Por Edgardo Martolio | Los ‘contras’ de siempre me detonarán por tres nombres que brillan por su ausencia entre mis destaques. Los top.
Edgardo Martolio
Los torneos cortos le devolvieron al fútbol argentino la emoción que había perdido en los ochenta; el nuevo formato, sin embargo, demoró más de una década para que muchos entendiesen la necesidad del resguardo inicial y el sprint final, para que la camada de entrenadores de entonces viese que no había que defenderse. Los tres puntos por victoria fueron los que ayudaron, definitivamente, a cambiar el panorama. A partir de ellos, todos se dieron cuenta de que empatar es perder con disculpa, vale poco y nada. Paso a paso, cada año, los Aperturas y Clausuras, fueron dándole cabida a emociones olvidadas.
En el nuevo siglo, los clubes Grandes debieron resignar varias vueltas olímpicas a manos de inesperados campeones: Arsenal, Lanús, Banfield… Todos pasaron a creer en lo imposible. Cada club sin historia vencedora se deshizo de ese Calígula de Camus que luchaba por lo imposible y los estigmatizó por todo un siglo. ¡Ahora se puede! Son otros tiempos. Y si todos quieren ganar, gana el fútbol. Fue lo que vimos, principalmente, este último semestre.
La estatura de los torneos creció aunque muchos confunden esa ‘mejora de campeonato’ con ‘nivel de juego superior’ que casi no se produjo. Lo que hubo fue más osadía y más belleza. Pero más emoción, más goles y más paridad, no significa más calidad ni más cracks en cancha, simplemente porque los mejores se van rápido, a veces ni siquiera debutan en primera. Sea como sea, todo está mejor, mucho mejor, sin dudas así es ‘más lindo, más agradable’, menos pasteurizado.
El recién finalizado Torneo de Transición ‘Ramón Carrillo’, por la irregularidad reglamentaria y renguera competitiva de no condenar a nadie al descenso, permitió que los clubes extremen esas posibilidades, proyecten más jugadores de inferiores y se arriesguen con entrenadores sin pergaminos (entrenadores que retribuyeron con audacia cada oportunidad). Todos estos factores reunidos nos permitieron ver un certamen apasionante. Especialmente cuando jugaba River: mucho más saludable y verdadero que el pirotécnico show del ‘panqueque’ Lanata. Pero no fue sólo River, casi todos los equipos fueron ofensivos, la mayoría intentó jugar ‘la nuestra’, en general se especuló poco y nada. ¡Al fin!
Si hacemos un balance entre posibilidades, historia, presupuesto económico, propuesta y rendimiento sólo decepcionó el Rosario Central de Russo (y en el inicio, más aún, el Boca de Bianchi). Porque hasta Tigre, Quilmes y Defensa y Justicia, dentro de sus limitaciones intentaron jugar. Para que nos envidien los europeos con sus millones y sus rigideces y dejemos de babearnos con sus partidos generalmente rústicos pese a sus estrellas individuales. El fútbol europeo nos encandila con su velocidad, sus pulposos contratos y ordenados estadios, pero futbolísticamente hablando hay poco para aprender de ellos: seguimos enseñándoles cómo se juega. Por eso les exportamos muchos jugadores de segunda categoría que allá los consagran.
Esta nueva propuesta, de retorno a las fuentes tradicionales, acabó con el cubismo futbolero, que empezaba a tornarse cada vez más hermético y menos vistoso. La idea de vanguardismo con sus formas geométricas, preferentemente rectas, si el trazo de los artistas (la gambeta, la pisada, el amague) estaba desnaturzalizando al fútbol que siempre fue, que conocimos en sus albores y que nos apasionó por su estética inigualable. Lo que vimos en el último semestre podrá no ser moderno, pero es estético y tiene los tonos de nuestra pertenencia, es de aquí, es para los ojos además de servirle al resultado, al juego colectivo y a todo lo que queramos designarle.
