El Chino cayó en fallo mayoritario contra Floyd Mayweather, el mejor del mundo, y no pudo quedarse con el título unificado. Dignísimo papel.
El mundo es suyo. Suyo porque quiso muy fuerte que fuese suyo.Por la determinación para gastar en los tapices de los mejores rings con su bailoteo. Por la astucia evidente en la mirada de reojo típica del que sabe descubrir las cosas que otros nos pueden ver. Por la frialdad con la que los asesinos seriales ejecutan a sus víctimas sin malgastar balas. Por la clase magistral de escapismo cuando la cosa estuvo fulera. Floyd Mayweather defendió su condición de campeón indicutido del mundo del peso welter al vencer en Las Vegas por una sorpresiva decisión mayoritaria (114-114, 111-111 y 116-112)al santafecino Marcos Réne Maidana en una pelea digna del argentino.
El Chino Maidana sabía que se exponía a un examen excluyente. El sí o el no de los destinos. Lo sabía sin proclamarlo y, más aún, se sometió con la conciencia transparente de quien acepta el desafío porque poco tiene para perder y mucho por ganar. Más exactamente, ser un simple campeón mundial o transformarse en leyenda inmortal y sentarse a la derecha de Carlos Monzón. Pero el milagro no ocurrió.
Marcos Rene Maidana se jugaba una carta brava por una bolsa de 1.5 millones de dólares y el simple paso a leyenda inmortal. Muchos en su lugar no hubiesen aceptado resignar sus mieles de campeón sabiendo que es imposible vencer al mejor boxeador libra por libra del planeta. En el reparto del juego llevaba las de perder. Aceptó ir a Las Vegas y sentó a la mesa de quien en 46 peleas nunca perdió. Y perdió a lo grande, dignamente, haciéndo sentir un sacudón emocional por la entrega brindada. Demostró que hay campeones que nada le dejan al boxeo más allá de sus inmaculados records y que otros que, a pesar de la derrota, nos obligan a gritar fuerte “vivan los guapos”.
El combate desnudó el clásico choque de dos estilos. La celebración, la experiencia, la serenidad e inteligencia de Mayweather, frente a la potencia física y el desborde del santafecino. El yanqui, prácticamente, desde el segundo round empezó a caminar el ring haciendo gala del juego prodigioso de piernas, girando hacia la izquierda para evitar la llegada de su rival con el cruce de derechas. Entrando y saliendo con velocidad, moviéndose en distancia y haciendo valer el manejo de su jab de derecha. En la exactitud de los golpes del local estuvo la diferencia de los primeros rounds.
Maidana en cada vuelta fue dejando jirones de físico. Y en varios pasajes del combate tuvo a Mayweather acorralado. Pero Floyd es un tipo inteligente que cuando se las ve feas recurre a su sucia picardía de cruzarle los codos en cada clinch y hasta pegar algún golpe ilícito. Así y todo, Maidana siempre fue al frente. Y perdió de pie, allí, apretando los dientes, devolviendo golpe por golpe, aguantando todo. Recibiendo en el final una ovación estruendosa.Cuando se dio el fallo, la gente quedó conforme. Y las tarjetas reconfirmaron el más viejo precepto: a un campeón no lo roban si realmente es un campeón sobre el ring.