Desde el escándalo de Panamá Papers que vinculan a presidente en sociedades offshore hasta la vuelta del fútbol codificado, y Fútbol para algunos.
Hugo Asch
“Bienvenido a Panamá, Casablanca sin héroes.(…) Cuando se llevaron a Noriega me dije: Harry, consiguieron a Alí Babá pero se perdieron a los cuarenta ladrones”.
Harry Pendel (Geoffrey Rush) habla con el agente británico Andy Osnard (Pierce Brosnan) en “El sastre de Panamá” (2001), dirigida por John Boorman, basada en la novela de John Le Carré (1996).
La ciudad era un enorme baño turco. La humedad se veía en el aire que llegaba del mar, un manto blanquecino, espeso. Conocí Panamá durante los años ochenta, cuando la crisis del petróleo había acabado con la fiesta y el microcentro de entonces, denso y peligroso cuando caía el sol, estaba a años luz del lujo y esplendor que, en puntas de pie, inyectaron los capitales vip al sistema económico del país en los últimos años. Nada ilegal, diría Alonso; Laura, no el Beto de la pelota naranja. Pero sí sospechoso.
El armado y cuidado de la actividad offshore –con mucho virtuoso de la evasión o el lavado– llenó el país de abogados. Son 22.500. Uno cada 183 panameños, cuatro por cada médico en un país que tiene noventa bancos, el doble que México, el triple que España. Pero en aquellos tiempos lo único que recuerdo offshore, o lejos de la costa, era la isla Contadora, a 35 kilómetros y en pleno Pacífico, fugaz refugio para Reza Pahlevi, el sha de Irán, y su mujer Farah Diba.
Además de la rica historia del Canal y la figura de Omar Torrijos, para mí Panamá eran sus boxeadores. Así que me propuse visitar el célebre gimnasio El Marañón, donde entrenaban Mano de Piedra Durán y otros grandes. Ya en la avenida Balboa, el taxista intentó desanimarme. “Con todo respeto, eres demasiado blanquito para ir solo al Marañón. No pases un mal rato, chico, no vayas”.
Su mirada, entre suplicante y piadosa, me convenció. Había decidido pasear por el bulevar cuando dos chicas pararon el taxi, que era colectivo. Cuando hablé, estallaron. “¡Argentino!”, gritaron. “¿Qué haces solito, chichi? Te invitamos a una casa de putillas, ñorros y tortilleras. Vamos, ¡te vienes con nosotras!”. Fui. Pensé que era chiste. En fin, tenía 24 y las defensas algo flojas después de una semana de trabajo en la Nicaragua sandinista.
Zona de embajadas. Primer piso por escalera. Timbre. La puerta se abrió y una mujer desnuda me tomó de la mano. “Pasa, ponte cómodo niño”, dijo. Varios ambientes sin muebles, colchones en el piso, sábanas arrugadas, gente. La única mesa tenía botellas, bandejitas plateadas con polvo blanco, frascos, jeringas, pastillas.
“¡Ven pa’ acá!”. La voz grave llegó desde el piso. Un sonriente Emile Griffith, puro músculo y maquillaje, se aferró a mi tobillo y me preguntó por qué usaba botitas. Oh, no. ¡Lo había olvidado! En ese tiempo sin tarjetas, llevaba 3 mil dólares en cada pierna, doblados como tobilleras. Zafé de Emile, balbuceé una excusa ridícula y salí casi corriendo. Las risas burlonas me acompañaron hasta la mitad de la escalera. The horror.
Gente cálida, boxeadores finos, buenos cantantes, bandas de salsa, los tres hermanos Dely Valdés, buen ambiente de negocios. Exótico destino para Miguel del Sel, luego de perder Santa Fe. Al mes, concedió un reportaje local donde hizo un repaso exprés de su gestión en la embajada: “Ya jugué cuatro partidos de fútbol, me hicieron hincha de Alianza y lo vi perder contra Tauro, fui a ver Panamá 1 Haití 0 y filmé el gol; estuve con una gloria como Omar Alfanno y con Rubén Blades alguna vez canté “Buscando guayaba”.
Ahora en Argentina suena mucho el Piki piki de Joey Montana, así que espero que viaje. “Amo Panamá y voy a trabajar para que los dos países estén cada vez más cerca”.
Oportunísimo, Del Sel anunció que habrá cuatro vuelos Rosario-Panamá por semana y aclaró que el affaire Papeles de Panamá que involucra al presidente Macri “es un problema entre un estudio de abogados y privados, no un conflicto entre países”. A la ironía de su ex compañero Dady Brieva –“Me parecía raro, ¡pero ahora entiendo por qué lo mandaron allá!”–, el embajador contestó: “Todos conocemos el humor de Dady. Es amigo, pero él apostó por lo anterior y yo por el futuro”.
Si se trata de apuestas y futuro, ponerle una ficha al casillero que dice “Vuelve el fútbol codificado”, es ganancia segura. Fútbol para Todos es la crónica de una muerte anunciada. Como la quita de subsidios, será sin anestesia. Dicen que con ese dinero que vuelve al Estado tendremos hospitales públicos como los de Suiza. Impepinable.
La moda de los técnicos con dibujos ultraofensivos llegó para hacer más atractivo el producto en oferta. ¿Si prefiero ganar 5-4 que 1-0? Bueno, goles son amores. Pero si fuese entrenador, antes que tranquilizarme por mi poder de fuego, me desvelarían los cuatro en contra. Jimi Hendrix era el todo, pero su guitarra brillaba sobre una base sólida: Noel Redding o Billy Cox en bajo, Mitch Mitchell en batería. Si Racing tiene –Dios me perdone la comparación– un Hendrix en su trío Bou–Milito–Licha López, el equipo debe sostenerlo. Comerse tres en un partido no es jugar bien.
Fernando Marín disimula su euforia y afirma que no habrá cambios hasta 2019, cuando venza el contrato. Mmm… Pocos lo creen, así que nadie quiere quedarse afuera. Ni la AFA, ni mucho menos Torneos, que sueña con volver a los viejos tiempos, sin FBI. Fox, IMG y ESPN también se anotan. Pero el gran favorito para quedarse con el fútbol es Turner, la cadena norteamericana, inalcanzable con su oferta de 1.650 millones de pesos, casi lo mismo que hoy paga el Estado.
Hay gente nerviosa por esto, y uno lo nota si repasa con atención las tapas de algunos diarios que destacaron temas que antes hubiesen disimulado sin pudor, mientras su artillería pesada cubre el caso Lázaro Báez Superstar y le apunta directo entre los ojos a CFK.
Presión alta desde el comienzo. Quién diría, ¿no? Es que acá los equipos grandes no quieren perder ni a la bolita..