Los rosarinos golpearon primero con una palomita de Trezeguet y Piatti marcó el empate en un buen primer tiempo. Después bajaron las revoluciones y firmaron un armisticio.
San Lorenzo salió a jugar sin ese miedo escénico que podía imponerle el contexto. Lejos de advertir una derrota con consecuencias apocalípticas, puso los pies en el terreno de Newell`s y ponderó el ataque en vez de cuidar a Torrico. El equipo de Pizzi, por suerte, desatendió a los apurados que se empecinaron en definirlo como la final anticipada, ese partido que si Newell’s ganaba podía sentenciar el campeonato. En tiempos de Twitter y torneos cortos, es esperable que haya lugar para las urgencias. Sin embargo, es bueno que se puedan masticar los palabras y no atropellar los análisis. San Lorenzo es capaz de no soltar la soga hasta último momento. Su fútbol se sostiene por juego y resultados. En Rosario mostró los dientes y su talento. Para que Newell’s sepa que deberá dormir con un ojo abierto.
Animarse. Hay jugadores-medida. Esos que si se los observa envuelven la radiografía del equipo. Si Kalinski llegaba al área era porque San Lorenzo quería ganarlo por convicción y no por inercia. En el esqueleto del Ciclón, las vértebras de ataque se nombran en el tres-uno que componen Romagnoli-Piatti-Correa y Villalba. Kalinski es la aparición fantasma, el que rompe los esquemas. Ya en el primer cuarto de hora, el volante tuvo dos llegadas. En el segundo tiempo, también asomó por el área rival y contó con una chance clara que le tapó Guzmán.
Newell’s parecía el invitado. En su propia casa, recién se acomodó cuando Trezeguet lo puso de prepo en el partido. El goleador se zambulló a buscar un centro de Cáceres y anotó. San Lorenzo no hacía nada para perder. Y tuvo reflejos para volver a dejar el resultado igual, con una combinación perfecta de tres de sus hombres ofensivos: Correa-Villalba-Piatti, gol.
A mano. El partido de a poco bajó el ritmo. De parte de San Lorenzo, cuando notó que su rival le había descifrado los trucos. Y también del lado del local, cuando entendió que el empate todavía mantenía a su escolta a distancia.
Maxi Rodríguez no fue el jugador incontrolable que suele ser y tampoco sus salieris incomodaron a una defensa que no sufrió momentos extremos. Newell’s acudía al remate desde media y larga distancia, como atajo principal. Que el líder se cuidó se evidencia en la posición de los laterales. Casco y Cáceres no tuvieron ese sello brasileño de pasar como segundos delanteros. Las veces que cruzaron la mitad de cancha fueron esporádicas.
Los dos equipos eléctricos y verticales se conformaron a medida que el partido se consumía. Newell’s deberá afrontar la parte decisiva del torneo con la confianza que perdió en los últimos cuatro encuentros, en los que no obtuvo triunfo. San Lorenzo ya pasó el partido que no podía perder. Y tiene resto para acelerar.