No hace falta estar en el Mundial para ver los problemas de corrupción, sobreprecios, coimas y despilfarros en Brasil.
Pablo Marchetti
Bueno, está bien, lo reconozco: me equivoqué. Por un momento pensé que las protestas callejeras, que el movimiento anti-Mundial, que las denuncias de corrupción, que toda la situación social que vive Brasil en las calles formaba parte de una construcción mediática de la corpo brasileña, cuyo único objetivo es derrocar ao projeto nacional e popular da companhera Dilma. Pero, no, nada que ver.
No voy a negar que si alguien dice “O Globo miente”, lo más probable es que tenga razón. Que el asunto viene fogoneado desde distintos lugares. Pero tampoco se puede tapar el sol con las manos: en Brasil hay corrupción, en Brasil hay despilfarro, en Brasil hay coimas, en Brasil hay administración fraudulenta, en Brasil hay robo organizado. Esa es la verdad, la diga quien la diga: sea un grupo de estudiantes autoconvocados, en la calle; sea la corporación mediática más grande de Sudamérica.
Ni siquiera hace falta estar en Brasil para darse cuenta de que el profundo descontento social tiene fundamentos reales. Basta prender la tele en Buenos Aires o en cualquier otro lugar del mundo para comprobar cómo se arma la estafa. Arranquemos por la ceremonia inaugural del Mundial. Un género de por sí controversial, sólo sostenido por la certeza de que después comienza un partido, el primero del Mundial. Nada más. Son como los actos escolares, que sólo soportamos porque actúan nuestros hijos, nietos y/o sobrinos.
Aún por tratarse de algo tan innecesario, esta ceremonia inaugural fue particularmente bochornosa. Había unos adultos mayores disfrazados de árboles, con un estilo propio de un programa de cable de bajísimo presupuesto y un montón de cosas incomprensibles más. Y el cierre fue con Pitbull cantando junto a Jennifer López y la local Cláudia Leitte, la única que le puso un poco de onda (o color local, o lo que fuera) al bochorninho.
Pitbull es un pelado de Miami, de ascendencia cubana, que antes había hecho el tema que identificaba a Ricardo Fort. A ver, repasemos: Caetano Veloso, Chico Buarque, Carlinhos Brown, Ivete Sangalo, Daniela Mercury, Gilberto Gil, Milton Nascimento, Marisa Monte… la lista de músicos brasileños talentosísimos es infinita. Pero no, el tema del Mundial lo hizo el del finado Fort. ¿Cómo no hablar, entonces, de corrupción escandalosa?
Lo que siguió después de la ceremonia entra, directamente, en la historia universal del desfalco. Tanto el penal que le dan a Brasil como el gol que le anulan a Croacia deben haberle costado al fisco brasileño más caros que todos los estadios, que todos los centros de prensa, que todos los gimnasios para albergar a barras bravas argentinos.
La gente en Brasil está caliente. Y tiene razón. Porque una cosa es utilizar los dineros públicos para la educación, la salud, la justicia y la seguridad. Eso se llama inversión social. Y otra cosa muy distinta es utilizar los dineros públicos para pagarle a Pitbull, a Jennifer López y al árbitro japonés Nishimura. Eso se llama corrupción escandalosa. Acá, en San Pablo o donde sea.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.