El 3 de abril de 1982, un dia después de la invasión nacional, hinchas del Tottenham gritaban “Argentina, Argentina” en su nombre.
Osvaldo Ardiles entró a la cancha tenso, con la incomodidad que suponía ser un argentino en Inglaterra durante la Guerra de Malvinas. Era 3 de abril de 1982. Y su equipo, el Tottenham Hotspur, jugaba contra el Leicester City por la semifinal de la FA Cup en el estadio del Aston Villa. Todos lo observaban con especial atención: los periodistas, los hinchas de ambos clubes, sus rivales y hasta sus compañeros.
El día anterior, el Ejército argentino había llegado a las Islas con la intención de recuperarlas tras 149 años de ocupación británica. La respuesta del gobierno de Margaret Thatcher, asediado por una crisis económica y de liderazgo, no tardó en llegar.
En esas primeras horas de confusión, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU, con el aval de Estados Unidos y Francia, le exigía al gobierno argentino el retiro de las Islas, Ardiles se preparaba para lo que sería su último partido en el Tottenham, al menos en esa etapa.
Antes de esa semifinal, allegados argentinos e ingleses le habían pedido que no jugara. Su familia había recibido custodia personal por posibles ataques. “Mi mundo entero colapsó”, contó Ardiles, años más tarde, en su libro autobiográfico Ossie’s Dream.
Ardiles era ídolo del Tottenham en una época en la que casi no había argentinos en el fútbol inglés. El –junto a Julio Ricardo Villa– rompió esa falacia que afirmaba que el fútbol inglés no estaba hecho para los sudamericanos.
Finalmente, el 3 de abril Ardiles jugó. Y apenas tocó la pelota, los hinchas del Leicester lo castigaron por la circunstancia: lo silbaban y le gritaban “England, England”. No le perdonaban su nacionalidad. Ardiles era el único jugador nacido fuera del Reino Unido de los 22 que estaban en cancha.
Pero sucedió algo mágico: cada vez que Ossie tocaba la pelota, desde las tribunas donde estaban los simpatizantes del Tottenham surgía un apoyo inesperado: “Argentina, Argentina”, cantaban. El grito partió al estadio. El Tottenham ganó aquella semifinal 2 a 0.
“Sentí como si estuviera dividido en dos. Como si una bomba hubiera explotado en mi organizada vida”, le dijo Ardiles a la prensa británica luego del partido.
“¿Quiénes somos nosotros para decir que estamos en lo correcto y que ellos están equivocados?”, preguntó el DT del Tottenham, Keith Burkinshaw. Ossie descubrió que la mayoría de sus compañeros no sabía dónde estaban las Malvinas.
Tras aquella contradictoria victoria contra el Leicester, Ardiles viajó a la Argentina para preparar el Mundial de España, como ya estaba planeado. Antes de irse exhibió su angustia por lo que sucedía: “Hace un mes todo estaba bien, y ahora los dos países que más amo están al borde de una guerra. Me alegra creer que Villa y yo hayamos acercado a las dos naciones por primera vez. Por eso estoy muy desilusionado con este repentino revés”, remarcó.
En las semanas previas a la Copa del Mundo, Ossie participó de una foto que le sacaron al seleccionado de César Luis Menotti con la leyenda “Las Malvinas son argentinas”.
La guerra marcó para siempre a la familia Ardiles el 1º de mayo de 1982, cuando el primo del mediocampista, José Leónidas Ardiles, piloto aéreo de 27 años, murió mientras realizaba una misión con su avión Dagger C-433.
Tras el Mundial, y con la Guerra de Malvinas terminada, Ardiles fue cedido a préstamo al Paris Saint Germain. En Francia le fue mal. Volvió a Inglaterra en 1983. En Tottenham, pese a todo, estaba su lugar en el fútbol.
(*) Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.