No por acaso dos equipos argentinos se quedaron con las Copas Libertadores y Sudamericana. Todo lo que en los ochenta, por marcar una fecha se rechazaba y que había comenzado a copiarse en los sesenta, volvió a tener valor. La táctica –que es fundamental– dejó de ser la protagonista absoluta para que el jugador retome los pinceles de la creación y se exprese libre de ataduras. Aquello dejó sus secuelas, aniquiló a los ‘wines’, modificó a los laterales, pero volvió a ser más abierto, más de pie; se permitió improvisar. Aún cuando entrenadores bienvenidos como Cocca y Almirón dejen en el banco a sus cracks más desequilibrantes (Hauche y Pisano, respectivamente).
En un torneo así era obvio que aquellos jugadores con capacidad para desenvolver un fútbol de mayor jerarquía se mostraran sin inhibiciones. Lejos de las presiones resultadistas y las amarras del pizarrón, los que saben, los talentosos, se expresaron con la libertad que pedían y merecen. Hubo aplausos que el fútbol local nos debía. El mejor ejemplo se encarna en el jugador más destacado del campeonato: Federico Mancuello, de Independiente. Un habilidoso que su confuso club llegó a descartar prestándolo a Belgrano de Córdoba.
Mancuello siempre fue una auspiciosa insinuación. Mal aprovechada. No lo dejaban jugar. Necesitaba de un torneo como el recién vivido y un entrenador como Jorge Almirón para contarnos quien realmente es: bastante más de lo que muchos apostaron. Hasta hizo goles olímpicos… Se animó a lo que el cubismo tacticista prohibía. Y jugó para el equipo. Y puso pierna, corrió y marcó. Fue completo. Fue el mejor.
Algo similar sucedió con el mejor jugador de River, el uruguayo Carlos Sánchez, que también había emigrado, a préstamo, para volver y explotar al punto de ganarse una oportunidad en la selección ‘Celeste’. Sánchez ya había demostrado su valía en Godoy Cruz, pero el River de Ramón Díaz no lo midió en su totalidad. Gallardo lo dejó jugar. ¡Y cómo jugó! Fue el motor de River, es crack porque su sacrificio no reniega con su calidad.
El tercer mejor crack del torneo fue Lucas Pratto, hoy por hoy el mejor delantero argentino. Un tsunami. Generoso y goleador. En un Vélez de proyecto ahora interrumpido –pobre ‘Fortín’–, repitió lo que venía haciendo en los Vélez de Gareca: todo. Todo lo que puede hacer un delantero. Recupera, colectiviza, y define. Formidable. Si el ‘Tata’ Martino no lo convoca será injusto: obviamente ya fue transferido al exterior, a Brasil (cómo no fue a la Europa clásica difícilmente se lo acompañará…).
La gran sorpresa fue el ecuatoriano Jaime Ayoví que, de haber jugado todos los partidos –llegó tarde– hubiese sido el goleador del campeonato (actuó solo 13 veces y no siempre desde el inicio, pero marcó 9 goles). Fantástico. Merece un club grande. Es el 9 que precisa Boca. O Vélez para sustituir a Pratto. Si fuese brasileño ya estarían todos atrás de él, pero es ecuatoriano, precisa demostrar más que otros aunque sea superior al resto. Todavía tenemos esos preconceptos. Aún nos pasan esas cosas. Tan ‘argentas’. Un pataduras inglés nos enamora más que un crack del Pacífico.
La revelación es el central de River Germán Pezzella. Lo digo hoy: será el back derecho de la Argentina en el Mundial de Rusia en 2018. Tiene todo. Tanto que dejó a un defensor consolidado como Jonathan Maidana en el banco de suplentes. Y al magnífico colombiano Éder Álvarez Balanta también. Pezzella se ganó el puesto disputándolo con quienes mejor lo cubren en el país. ¡Felicitaciones! Que su compañero Leonel Vangioni haya terminado en la Selección es otra sorpresa, pero sus condiciones siempre estuvieron expuestas, le faltaba ese ‘algo más’ que le ofreció River. Igual no es el ‘tres’ ideal, no es Tarantini. Ni Carrascosa. Mucho menos Marzolini. Que sea mejor que Marcos Rojo no significa mucho, pero no sé si es mejor opción que el también ex Newell’s Cristian Ansaldi, hoy en el Atlético de Madrid.
