Protagonista de Al final del arco iris, la actriz define al teatro como “3D sin anteojitos”. Le ofrecen cosas en televisión que no le gustan.
Gran actriz y brillante en las comedias musicales, Karina K se ha ganado muy buena fama y algunos la califican como “un animal de teatro”. Amiga de Julio Chávez, hizo “Sweeny Todd, y ahora protagoniza en la sala Nuevo Apolo, Al final del arco iris, comedia dramática de Peter Quilter, con canciones y músicos en vivo.
El personaje de galán lo hacía Federico Amador, y ahora el director de la puesta Ricky Pashkus, aceptó su pedido de apartarse y convocó a Benjamín Rojas para que se incorporara a los ensayos con Antonio Grimau. Karina K es Judy Garland –la niña en El mago de Oz, de 1939; notable cantante, y también madre de Liza Minnelli–, Rojas, el último marido de la estrella, Mickey Deans, y Antonio Grimau, su más fiel amigo.
—¿Cómo es su experiencia en esta obra y cómo
son sus personajes?
—Esta obra es para mí la mayor satisfacción. Escucho todo el tiempo la música de Judy, me impregno de su energía. Además, para cambiar mi máscara y acercarme a ella, cuando arrancó el proyecto hace un año y medio, empecé una dieta con un nutricionista [con lo que adelgazó casi 10 kilos]. Mostramos a esta mujer, dotada desde su infancia, con gran sensibilidad y sentido del humor, pero que luego caía en la oscuridad más profunda. Había perdido a su padre siendo adolescente y quedó con su madre, quien la explotó y la obligó a estar flaca. En las compañías de cine, le daban anfetaminas para que rindiera filmando. Pero en la década del 30, no se sabía nada de las consecuencias de consumir psicofármacos.
—¿Cómo ves la actualidad de las adicciones?
—Hoy por hoy hay una conciencia de que la efedrina, que tomaba Judy, es negativa, es nociva. Está prohibida en muchos países, aunque hay médicos que la recetan o se incluye, oculta, como sustancia en pastillas para adelgazar.
—Judy vivió éxitos y fracasos. ¿Cómo es la relación de ustedes con los éxitos y fracasos en sus carreras?
—El éxito es tan relativo… A veces un proyecto funciona desde lo artístico, pero no en la boletería. Nos pasó con Sweeney Todd [en 2010]: Julio Chávez a la cabeza, un coro de lujo, el maestro Favero con unos arreglos exquisitos… se llenaba el Maipo, pero no se cubrían los gastos operativos semanales. Yo ensayé un año, y fueron dos meses y medio de función. Fue “colibrí”, como diría Batato Barea: cortito, vino y se fue.
—¿Por qué no estás en la televisión?
—No estoy en televisión porque, ¡es tremendo!, ¡no me gusta lo que me ofrecen! Me encasillan en algo que no me interesa. Me da orgullo estar en Caídos del mapa, thriller para chicos, de María Inés Falconi, en PakaPaka; y mi personaje en La maga y el camino dorado, para Nickelodeon. Pero las pocas cosas de naturalismo que me ofrecen en tele no me atraen. Ya llegará el proyecto adecuado. Como decía el conde de Montecristo: confiar y esperar.
—¿Cómo definís al teatro?
—El teatro es artesanía, autoconocimiento. ¡Es 3D, sin anteojitos!