Desnuda las peleas en Farsantes, se queja porque en los teatros oficiales no lo toman en serio y polemiza con 6,7,8 y sus panelistas. Dice que no rezó por Cristina porque es budista y cree en que las cosas suceden por causa y efecto. Anticipa su viaje a Osaka.
Va y viene por toda la casa que también funciona de oficina en Villa Devoto. Camina descalzo. Va y viene. Grita. Pregunta. Se queja. Mira –con los mismos anteojos que utiliza su personaje Marcos en Farsantes– una hoja A4 que contiene los gastos del mes de noviembre. Se levanta. Se distrae con su perra Kinqui que trajo de su campo de San Luis, y espera que los actores de la película que está rodando empiecen a llegar. Se ha dicho hasta el hartazgo que Alfredo Casero es inquieto, lúdico, puro, tal como se lo conoce arriba del escenario, hacedor de un humor único, gestado, entre otros lugares, en el Parakultural. “Desde que existen los pantalones chupines ya no puede haber nunca más un espacio como el Parakultural”, se sienta Casero y reflexiona con acidez.
—Empecemos por el teatro. Cerrás el año el 13 en Rosario y el 14 en Teatro Belgrano con todo agotado. ¿Cuántas funciones llevás de “Ojo que llega Casero”?
—Calculo que 65. Voy a lugares donde nadie va, como Charata y Sáenz Peña en Chaco. Hay veces que tengo cien espectadores y otras, 1.200. Tenemos una buena media, aunque después de lo que pasó en octubre, los casinos no nos llaman más y en Bahía Blanca se redujo un 30% de público porque amenazaron a la boletería.
—¿Nunca te llamaron para el San Martín o el Cervantes?
—No me toman en serio. Choco mucho contra los directores. La gente tiene mucho prejuicio en contra mío, y el teatro oficial es un trabajo esclavizante. El teatro de repetición me aburre y no me calienta. Me llamaron para hacer Herr Puntila y su criado Matti (de Bertolt Brecht) y no logré congeniar.
El actor-humorista luce un short y una remera de mangas largas de color gris. Casero accede a hacer unas fotos arriba de un Dodge 1500 color amarillo estacionado en la puerta, que le regaló a su hija Guillermina. “Tiene tres pibes, así que se lo compré para que pueda movilizarse con mis nietos”, comenta el padre de Guille, Nazareno y Minerva. Cuenta que por su “octubrito” –así llama al mes en que se sintió atacado por el espectro oficialista por ser crítico ante el caso de Cabandié– recibió una carta de la SIDE. “Era rara –recuerda–. Sin membrete y con garabatos firmados. Adentro tenía un libro de Echegaray. La SIDE tiene mal la dirección de mi casa. ¿No es loquísimo?”.
El ex actor de Tratame bien y La dueña afirma: “No me molesta que en 6,7,8 me ninguneen o que me ataquen con un filósofo (Edgardo Mocca) pagado por nosotros, quien dice que no puedo opinar de política porque hice Cha Cha Cha. ¿No puedo opinar por eso? Yo soy un ciudadano, un padre con hijos”. Jura que no lo llamaron para invitarlo a la mesa de la TV Pública porque “nunca podrán callarme, soy humorista y me les cago de risa en la cara. Yo mantengo una tercera posición, como el pibe que se sienta atrás y mira la clase. Se lo digo a los jóvenes: “Muchachos, no se suban a ningún camión, este sistema de chupar a los jóvenes para mentirles y usarlos”. Casero, con más de dos décadas de trayectoria, dice que “Cabito no existe” y que le sirvió de “starter sabiendo que le iba a ir a llorar a Gvirtz e iba a terminar aplicándome un correctivo. Flor de correctivo, ¿no? Me la banco”.
—¿No es paradójico que al poco tiempo de subir tu descargo a YouTube, Cristina utilice la misma red para anunciar su retorno a la función?
—Increíble. Se dieron cuenta de que es mucho más grosso eso y me alegra que la Presidenta se dé cuenta de que la iban a ver más personas que por cadena nacional. Fue la hija (Florencia Kirchner), que es genial. Es una idea de la hija.
