Las modificaciones que plantea Michel Platini en el reglamento son positivas, pero hay que ir más allá.
Augusto Do Santos
La flamante publicación del libro de Michel Platini, “Hablemos de fútbol”, desató dos cosas: por un lado, un reclamo legal de parte de un canal deportivo por el título de la obra; por otra parte, una discusión sobre posibles cambios en el reglamento del juego, a partir de las modificaciones que propuso esta gloria del deporte.
Puntualmente, el presidente de la UEFA puso sobre la mesa estas ideas: incluir dos sustituciones más por partido, que solo podrían hacerse en el entretiempo; la creación de una tarjeta blanca, que significaría la expulsión temporal y se usaría solo para sancionar las protestas al árbitro; cambiar “la triple pena” para jugadas de último recurso (penal, expulsión, suspensión) por penal y amonestación; aumentar definitivamente el número de jueces a cinco y que los que están detrás de los arcos participen activamente, incluso ingresando al campo de ser necesario.
En lo particular, este redactor está a favor de aumentar las sustituciones; de la tarjeta blanca para penar los reclamos y de aumentar a cinco la cantidad de jueces. En lo particular, más bien, este redactor está a favor de todo lo que proponga Platini porque él, como ya ha expresado en alguna ocasión, quiere evitar que determinadas prácticas propias de América del Sur se propagen a Europa. Y es que, como ya sabemos, lo de Europa siempre es más elevado: ellos son cultos, nosotros somos burros.
No obstante, quien escribe estas líneas se permite no coincidir con el gran diez francés en menguar la pena para jugadas de último recurso. Todas las acciones de último recurso deberían ser sancionadas no solo con penal, expulsión y suspensión sino también con una probation que implique tareas útiles para la comunidad de este deporte, como revisar el estado de la mayonesa de los puestos de panchos y hamburguesas de los estadios y sectores aledaños y, fundamentalmente, el cumplimiento del programa “Precios Cuidados” en la bebida y comida que venden estos comerciantes.
Sin embargo, más bien, sería deseable apuntar a modificaciones en el reglamento que hagan de este juego algo más justo y entretenido. Es decir, apuntar desde las leyes a que ganen los mejores; terminar, de alguna forma, con la injusticia de que un equipo que apuesta a ganar y crea muchas situaciones de gol pierda en un contragolpe, contra un conjunto que no hizo más que meterse atrás y esperar una jugada aislada que le valga los tres puntos.
¿Y esto cómo se resolvería, con qué propuesta? No es necesario inventar nada, ya lo escribió Fiódor Dostoyevski en 1972, en su libro “El jugador, humillado y ofendido”, en base a un ensayo de Julio Cortázar de 1946, titulado “Final de juego”, en el que se proponía tomar algunas cosas del boxeo para mejorar al fútbol. Precisamente, la idea era la de formar un jurado veedor de los partidos, que ponga puntaje a cada equipo cada quince minutos y, finalmente, la formación que más puntos obtuvo sea la ganadora.
El criterio para determinar qué puntaje va consiguiendo cada equipo podría ser tenencia de la pelota, situaciones de gol, paredes, jugadas lujosas y por qué no acciones de fair play. Obviamente, los goles también sumarían puntos; incluso, podría hacerse un paralelismo y que tres goles de ventaja equivalgan a un knockout que termine de inmediato la disputa. La cuestión del criterio de puntaje, de cualquier forma, lo determinarían los jueces, que serían tres, y su criterio superior, ya que serían los que más saben puesto que se seleccionarían para el cargo a referentes y especialistas, que podrían ser periodistas deportivos, exdirectores técnicos, exjugadores e hinchas caracterizados, como Julio Ricardo, Ángel Cappa, Cristian Fabbiani y “Bebote”, por ejemplo.
(*)especial para 442