Los siguientes demás destacados fueron confirmaciones de clubes ‘Chicos’ que pasaron a clubes ‘Grandes’, como el ex Belgrano Luciano Lollo y el ex Colón Ezequiel Videla, que en el Racing campeón se convirtieron en sus bastiones defensivos. Julio Buffarini, pese a integrar un San Lorenzo desmotivado, no dejó de gritar con su fútbol que está para que lo compren los que tienen dinero, es decir, los europeos. Leonardo Pisculichi repite el caso de Vangioni, precisaba de una vidriera mayor para que la gente se enterase de todo lo que juega. Pisculichi es el jugador más parecido a la esencia histórica y nacional que tuvo este torneo. Le falta resistencia física para ser un fenómeno.
Los mencionados, junto al arquero de Lanús, Agustín Marchesín, que también ya fue transferido (México) y que no hizo otra cosa que confirmar lo que venía atajando en temporadas pasadas, constituyen el equipo ideal del torneo Transición:
Marchesín (Lanús) 8 pts
Lollo (Racing) 7,50 pts Pezzella (River) 8 pts
Buffarini (San Lorenzo) 8 pts Vangioni (River) 7,50 pts
Videla (Racing) 8 pts
Sánchez (River) 8,50 pts Mancuello (Independiennte) 9 pts
Pisculichi (River) 8 pts
Ayoví (Godoy Cruz) 8 pts Pratto (Vélez) 8,50 pts
Pero esos once no fueron los únicos que jugaron para el aplauso y con continuidad. Hubo otros, un peldaño apenas abajo, que también dieron satisfacciones y podrían formar un seleccionado alternativo del campeonato casi con la misma relevancia. Como el arquero y los laterales de Gimnasia, los otros centrales de River, los pibes Kranevitter y Correa (el de Estudiantes) y el gran descubrimiento: Gustavo Bou, que de odiado pasó a amado en Racing. También otro retornado, el uruguayo –uno más– Rodrigo Mora y el ex Colón que Arruabarrena usó en Boca y Bianchi descartaba, César Meli, integran esta nómina. Entre ellos no puede olvidarse el posiblemente último gran torneo del eterno Maxi Rodríguez.
SELECCIONADO ALTERNATIVO: En el arco: Fernando Monetti (Gimnasia y Esgrima) 7,50 pts. Línea de cuatro: Facundo Oreja (Gimnasia y Esgrima) 6,50 pts, Jonathan Maidana (River Plate) 6,50 pts, Ramiro Funes Mori (River Plate) 6,50 pts y Lucas Licht (Gimnasia y Esgrima) 7 pts. Medio campo: César Meli (Boca Jrs.) 7 pts, Matías Kranevitter (River Plate) 8 pts y Joaquín Correa (Estudiantes de La Plata) 7 pts. En el ataque: Rodrigo Mora (River) 7 pts, Gustavo Bou (Racing) 7 pts y Maxi Rodríguez (Newell’s) 7 pts.
Podemos continuar, no es difícil llegar a treinta y tres destaques. Los completamos con bastante gente de Racing que vivió un gran semestre, un par de jugadores de Atlético Rafaela, el goleador de Lanús y cuatro que la rompieron en clubes con menor expresión, como fueron las figuras de Quilmes, Defensa y Justicia y Belgrano; y entre ellos el que tal vez más hizo para ganarse un lugarcito, otro oriental, Brahian Aleman que fue el alma del Arsenal de Martín Palermo. Estos podrían ser esos suplentes.
