenes, cuyas cabelleras parecen ya haber sido atendidas, esperan su turno. “El hombre ahora se corta una o dos veces por semana”, dice Dário, dando la bienvenida. A su lado, su padre atiende otro cliente. Hugo del Casale abrió en 1972 una peluquería de caballeros llamada Il Figaro, la misma que hoy se mantiene y que ha encontrado un nicho: los jugadores de fútbol.
Aunque Dário advierte de entrada que no le gusta que lo asocien a ningún club. “Yo no me creo peluquero de nadie. Adonde me llaman, voy”, dice tajante el estilista que hoy es cada vez más requerido por planteles como Estudiantes, River, Newell’s, Tigre, San Martín de San Juan, Racing y San Lorenzo, entre otros. Cuenta que la llegada de los jugadores fue por casualidad. “Todo comenzó con el Tirri, el primo de Tinelli, quien comenzó a venir; y me empezó a recomendar. Hasta que un día vino Tinelli, alguien a quien sigue mucha gente del fútbol. Entonces empezaron a venir”, cuenta. El boca a boca hizo que el Tano –así le gusta que lo llamen– aumente el flujo de jugadores a tal punto que no le quedó más remedio que ir a hacer su trabajo a los clubes. Pero existe otra variable de su éxito: muchos de los futbolistas de hoy se cortan el pelo una vez por semana. “Hay épocas que a River voy dos veces por semana”, detalla.
—¿En qué momento se encuentra con los jugadores?
—Terminan de entrenar y voy. Por lo general me piden que vaya un día antes del partido. A River fui esta semana dos días antes del partido, el martes por la noche, porque el miércoles viajaban para Ecuador.
—¿Qué le piden los jugadores de hoy?
—El corte bien rasurado abajo y a los costados, y mucho producto.
—¿Se hacen baños de crema?
—No, uso pomadas. Ahora tengo una de mi línea que es un sueño.
—¿Cómo?
—No digas gel, que eso no existe más. Es un producto orgánico que hace que el cabello quede peinado de forma natural. No parece puesto, ni queda como pelo mojado. Eso no se usa más. Es lo que el jugador busca. Todo esto lo traigo de viajes que hago a Nueva York, Miami y Los Angeles.
Mi lema es: “Mientras los demás duermen, yo investigo”. También me piden alisados, la raya con navaja. De todas formas, la mayoría se sienta y me dice: “Tano, hacé lo que quieras”.
—¿Así nomás?
—Te lo juro por mis hijos. Yo arranco, le corto, se lo bajo bien degradé y luego el jugador me va diciendo. Luego van mutando, aparecen las variantes, los jopos. Me dejan crear.
—Pareciera que todos tienen el mismo corte por momentos.
—Tiene que ver con modas.
El Mundial de Brasil fue la explosión. Marco Reus, por ejemplo, fue uno de los primeros que empezó a usar la raya. ¿Italianos? Tenés a Marco Borriello, con un corte bien pelado abajo, como una doble capa.
—De los que les cortás, ¿quién es el que más cuida su cabellera?
—Sebastián Driussi, de River, es el más coqueto.
—¿El más obsesivo?
—(Gustavo) Bou, de Racing, es recontracoqueto. Se llegó a cortar el pelo cada tres días.
—¿Alguno cabulero?
—El Japo Rodríguez, de Tigre, un capo. Hace un gol y me dice que tiene que cortarse el pelo conmigo de inmediato. Después, siempre el mismo ritual: el jueves y el sábado vine acá o voy a retocárselo. A varios de ellos vamos con mi equipo dos veces a atenderlos y hasta me pasó que tuvimos que hacer dos equipos en un mismo día: ¡Tigre y Newells!
—¿Le costó entrar a los vestuarios?
—La verdad que no. En Tigre nos pasó con Alfaro y Cameronesi, que no querían peluquero. Pero después con (Pedro) Troglio pudimos.
—¿Por qué el jugador confía en usted?
—Porque hago bien mi laburo y no soy molesto. Cuando voy, los saco del tema del fútbol. Y no les rompo las bolas con las fotos. Otros peluqueros hacen un corte, una foto. Yo no.
—¿Alguna vez alguna botinera que le corte el pelo?
—No, nunca. De hecho cuando vienen los chicos o yo voy, nunca están con sus novias o esposas.
—¿Le gustaría cortar en la Selección?
—Es un sueño, estoy muy cerquita.
—Desde 1972 está en Colegiales. ¿Se iría del barrio?
—Jamás.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.