El cambio de entrenador, el primer triunfo en el Rugby Championship y el respaldo de una idea por encima del resultado.
Christian Gómez Csher
No fue fácil, pero contra viento y marea siempre se mostró convencido. No desde el discurso, sino desde la práctica. En la cancha, donde valen las palabras de Daniel Hourcade, el coach de Los Pumas impuso su proyecto, su estilo y su juego.
Desde que tomó las riendas tras la renuncia de Santiago Phelan, en octubre de 2013, Hourcade tuvo todo en contra. Menos al equipo. Porque espantó los conflictos de un pasado no tan lejano, los mismos que empujaron a Tati, y priorizó al grupo por encima de los nombres. Todo, sin la espalda de haber vestido la celeste y blanca, pero con el respaldo y la confianza de los de arriba.
¿Qué fue el 21-17 a los Wallabies? Un resultado histórico para el rugby argentino, sí, pero más que nunca un guiño a un joven proceso que nació por obligación y creció por necesidad. Y nadando contra la corriente.
Prometió ampliar la base de jugadores de cara al gran objetivo que es Inglaterra 2015. Y cumplió. Apeló al PlAR, a la cantera de la UAR, y tiró toda la carne al asador. Los jóvenes, los inexpertos con condiciones, al Rugby Championship. Que aprendan de y con los mejores, que se fogueen, que sufran, se ilusionen y se frustren a lo grande. Los convenció.
Porque Hourcade es la bandera de los nacionales y no populares. De los Lavanini, Alemanno y Galarza en lugar de los Albacete y Carizza. Del Creevy capitán de Fernández Lobbe. De Cortese, al que en 2010 castigó en Sudáfrica, por Guiñazú. De Montero, Báez, Macome y de un Tuculet que siempre, desde afuera, insinuó lo que nunca había podido mostrar. El único que vio una posibilidad en un González Iglesias olvidado. Confió, en definitiva, en el proyecto que una vez había confiado en él.
Pero para el tucumano no se trata sólo de nombres. El juego es lo que importa. Y adaptó su idea, más cercana a la que exhibió en los años de Vodacom Cup que a la que marca la historia del seleccionado argentino. Pampas vestidos como Pumas. Los backs, con el mismo protagonismo que los forwards y con una dinámica mayor. “Contra estos equipos, jugar de otra forma es estirar la agonía”, explicó.
Y siempre mantuvo la línea. No cambió al recibir un try a segundos del debut en Pretoria ni ante la ilusión-frustración de Salta. Sin jugar bien, la Argentina estuvo siempre cerca en Australia y mostró sus buenas intenciones incluso en la fiesta que los All Blacks armaron en La Plata. Y, más importante, no bajó los brazos ni cambió el planteo ante el 14-0 de los Wallabies en Mendoza. Siguió, lo dio vuelta y tuvo su premio.
En el Rugby Championship no estuvieron, por decisión, Albacete, Guiñazú, Fernández ni Carizza. Camacho y Figallo se lo perdieron por lesión. El incansable Matera jugó apenas un partido y medio con los Springboks y los otros terceras línea titulares, Fernández Lobbe y Leguizamón, tampoco pisaron el sábado pasado el Malvinas Argentinas. Es que la llegada de Hourcade sirvió para confirmar una frase tan trillada como real: ningún jugador es más importante que el equipo.
“Nadie está afuera de los Pumas”, dijo en mayo. Habrá que esperar, ahora, a las próximas convocatorias para ver cómo sigue la historia. La victoria no cambiará la realidad, porque no lo hicieron las derrotas. Los cañones apuntarán a la gira por Escocia, Italia y Francia en noviembre. Pasó el torneo y la primera gran alegría. Pero esto recién empieza.
(*) Editor de Rugby Fun