Lic. Julia Díaz Vélez
M.N. 67299 M.P.2189
Empiezo a escribir con los aplausos como telón de fondo. Son las 9 de la noche y el ritual en tiempos de pandemia se perpetúa como si quisiéramos exorcizar, al término del día, ese virus que contrajimos como humanidad no se sabe bien de qué manera.
Lo singular del virus es que nadie tiene “coronita” pues nos ha puesto a todos “a pensar en el rincón”, confinados en nuestras casas a repensarnos como humanidad y como individuos, mientras tratamos de mantener ciertos hábitos que nos caracterizaban y salvaguardar algunas rutinas que nos identificaban en nuestro fuero más íntimo.
Desde que apareció el coronavirus se hizo más palpable que viajamos todos a la deriva en un nuevo arca; de repente las pocas certezas que nos quedaban cayeron y no hubo tiempo de decidir si nos subíamos o no, creo que nos subieron de prepo y acá estamos esperando que pasen los 40 días y las 40 noches y pare de llover.
Una diferencia con el Arca del Antiguo Testamento es que Noé la construyó por fe e incluyó en su interior a un ejemplar representativo de cada especie para poblar, luego de la catástrofe, una nueva tierra, o un nuevo orden de cosas. En los tiempos del corona -y antes también, por cierto, aunque nos hacíamos los disimulados- somos nosotros los herederos de esos ejemplares que sobrevivieron a la inundación, y si bien nuestro planeta pasó a ser el paraíso perdido, ya que desistimos de honrar y admirar la inmensa belleza que el creador le añadió para nuestro disfrute, todavía seguimos como buenos energúmenos, cargándonos el mundo a cuestas, instigados por la ambición y el poder, destruyéndolo sistemáticamente.
A esta altura, es como si los habitantes del Arca de Noé hubieran empezado a pelearse dentro, queriendo dominar y subyugar al diferente, arrogándose la potestad de esgrimir un imperativo categórico que los respalde por la fuerza o el uso de la razón. Si esto hubiese pasado, ¿estaríamos aquí, en este 2020 convulsionado y febril?
Pues acá estamos.
En un tiempo lleno de paradojas, de apremios de toda índole, demostraríamos poca empatía con nosotros mismos si dijésemos que no aprendimos la lección, y que estamos otra vez de cuarentena, con otro objetivo que aún no llegamos a cumplir. Volvamos entonces -como ejercicio de reflexión- a esos 40 días de inundación, en el que cada ser de cada especie, con el dispositivo biológico del que disponía, pudo vislumbrar la importancia de ser para un otro, en el sentido más primario de validar la estadía compartida con ese ser con la misma dedicación con la que nos cuidamos a nosotros mismos, sabiendo que de mí depende que yo subsista en este juego de espejos, según cómo yo lo juzgo a ese otro. Es decir, todos en un arca amontonados, incómodos, y vaya a saber cuántas cosas más, pero aún así poniendo por delante la intuición de que debo desdoblarme de mí mismo para atisbar cuál es la dimensión del otro y apropiármela para poder operar en la realidad no sólo con mi dispositivo de supervivencia, sino inteligiendo que los demás tienen uno diferente y que es necesario desplegarlo como un paracaídas para poder sobrevivir. El tema es que cuando eso pasa, nos sentimos invadidos por el otro, o invalidados. Queremos imponer el nuestro como el mejor, haciendo gala de un narcisismo a prueba de virus. O creyendo que es así.
Volviendo a nuestros días, porque la vida nos apura y a la vez nos sigue desafiando, a pesar de todo. Porque la vida tiene mil maneras de manifestarse y de salirse con la suya. Porque la lógica de este virus es ir desmontando mitos, ir desarmando la mamushca para encontrarnos de repente con una cuarentena más al estilo moderno, cada cual en la suya. Como en una sesión de jazz, nos toca hacer un solo. Estás preparado?
El arca sos vos, todas las especies están en tu cabeza, tu mente te ha estado jugando una mala pasada. Qué hemos hecho con nosotros mismos? Por qué nos tratamos tan mal? Por qué esa ponzoña de animal humano que siempre ha visto a los culpables afuera ignorando que los estaba proyectando?
Son las 18 hs., faltan tres para los aplausos. Un vecino silva “I was made for loving you” de Kiss.
Tal vez sea ese el mensaje.