SELECCIONADO SUPLENTE: Arquero: Sebastián Saja (Racing) 7 pts. En el fondo: Gastón Díaz (Racing) 6 pts, Yonathan Cabral (Racing) 6 pts, Sergio Vittor (Atl. Rafaela) 6 pts y Leandro Grimi (Racing) 6 pts. En la mitad de la cancha: Bryan Sarmiento (Quilmes) 6 pts, Brahian Aleman (Arsenal) 6,50 pts y Washington Camacho (Def. y Justicia) 6 pts; de enganche Lucas Zelarrayán (Belgrano) 6,50 pts. Adelante: Lucas Albertengo (Atl. Rafaela) 6 pts y Silvio Romero (Lanús) 6 pts.
Podrían estar sustituyendo a cualquiera de los recién citados, Esteban Conde (Atl. Rafaela), Gabriel Mercado, Ariel Rojas y Leonardo Ponzio (River), Walter Kannemann (San Lorenzo), Milton Casco (Newell’s), Adrián Martínez (Olimpo), Gustavo Toledo (Banfield), Matías Pisano (Independiente), Lucas Wilchez (Tigre), Ezequiel Cerutti (Estudiantes de La Plata), Javier Mendoza, Maxi Meza y Alvaro Fernández (Gimnasia y Esgrima La Plata), Gabriel Hauche y Ricardo Centurión (Racing) y Jonathan Calleri, Luciano Acosta y Andrés Chávez (Boca Jrs.). Todos ellos jugaron para 6 puntos.
Como también lo hizo bien, en las pocas oportunidades que tuvo –cuando se fue Miguel Angel Russo de Rosario Central– el pibe Franco Cervi que parece ser otra joyita, ahora tiene que confirmar. ¿Podrá? Duda, aunque inversa, como la planteada por Guillermo Farré (Belgrano) que no hizo un mal torneo pero fue menos que en los anteriores. Y Farré, ya lo sabemos, es un fenómeno ‘injusticiado’ por el periodismo que no consigue verlo en su total dimensión. Ahora es tarde: en agosto cumplirá 34 años.
Así, y sin quererlo, pasamos los cincuenta jugadores de relieve en el Transición. No es poco. Especialmente en un fútbol que se limita por su exportación y exhibe sólo a aquellos que los países ricos del mundo no nos compraron (hoy, sólo en los diez principales mercados europeos hay 281 argentinos actuando: más del doble del segundo, Brasil, con 133). En un fútbol vaciado como el nuestro, tener estos elementos es un lujo que ninguna otra nación puede darse. ¡Qué torneo tendría la Argentina si, como medio siglo atrás, no vendiese ningún jugador al exterior!
No sé si el lector coincide con mis listas, un epítome muy personal, pero tampoco sé cuantos lectores miran más de una vez por torneo a todos los equipos, un poco de local, otro poco de visitante, cuando pierden y cuando ganan, cuando se quedan con diez o cuando el rival se queda con diez, cuando tienen que salir a dar vuelta un resultado o cuando tienen que cuidarlo, variantes que sólo se observan si por lo menos se ve una decena de veces a cada club: es la única manera de evaluar capacidades y rendimientos.
Por ejemplo, Fernando Gago tuvo un partido, si no me engaño contra Rosario Central en la Bombonera, que la rompió. Fue una de las mejores actuaciones individuales del certamen, del año, del lustro. Fue aquel Gago de antes del Real Madrid. Se jugó todo. Como entonces, dio gusto verlo en cancha. Se movió con nivel de selección doble ‘A’. Pero no tuvo continuidad en ese alto nivel, hubo partidos que sólo lloró, reclamó y pataleó, además de ausencias por lesiones. Como él hay otros, la mayoría, que jugaron un partido deslumbrante y punto en una docena y media larga de actuaciones.
