En un mano a mano con PERFIL, el autor del gol más importante en la historia del Ciclón habló de su revancha y la importancia de Bauza.
El miércoles, después de levantar la Copa Libertadores, el plantel de San Lorenzo festejó en un restaurante porteño. Néstor Ortigoza fue el único ausente. El autor del histórico gol se subió a un auto con su familia y cenó con ellos en “Seven”, un bar al que los Ortigoza van siempre en Merlo, cerca de la casa de Mirtha, su mamá. “¿Cómo no iba a ir a comer con ellos, si son los que me bancan cuando estoy mal? Son los que me siguen a todos lados”, dice el volante.
Jony es campeón de América y figura del equipo: una situación impensada dos años atrás, cuando el Ciclón lo prestó a un club de Emiratos Árabes.
—Volví y estaba en duda con Juan Pizzi y los dirigentes. Yo soy un luchador. Quería quedarme y tener revancha: salir campeón, marcar mi nombre, poner mi sello en el club. No fue fácil: tuve que pelear el puesto desde atrás. Lo gané. Después, el técnico me sacó dos o tres partidos. Jugué contra Vélez, el día que salimos campeones. Y vino el Patón Bauza, que me dio la confianza que necesitaba.
—¿Cómo te dio esa confianza?
—Me habla, me respalda, me dio continuidad. Uno se da cuenta cuando lo quieren y es importante para el equipo. A veces, en la charlas, mientras habla el Pipi Romagnoli, me pregunta: ‘Orti, ¿qué opinás?’. Eso te va soltando. Hasta me consultó si me sentía más cómodo jugando de doble cinco con el Pichi Mercier o con tres volantes centrales.
—Con Mercier se conocen desde Argentinos y siempre hicieron una muy buena dupla. ¿Cómo es su relación dentro y fuera de la cancha?
—Nos llevamos bien. Cada uno sabe cómo se maneja el otro. Yo conozco su carácter, él el mío. Afuera no compartimos mucho: cada tanto, algún mate. Los dos somos callados. Pero en la cancha nos va bien porque hablamos mucho entre nosotros. Me pregunta qué veo; yo qué estamos haciendo mal. El miércoles, contra Nacional, nos juntamos durante el partido con Romagnoli para ver entre los tres en qué fallábamos. Vimos que perdíamos la pelota, nos ganaban en la presión y no estábamos finos. E intentamos ser más agresivos en la segunda jugada.
—En este último tiempo te transformaste en uno de los líderes del grupo. ¿Cómo te manejás con los jóvenes?
—Charlamos mucho en la semana. En los partidos, intento ubicarlos en el campo. Ellos son chicos y este es un club muy grande: si no sos un pibe tranquilo, que escucha, y si los grandes no ayudan a los chicos, no salís campeón. Nosotros dependemos de ellos y ellos de nosotros: somos un conjunto. Hay que saberlos llevar: algunos son más retobados, otros te escuchan más y están los que te dan menos bola. Pero hay que convencerlos de que lo que les decimos es por su bien. Tanto Villalba como Correa y Navarro son chicos que escuchan.
—¿Qué cambió del Ortigoza campeón con Argentinos Juniors a este?
—Estoy mucho más maduro, tanto dentro como afuera de la cancha. Tengo más experiencia. Ya no pienso como un pibe.
—¿Y pensás en el Real Madrid?
—No, trato de no detenerme mucho en eso; mejor pensar en el domingo, contra Racing.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.