“La Iglesia debe meterse en política”, dijo alguna vez el obispo emérito de Viedma, uno de los pocos miembros de la jerarquía eclesiástica que denunció al terrorismo de Estado.
El obispo emérito de Viedma Miguel Hesayne murió ayer a los 96 años. Fue uno de los pocos miembros de la jerarquía de la iglesia católica que denunció durante la dictadura las violaciones a los derechos humanos.
Nacido en Azul, Provincia de Buenos Aires, el 26 de diciembre de 1922, fue ordenado sacerdote a los 26 años. En 1975 fue nombrado obispo de Viedma, pocos meses antes de producirse el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976.
El 21 de abril de 1977, Hesayne intentó presentar al ministro del Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, de visita en Río Negro, los casos de secuestros y torturas que se denunciaban en el Obispado. “Regresé de dicha entrevista, angustiado, apenado y embargado de un gran temor por el futuro inmediato de nuestro país”, escribió tres días después el religioso en una carta dirigida a Harguindeguy.
Hesayne dejó constancia por escrito de que “la tortura es inmoral la emplee quien la emplee. Es violencia y la violencia es antihumana y anticristiana, en frase célebre de Paulo VI para sintetizar la doctrina católica, al respecto”.
El obispo decía haber comprobado con angustia que las Fuerzas Armadas “optan para ganar una batalla muy dura y peligrosa por los principios maquiavélicos, renunciando de hecho a Cristo y a su Evangelio, no obstante, los actos de culto católico que programen”, publicó Página/12.
Había comprobado que no se trataba de “errores cometidos por algunos” sino que “desde la alta oficialidad se reniega prácticamente del Evangelio al ordenar o admitir la tortura como medio indispensable”.
El obispo se destacó durante toda su trayectoria por su compromiso social y por su tarea en defensa de los derechos humanos, aun cuando esto lo llevó a enfrentarse con muchos de los miembros de la jerarquía católica argentina. En 1995, cuando tenía 72 años de edad y todavía tres para llegar al límite establecido por la Iglesia para abandonar el gobierno pastoral de una diócesis, renunció a su cargo para dedicarse a la tarea de animar la presencia de los laicos en la vida política.
Su declaración en el juicio por la muerte de Angelelli
En 2006, Hesayne declaró en el juicio por la muerte del obispo Enrique Angelelli, a la que calificó como un “martirio”. Recordó que Angelelli le dijo que estaba siendo perseguido y le manifestó su intención de renunciar porque veía cómo le estaban matando a sus ovejas, ya que no podían –o no habían logrado– matarlo a él.
A los pocos días de la muerte del obispo riojano, Hesayne recibió un anónimo en carta expresa con matasellos de Córdoba en la que le decían más o menos estas palabras: “No siga hablando, ya hemos callado a Angelelli”.