No elogié tampoco a algunos medallones que igualmente fueron importantes en sus clubes, como el también boquense Agustín Orión, de lo mejor en su puesto aunque no fue su mejor competición, y el ‘Rolfi’ Montenegro, el tercer jugador más importante de Independiente. Pero fue eso, importante. Y nada más. Le faltó plasticidad, no puso color. Fue valioso por diversos factores, empezando por su presencia, en ese desierto de cracks que es Independiente, pero no nos deleitó; diferente de otros tiempos no nos regaló el juego que ya supo desplegar. Se le empiezan a notar los años. Y el fútbol, aunque se estiró en su faja etaria, continúa privilegiando a los jóvenes. La experiencia vale pero el físico predomina. Modernidad que le dicen. Payasada.
Sé que los ‘contras’ de siempre me detonarán por tres nombres que brillan por su ausencia entre mis destaques y que no coinciden con la opinión popular y mediática. No incluí a Diego Milito ni a Teo Gutiérrez ni el arquero ‘millonario’ Marcelo Barovero. Los tres, de distintos modos, funcionaron, sí. No estoy diciendo que no. Lo que digo es que no fueron más que ninguno de los antes mencionados aunque la prensa les haya dado espacio y elogios como a pocos, principalmente por las camisetas que vistieron, por el nombre que cargan y porque sus equipos fueron los protagonistas principales, campeón y subcampeón. Y la mayoría de la gente, ya se sabe, canta en coro. Hay pocos solistas en tiempos de redes sociales. Y la objetividad fue extinta en nuestra ‘patria burra’.
El propio ‘Tata’ Martino en un raro desliz verborrágico, no puedo pensar otra cosa, acabó de decir –en otras palabras– que nadie se sorprenda si lo llama a Milito para la Copa América a mediados de 2015. Milito es un símbolo de Racing. Pero no exageremos, el propio Bou fue más decisivo. Piagetianamente, Milito se convirtió en el sujeto epistémico del equipo en cuanto a ser ‘el centro de las atenciones’ pero no jugó ‘el papel principal’ que le confirieron (son cosas distintas). Entonces, moderemos su dimensión. Dejémoslo en símbolo porque en la Selección no tendría esa representatividad, sería un peso: puede llegar a serlo en la propia Libertadores.
Un racinguista, amigo del alma, me dice que Milito fue más que el ‘Bocha’ Maschio en el ’66. Vale todo. Pero Milito fue menos de lo que se dijo aunque haya sido mucho y no está para la Selección ni en un amistoso contra los amateurs del Auckland que casi le amargan la semifinal a San Lorenzo en Marruecos. Compararlo con el inolvidable Maschio es una falta de respeto a la memoria. Maschio hacia jugar al equipo, mientras que el equipo, hoy, juega para Milito: se convirtió en un buen pivot, pero no tiene la magia del ‘Bocha’. El significado de Milito es uno y el significante otro. Gracias por haber retornado, gracias por haber participado, pero no le agradezcamos por confundirnos.
Con el colombiano Teófilo Gutiérrez sucede algo similar. En otro exabrupto verbal, Juan Román Riquelme dijo que ‘Teo’ es un jugador distinto, dio a entender que fue el mejor del torneo Transición. No, creo que concentrado con Argentinos Juniors Riquelme jugó al truco en vez de ver FPT; no lo vio jugar. Tampoco estoy diciendo que el centrodelantero de River no funcionó. Vuelvo a reiterar lo ya dicho, simplemente no estuvo a la altura de los antes listados. ‘Teo’ hizo goles pero como Milito perdió más de los que metió. En ningún momento del certamen alcanzó el nivel que supo mostrar en Racing tres años atrás.
Teófilo Gutiérrez fue el atacante ‘Millonario’ que menos jugó para el equipo, fue el más egoísta y tuvo noches que se salvó por empujarla adentro, pero que estaba para el cachetazo. Teo no llegó a los talones de Pratto. Tampoco fue más que su compañero Mora. Convirtió menos que Maxi Rodriguez y que el ‘Granate’ Romero. Tuvo menos inspiración que Albertengo. No fue tan decisivo cuanto Gustavo Bou y se iluminó menos que el filoso Ayoví. En fin, lo aplaudieron más de lo debido.
