El prestigioso actor dice que faltan más ficciones en la televisión, afirma que le parece desagradable que los canales repitan lo que pasa en ShowMatch, y jura que hace 35 años no lo convocan de El Trece. No le gusta el cine que hace Damián Szifrón.
No tiene Facebook ni Twitter ni Instagram. Su primer celular lo adquirió a los 63 años, dos años más tarde se está iniciando en el mundo de enviar mensajes por Whatsapp. Suele viajar en transporte público por Capital. “No tengo coche. Me tomo el 151 y 168 y cuando puedo el subte. Viajo bastante bien”. Miguel Angel Solá puede recorrer Buenos Aires con libertad, sin flashes, sin autógrafos. Parecería que los 15 años que vivió en Madrid borraron de la conciencia colectiva décadas de trayectoria actoral en el país. Sí, reconoce, “me miran raro con el gesto de ‘de algún lado lo tengo’.” La respuesta a las miradas extrañas es: Klaus Miller, el villano inescrupuloso al que le da vida en La leona (Telefe). “Soy de perfil bajo. No me fijo en saber si con este personaje recuperé popularidad o no. No me importa ser masivo, me gusta hacer buenos trabajos”, reflexiona sentado en un bar de Palermo. Frente suyo, sobre la calle Humboldt, se divisa una publicidad vial de cinco metros que lo muestra en primer plano junto a Paula Cancio, su mujer y madre de su hija Adriana (2), promocionando El diario de Adán y Eva, obra que hasta el 2 de abril estará en el Apolo y después saldrán de gira.
—¿Te ves en “La leona”?
—Sí, pero no todas las noches. Tengo una hija de dos años y empieza: “es papá” o “es mamá” y no nos deja ver nada. Cuando la veo me encanta. Me fascina el trabajo que está haciendo Nancy (Dupláa), casi no hubo escenas con ella, y sostiene un clima de alto nivel.
—¿Te tomó por sorpresa la repercusión de las escenas hot que tuviste con tu mujer que hace de tu amante?
—Sé que se comentó mucho. Mi mujer me contó lo que dicen en las redes sociales, algunas un poco zafadas, son tremendas las cosas que le dicen a Paula, de potra para arriba lo que te imagines. La única revancha que tengo es que ella es sólo mía (sonríe).
—¿Hay bases de nazismo en tu personaje?
—Klaus es escocés y le pido disculpas a la colonia escocesa por hacer de un personaje tan desagradable, pero es el trabajo que tengo que hacer. El nazismo no tiene que ver con la nacionalidad, tiene que ver con una condición de ver la vida. La condición de nazi la podés observar en mucha gente que critica a Hitler.
—Dicen que el mundo está manejado por personas sin almas. ¿Cómo definís a un hijo de puta?
—Para esas personas la gente son números, ecuaciones. Es decir que si vos tenés el poder de elegir que la gente viva bien o viva mal, y elegís que vivan mal, el hijo de puta está definido. En la serie me dicen hijo de puta unas doce mil veces. Pienso que esos tipos se salvan de que los maten porque la gente gasta esa frase para definirlos, si no, la impotencia haría que la gente los aplastara. No creo que el grado de hijoputez sea la de la condición social. El problema está en que ya no existe libertad en los gobiernos. Hay cosas que están reglamentadas y no están penadas. Veo “prohibido fijar carteles” en paredes y la gente lo hace. Buenos Aires está destruida, hay que mirarla desde el segundo piso para arriba, y la convivencia es un infierno. No se debería permitir que se pinten paredes, que destruyan la ciudad, que estén a los gritos mañana, tarde y noche, con familias durmiendo que se levantan a las siete de la mañana para ir a trabajar. Quizá por este pensamiento me digan gorila, pero les diría que lo piensen bien.
Hace muchos años, Solá fue tentado para ocupar un cargo político. Lo rechazó. “Nunca lo aceptaría. Yo no sirvo para decir lo que el superior indica. No sé obedecer y no sé mandar. No sirvo para darle la mano a alguien corrupto o asesino”. El actor dice que al Gobierno de Macri “le deseo que le vaya bien porque eso le haría bien a la Argentina. Pero creo que ya no se va a poder vivir con un tironeo constante. Eso debe cambiar”.
—¿Te referís a la grieta?
—Mirá, yo no soy ni ultra K, ni K, ni soy peronista. Soy ciudadano. Yo no chupo de ninguna teta más que de mi trabajo, nunca dependí de nadie. Dijeron que yo fui beneficiado por el Estado por dos series que hice (Germán, últimas viñetas y ¿Quién mató al Bebe Uriarte?), dos series muy chiquitas, muy por debajo de mi cachet, y de las que me daba orgullo participar. Con mi trayectoria, ¿no tengo derecho de ocupar media hora por día en un canal del Estado?
—¿Te sentiste encasillado?
—Sí, y que se vayan a la mierda con sus encasillamientos. Esos son los que arruinaron el país. Los opinólogos. Tipos como Neustadt. Ojalá Dios no lo largue del infierno.
—Se anunció un aumento de 500% de la luz. ¿Estás de acuerdo?
—Sí, si es justo y hay gente que se abusa, me parece correcto. Si un tipo abre el grifo de la pileta y la deja abierta media hora, ese tipo está estafando. Esa cosa tan simpática de Argentina de decir: “algún culo va a sangrar” o “si total todo el mundo lo hace”, esa cosa que se creen piolas los argentinos, está puesta en todos los niveles sociales, se instaló en nosotros y no nos da respiro.
Admira a los directores cinematográficos Joseph Losey, Giuseppe Tornatore y John Carney, y el último film que vio fue La grande belleza de Paolo Sorrentino. Solá no es de sentarse a mirar los Oscar. “No doy con ese mundillo, y además, se sabe de antemano quién gana”.
—¿Te gusta el cine de Szifrón y Campanella?
—Campanella me encanta, me parece un estupendo director. Vi Relatos salvajes y no me gusta lo que cuenta Szifrón, su modo de encare, no coincido con esa ideología. Me gustan los relatos que cuentan de principio a final.
—¿Cómo ves las ficciones argentinas?
—No vi Los ricos…, sí Entre caníbales el año pasado que sé que no le fue bien. No me pareció mala. Sí vi que en todos los canales repetían lo que pasaba en Tinelli y la verdad que eso me parece desagradable. Faltan más ficciones y van a faltar más, lamentablemente.
—¿Te llamó Suar para El Trece?
—No. Nunca. Hace 35 años que no trabajo ahí.
—¿Te sentís prohibido en El Trece?
—No. Se ve que en estos años no pensaron en mí.