—¿Rezaste por la salud de Cristina?
—No, no recé por ella porque no acostumbro a rezar. Yo soy budista, y mi filosofía tiene que ver con el acceder de las cosas por medio del camino más claro, no porque lo diga Dios, y las cosas se van dando por una cuestión de causa y efecto.
—¿Que pensás cuando el país queda en manos de Amado Boudou, investigado por la Justicia, o que el jefe de Gobierno de la Ciudad esté procesado..?
—Y… los tendrían que echar a los dos a la mierda ¿no? Hasta que se solucione la cosa. Se juega a contrapartida de que el culo de la oveja no da lugar al culo de la cabra. Los dos son culos y bien sucios. Son cosas tan alejadas de mi órbita lo de Ciccone, pero sabés que van a arreglar, y como ya lo das por perdido, dejás de pensar en eso.
E invita a conocer un desorganizado garaje. Señala una moto Harley Davidson y dice: “Esta es la que se usó para la película Diario de motocicleta, sobre el Che. Era mía y la presté a la producción”.
—¿Qué balance hacés de “Farsantes”?
—Hacer ficción es una matanza, pero en este laburo uno se deja ganar por la vanidad o por el dinero. En Argentina el trabajo del actor está tan devaluado como los actores. Fijate lo que ganaría un actor de EE.UU., vive en Beverly Hills en una casa de 40 palos verdes. A mí no me dieron la mínima posibilidad de ser millonario. Toda mi vida me rompí el culo trabajando de la manera que yo quería. Actores que son de la san puta que no tienen lugar en televisión. Sin Suar, a quien respeto y agradezco que me dé trabajo, sería difícil.
—¿Creés que la salida de Vicuña hizo que perdieran público?
—Me dio una pena muy grande que se fuera Vicuña, un compañero lindísimo, un caballero. Teniendo todo perfecto para que salga bien y ser el gran golazo que estamos haciendo, yo no lo puedo disfrutar. Y con Arana fue otra pena muy grande. ¡Me da mucha bronca! Yo no puedo creer, ¿por qué no se pudo pensar y trabajar en equipo?
—La foto del “No veo, no hablo, no escucho” que subieron a Twitter Vicuña, Arana y vos dio que hablar. Se tomó que iba dirigido a Julio Chávez por su nivel de exigencia.
—¿Cuál es la exigencia de Chávez? Conmigo no es exigente. Yo hago lo mío. Un actor conmigo no tiene que ser exigente, se tiene que parar adelante y actuar.
—Cuando le pregunté a Chávez por el clima dentro del elenco y de su fama de exigente, contestó: “No me importaría generar un vínculo crispado o de fricción con un compañero en defensa de mi punto de vista”.
—Las relaciones crispadas de él las disfruta él por más que una relación crispada no lleva absolutamente a nada. Es su manera.
—Dijo: “Si tengo que corregir a Meryl Streep, la corrijo”.
—¡¿A Meryl Streep?! Meryl Streep al lado de Chávez… El día que fui al Apollo Theatre en Nueva York el año pasado y vi la obra de teatro y los actores me di cuenta de que me podía comprar una camioneta y empezar a hacer arreglos de plomería. O sea que él le tendría que pedir permiso a Meryl Streep para usar su nombre. Me parece una barbaridad. Ningún actor puede corregir a nadie. Una sola vez me corrigió…
—Sí, en “Tratame bien”…
—Sí. Fue esa vez.
—¿Es cierto que aquella vez casi se trenzan a las piñas?
—No sé. No me acuerdo (se ríe). Tiene que ver con la permeabilidad y el permiso del director (Barone). Eso sí, después bancate generar fricción. Deberías ser una persona generosa.
—¿Te duele que se disfrute menos “Farsantes”?
—Es muy jodido. Y no sé hasta cuándo caretearlo, es al pedo, esto podría haber sido más divertido, feliz. No se pudo trabajar en armonía. La culpa no es de los actores, sino de Pol-Ka, y lo tienen que saber.