Finalmente, Marcelo Barovero. Un arquero que por algún motivo sedujo lo suficiente en Vélez como para terminar en River. Y por cosas como el penal que le atajó al boquense Gigliotti, en la noche definitiva de la Sudamericana, se puso a la hinchada en el bolsillo. Pero Barovero es un peligro. Estuvo por debajo de los arqueros mencionados (Marchesín, Monetti, Saja, Conde), incluso atajó menos que Nereo Champagne de Olimpo, Ustari en Newell’s, Andrada en Arsenal, el ‘Ruso’ Rodríguez en Independiente y algún otro; es del nivel del hoy ‘Canalla’ Caranta, no pasa de eso aunque sea, claro mejor que quien lo sustituyó en Vélez, el uruguayo Sosa o que el arquero de San Lorenzo que acaba de mal atajar en la reciente final del mundo de clubes, Torrico).
Más aún, los dos partidos en que su suplente Julio Chiarini cuidó el arco riverplatense lo hizo mejor, con más solvencia, especialmente en las pelotas aéreas, las cruzadas, esas que dejan siempre a mitad de camino a Barovero. Chiarini no fue titular porque River continuó ganando y porque Gallardo piensa, como la mayoría de los entrenadores, que el arquero tiene que ser siempre el mismo (Matías Almeyda le enterró el promedio a Banfield con ese mismo criterio: no cambió al peor de todos, el joven Gaspar Servio).
En fin, un gran torneo, la sepultura del fútbol cubista, media centena de profesionales que nos divirtieron más que el resto, dos nombres que jugaron menos de lo que se dijo y un arquero cuya titularidad, en el arco que alguna vez custodiaron Amadeo Carrizo y Ubaldo Matildo Fillol, parece un despropósito. Ese podría ser el resumen de uno de los mejores, sino el mejor, de todos los torneos cortos de nuestro amado fútbol nacional. No es poca cosa, especialmente en un país donde a las mujeres se les complica la higiene íntima en sus vacaciones por desabastecimiento de tampones… ¡Ay país! Si no fuese por la gloriosa realidad de nuestro fútbol a veces creería que la Argentina no existe, que no pasamos de otro sueño borgiano. ¡Que viva el fútbol!
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IN TEMPORE I: Seleccionado de los peores del torneo: Gaspar Servio (Banfield); Luciano Vella (Def. y Justicia), Victor Aguilera (Godoy Cruz), Sergio Ojeda (Indep’te) y Nahuel Zárate (Boca); Federico Bravo (Boca), Diego Yacob (Def. y Justicia) y Pablo Ledesma (Boca); Juan Ignacio Cavallaro (San Lorenzo); Lucas Melano (Lanús) y Nicolás Blandi (S. Lorenzo). Suplentes, uno por línea: Sebastian Moyano (Godoy Cruz), David Achucarro (Olimpo), Franco Bellocq (Indep’te) y Santiago Silva (Lanús). Los boquenses Zárate y Bravo y los arqueros Servio y Moyano fueron, decididamente, los peores de todos. Blandi, la gran decepción para quienes creían que podía ser solución en San Lorenzo.
IN TEMPORE II: Desempate: La AFA, respetando la letra escrita, decidió que Boca y Vélez jueguen el polémico partido desempate que decidirá la suerte de ellos (y de Estudiantes) en la Libertadores. Espero que el presidente de Vélez, Raúl Gámez, también respete su propia letra: que en Mar del Plata no presente al equipo como amenazó creyendo que, sin Grondona, en la calle Viamonte todos se asustarían de sus bravatas barriales y tribuneras. Habrá que esperar hasta el 28 de enero para saber cuánto vale su palabra… Yo apuesto doble contra sencillo que Vélez juega, que se presenta. Creo que la palabra de Gámez no se parece a la de quien ocupó su mismo cargo, Don Pepe Amalfitani, un dirigente cuya palabra valía oro.