Actúan juntas en El jardín de los cerezos, con dirección de Helena Tritek. Dicen que quienes tienen dinero se aprovechan de los demás.
Son madre e hija en la vida real, aunque desde el jueves 22 encarnarán dos papeles muy distintos en la versión que dirigirá Helena Tritek de El jardín de los cerezos, de Anton Chejov. El numeroso elenco se completa con Mario Alarcón, Esteban Meloni, Alejandro Viola, Gipsy Bonafina y Maruja Bustamante, entre muchos otros.
Nelly Prince elige siempre el teatro, aunque confiesa que quiere al cine por la “magia del tiempo”. “Llegué a hacer en vivo – recuerda– noventa y siete avisos para Canal 7”. Desde el año 1964, con Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, que no pisaba como intérprete un escenario en el teatro San Martín. Mientras que aún se recuerda el protagónico que encarnó Cristina Banegas en 2009, cuando hizo Medea. Hay dos datos en común en ambas actrices: compartieron escenario en 1973, cuando hicieron Juan Palmieri, con dirección de Walter Vidarte junto a Alejandra Boedo, sin olvidar algunas propuestas con tangos, mucho después. Pero para ambas será la primera vez que encarnen un personaje de Chejov.
“Lo tenía pendiente –asegura Banegas–, me había llamado hace muchos años Inda Ledesma para hacer su versión de Tres hermanas, pero no pude”.
—¿Se puede entablar paralelismo entre “El jardín de los cerezos”, de Chejov, y algún momento de nuestro país?
PRINCE: Sí, se ve cómo los que tienen dinero se aprovechan del que no tiene idea. Tiene mucho que ver con lo que pasa actualmente, hay gente que vende sus joyas por dos pesos. Es terrible perder el bienestar a cualquier edad. La actualidad reside en que el ser humano es siempre igual, las pasiones son inamovibles porque están dentro de todos. También se parece al tiempo del menemismo, cuando se cerraban las fábricas y la gente vivía en otra realidad.
BANEGAS: Chejov muestra el final de una era y sirve como metáfora para muchos momentos. Sus obras, sus temas y mirada sobre el ser humano fueron entrañables, humildes y éticos. No escribía como un intelectual ni fue críptico en su teatro, siempre accesible.
—¿Cómo nacieron sus vocaciones de actrices?
P: Mi madre fue una actriz fallida; mi padre, doctor en Química y Farmacia, tocaba el piano. Toda mi familia era muy musical. A mis dos años, que recuerdo perfectamente, me ponía colchas y mantones –¡qué menos, con una madre andaluza!– y hacía escenas frente al espejo, llorando, también interpretaba canciones españolas. Tenía mucho desparpajo y fui una niña terrible. Mi madre tenía una boutique enfrente de radio Belgrano, donde mi hermano era técnico. Un día, escuchando a Marilyn, crucé la avenida y le pregunté al portero: “¿Cuál es el estudio?”. Y como desde los cuatro años sabía leer y escribir, hice una escena y me dijeron que empezaba al día siguiente.
B: (Se ríe) ¡No tenía muchas alternativas! Mi verdadero hogar fue el primer Canal 7, el de Ayacucho y Posadas, donde pasé mi infancia. Mis padres estaban allí, por eso jugaba detrás de las escenografías y miraba cómo se maquillaban. Aunque mi primera vocación fue la danza, quise ser bailarina y después escribir. Será por eso que siempre hice más de un trabajo. Me casé a los 16 años con un actor (Alberto Fernández de Rosa) que hacía teatro y me independicé muy pronto, pero me casé. Después vinieron mis estudios teatrales, con Augusto Fernándes, luego Carlos Gandolfo, Hedy Crilla, también hice seminarios con Lee Strasberg y Dominic de Fazio.
—¿Es compleja la relación entre arte y dinero?
B: Hace casi treinta años que tengo el teatro (El Excéntrico de la 18) como espacio donde doy clases, es casi lo único estable que tengo en mi vida. Todo lo demás empieza y termina, tanto en el teatro, el cine o la televisión. Creo que fue mi manera de protegerme para no depender de que me llamen o no, o de tener que hacer programas que no me gustan en televisión. Hacer una tira es muy absorbente, no podría conjugarlo con el teatro. No me da el cuerpo, sobre todo si tenés una posición tomada ante lo que es la actuación en el escenario. Después de cada función hay que procesar la adrenalina que dejaste allí arriba y te lleva varias horas antes de poder dormir. Hice grandes obras y personajes, que implicaron grandes compromisos. Creo que el teatro sigue siendo el espacio donde uno puede ser más independiente y elegir más.
—¿De qué manera se da la continuidad: Prince, Banegas y Valentina Fernández de Rosa?
P: Mi hija –Cristina– no es sólo continuidad, es una actriz extraordinaria. Mi nieta –Valentina– tiene un gran talento como docente y, además de un gran sentido de la organización, ella maneja el teatro (El Excéntrico de la 18)
B: Creo que Valentina es gestora y productora, tiene personalidad de líder, desde muy niña. Actualmente, hace la curaduría del teatro y enseña en distintos niveles. No sé si volverá a actuar y estaría muy bien si regresara al escenario, porque es una excelente actriz.
—¿Harán televisión?
B: Acabo de terminar con Tina Serrano y Leonor Manso, encaramos a tres viudas, en registro de comedia, en Doce casas, de Santiago Loza, para la TV Pública. Y por ahora nada más, aunque también grabé para el ciclo Rioplatensas, para canal á sobre mujeres del Río de la Plata.
P: Lo último que hice fue para el ciclo Televisión por la Identidad, donde interpreté a una madre con Alzheimer y mi hija era Cristina. No es fácil encontrar papeles a mi edad. Filmé más para cine como Un Buda, de Diego Rafecas, y La sublevación, de Raphael Aguinaga, pero es muy difícil la continuidad para los cineastas nacionales.
—¿Qué sentís con el nuevo Ministerio de Cultura?
B: Me puse muy contenta de que por fin la cultura tenga categoría de ministerio; es uno de nuestros grandes motores y usina de nuestro país. Somos grandes productores de cultura y arte. En estos últimos treinta años, hay más de trescientos teatros pequeños en esta ciudad y siguen apareciendo más. En cada lugar se produce el mejor teatro. Creo, además, que Teresa Parodi es de una honestidad incuestionable y seguramente va ha hacer una muy buena gestión. Es una abanderada de su provincia – Corrientes– y de nuestro país: ¡es una chamamecera de alma! Me parece fantástico también que sea una mujer. Fueron siglos de sometimiento, es bueno que ahora vayamos al frente y seamos quienes gestionemos, porque estamos muy comprometidas con esta batalla.