El cantante uruguayo elogia al Teatro Colón y reconoce que la ópera, en todo el mundo, es un arte caro. El recuerdo de Plácido Domingo y de Sergio Renán.
Don Giovanni, la ópera de Wolfgang Mozart y Lorenzo Da Ponte, continúa sus funciones en el Teatro Colón, bajo la dirección de Emilio Sagi, hoy y el próximo martes –esta última, transmitida en vivo por la web del Colón– y estarán protagonizadas por el bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott, estrella internacional, especialista en el rol del impiadoso seductor mozartiano.
—¿Cuál es tu relación con el Teatro Colón?
—Muy familiar… Soy nacido en el Uruguay, pero por los muchos maestros que tuve en Buenos Aires, es como si yo hubiera nacido con alas en Montevideo, pero fue el Colón el que me las abrió. Es un teatro de relevancia a nivel internacional, no solamente por la temporada que hace, sino porque tiene una de las mejores acústicas del mundo. Cantar en tremendo espacio, cuando lo mirás desde el escenario, es apabullante, pero es tan amigable a su vez porque la música es perfecta. Es un teatro que yo considero como casa, por el hecho de ser siempre tan bienvenido a Buenos Aires. Para mí cada experiencia cuenta. Hice una audición a los 21 años, vine a hacer un pequeño concierto en el Salón Dorado, gané el concurso para entrar al coro. El Colón me ofreció, de lo que tenía para ofrecer, todo. No fue fácil, en mi veinteañada, frente al Teatro Colón ofreciéndolo todo, decir “No, no es para mí ahora”. Y de pronto, una audición con Plácido Domingo, y de la noche a la mañana me encontré en Washington cantando con Plácido L’elisir d’amore.
—¿Cómo es este “Don Giovanni”?
—Esta producción iba a ser un punto muy importante para Sergio Renán. Con él, antes de que se fuera (falleció el 13 de junio de 2015), veníamos compartiendo e-mails y hablando de su versión de Don Juan. Ahora me encuentro en una posición inesperadamente bella, que estar frente a un genio, a un caballero del teatro, como es Emilio Sagi, pero teniendo algunos ecos de lo que hablamos con Sergio antes de que se fuera.
—¿Qué etapa está atravesando la ópera en el mundo hoy?
—La ópera es un arte que ha sido creado unos cuantos años atrás, pero que hoy está compitiendo en un mercado donde contamos con Fuerza Bruta y Cirque du soleil –que me encantan–, o sea, tenemos una competencia superdesleal a nivel visual, logístico, de producción, frente a propuestas más accesibles económicamente. En la ópera, si te vas a sentar en un buen asiento, son 250 dólares. En la ópera, como negocio, gráficamente hablando, vas a empezar en rojo siempre. Y vas a terminar en rojo siempre. Por eso, no es redituable como espectáculo. Pero no se trata de cuánto te puede redituar económicamente, sino de cuánto pueda fortalecer a tu gente, culturalmente hablando. Hay que pensar, por ejemplo, que Mozart fue el más grande inventor del jazz. Cuando empezás a desmenuzar partituras y escuchar solamente la línea del bajo o la línea de los cornos, en algunos momentos, te parece estar escuchando jazz.