Como los jugadores prefieren cobrar en moneda estadounidense, eligen firmar contratos en ligas menores, como la de Ecuador. Seis clubes todavía no se reforzaron.
El fútbol monocultivo tiene un sólo patrón de jugador: el que no puede acceder a los dólares de otro mercado. Argentina fue granero del mundo y exportador de piernas para llenar de goles el planeta. En este libro de pases, el signo es otro: bolsillos cosidos y pobreza franciscana. Como globo de ensayo, David Beckham fue el nombre rutilante que ocupó espacio en los medios. Incluso Guillermo Tofoni, el empresario que hacía la conexión Adidas-River, prometió que el acuerdo estaba listo en un 80 por ciento. Beckham podrá venir a la Argentina alguna vez. Quizá de vacaciones.
Mientras, seis de los veinte equipos de Primera ni siquiera sumaron a uno de los dos posibles refuerzos. Boca creyó tocar el cielo con las manos cuando se le abrió un tercer cupo, a partir de la lesión del juvenil Joel Acosta. A Carlos Bianchi lo seducía la posibilidad de contar con Diego Perotti, postergado en Sevilla, pero el club español le puso candado al futbolista. Sin una billetera todoterreno, Boca por ahora parece conformarse con Hernán Grana, de All Boys, y Juan Forlín, repatriado de Qatar.
Con los números rojos y las pocas tentaciones que ofrece el fútbol argentino, el mercado se achicó. La sombra de Beckham es parte de la farsa. De un circo montado para disimular tanta flaqueza.
Semáforo verde. Tiempos de austeridad. O de sinceramiento económico. O de reacomodamiento de mercado. O del fin de una era de jugadores prestigiosos. Los representantes juegan un rol clave en las transferencias, que al parecer van detrás del horizonte del dólar y le escapan a un fútbol pesificado. Juan Cruz Oller, uno de los 218 representantes argentinos registrados en FIFA, explica: “Los representantes se tienen que conformar con ganar menos, los jugadores tienen que resignarse a cobrar en pesos y los clubes, a no exportar. Este es un proceso que, supongo, durará unos cinco años, en el cual los clubes involuntariamente van a acomodar sus números”.
En la misma línea, el representante Hernán Finesi ejemplifica: “Un jugador que viene a la Argentina tiene que lidiar con el dólar oficial, el paralelo, la inflación. En Paraguay firman un contrato en dólares y cobran dólares. Por eso la mayoría de los jugadores prefiere ir a jugar a otros países, aunque sean ligas menos competitivas”.
El prestigio de un fútbol doblemente campeón del mundo no logra poner a salvo ni siquiera a los jugadores clase B. La élite juega en Europa. Los que no alcanzan esa talla corren detrás de la moneda que obsesiona a los argentinos. En efecto, Oller traza la comparación con países que antes no rankeaban como competencia: “Hay jugadores que exigen: ‘Llevame a cualquier lugar menos a la Argentina’. Porque además de que los contratos son en pesos, cobran con varios meses de atraso y pierden con la inflación. Hoy prefieren ir a México, Perú, Uruguay”.
Sin estrellas. La muestra de la falta de recursos para atraer figuras, como sucede en el fútbol brasileño, se resume en Nicolás Blandi. El ex nueve suplente de Boca llegó para reforzar el plantel del último campeón, San Lorenzo. Su pase fue el único que incluyó una venta en lo que va del año: Boca vendió el 50 por ciento en 1,8 millón de dólares. El resto son préstamos o retornos, o la inclusión de jugdores libres. En el caso de Argentinos Juniors, rescató del Shandong Luneng de China a uno de sus futbolistas de colección. A Leonardo Pisculichi lo ganó la nostalgia. Una excepción que también explica Finesi: “Que un jugador vaya a Europa y después de unos años vuelva ya es utópico. Cualquiera prefiere quedarse a jugar en un equipo de Segunda División, o emigrar a países extraños, pero a la Argentina no. Sólo vuelven aquellos que por sentimientos tienen una profunda necesidad de volver a su club, pero son los menos”.
Miguel Calello, presidente de Vélez, ayer marcó posición: “Nuestro proyecto es apostar a los chicos de inferiores y potenciar a otros que están haciendo sus primeros pasos en Primera”.
Ejemplos de sangría son Colón y All Boys. Alguna vez tomados como modelos de buena administración, los dos clubes viven crisis que desembocaron en la salida masiva de jugadores. Una situación que puede extenderse en un fútbol que dejó de ser exportador: “El problema arrancó cuando en la Argentina se tomó a Europa como único mercado posible. Todos vendían jugadores allá, cobraban en euros y los números cerraban. Cuando dejaron de comprar la cantidad de jugadores que compraban antes, los clubes de acá lo sintieron”, señala Oller.
Encima, las grandes ligas comienzan a explorar mercados nuevos, que atentan contra la posición de privilegio que históricamente tuvieron Argentina y Brasil. Finesi analiza el caso de Alemania: “A Shinji Kagawa, por ejemplo, el Borussia Dortmund lo compró por 650 mil euros y dos años después se lo vendió al Manchester United en 28 millones. Otro caso: el corerano Son Heung-Min había llegado al Hamburgo por nada y lo vendieron al Bayer Leverkusen en 5 millones de euros”.
Los goles pesificados cotizan en baja. Nada es como era: las nuevas caritas ya no hacen ruido en el mercado local.
Golpes de efecto en el Ascenso
A diferencia de la A, la B Nacional da pequeños golpes que maquillan las caras de equipos grandes: Independiente quiere a Federico Insúa, Banfield presenta el miércoles a Walter Erviti y Huracán ayer se aseguró la incorporación por seis meses de Patricio Toranzo, uno de los futbolistas que formaron parte del equipo tiki tiki de 2009.
Miguel Callelo dio vía libre para que Pocho Insúa se pueda incorporar a Independiente, club con el que fue campeón en el Apertura 2002. Asimismo, Javier Cantero dijo que si se van Hilario Navarro y Franco Razzotti, la llegada del volante de Vélez sería un hecho.
Toranzo, de 31 años, jugó el último semestre de 2013 en el Shanghai Shenhua de China y hoy se sumará al entrenamiento del plantel que conduce Frank Kudelka.
En otro de los regresos, Erviti, que estaba en el Atlante de México, vuelve a Banfield, donde fue campeón en el Apertura 2009.