El análisis de la multitudinaria presentación en ShowMatch. ¿Se equivocó el jurado en otorgarle tan bajo puntaje?
El análisis de la multitudinaria presentación de Peter Alfonso y Florencia Viterbo en ShowMatch. ¿Se equivocó el jurado en otorgarle tan bajo puntaje?
Notable polémica generó anoche la multitudinaria coreografía de Peter Alfonso y Flor Viterbo en ShowMatch. Quizás fue uno de los momentos de creatividad más felices en lo que va esta temporada, bastante dirimida entre bailarines y cómicos que no siempre logran escapar del tedio de sus consagradas rutinas, y mediáticos clásicos o incipientes que no traducen sus destrezas verbales en gracias rítmicas. Hasta ahora, la diferencia la aportaban Anita Martínez y “El Bicho” Gómez, en una búsqueda por un todo coherente y divertido entre previa y baile.
Pero lo de anoche fue algo, dicen, inédito: Peter Alfonso llenó su coreografía de gente; bailaron su coach, su futura esposa Paula Chaves, exparticipantes y amigos. La discusión pasó por si era lícito o no, en el marco de lo que dictaba un presunto reglamento sobre el “ritmo libre”, que era la consigna de la competencia en esta etapa. También el debate se basó, para los jurados, en si la puesta escénica y coreográfica elegida hacía brillar u opacar a los participantes. En tanto, la jefa de coachs y Alfonso intentaron justificarse explicando que se trataba de un “flashmob” (en realidad los “flashmob”, son intervenciones urbanas, suerte de happenings en la calle en los que mucha gente se pone a bailar “espontáneamente” cierto ritmo).
El productor convertido en estrella de las revistas del corazón hizo algunos comentarios que le dieron cierta narrativa a lo sucedido y que revelan que anoche hizo uso de un viejo y efectivo recurso de los musicales de Broadway y Hollywood. La “polémica” coreografía fue, según Alfonso, un intento de demostrar lo que él mejor sabe hacer: producir un show, reunir gente, coordinar los ensayos, divertirse con gente que lo quiere. Podríamos estar relatando con estas mismas palabras el final de “All that jazz”, la escena clásica en la que un productor teatral, alter-ego de Bob Fosse, ponía en escena el show musical en el que todas las personas de su vida, sus mujeres, sus socios y sus médicos, se reunían para celebrar su muerte en el genial “Bye bye, life”.
El truco, que ahí con Fosse tenía una función dramática, fue recontrautilizado durante décadas en las comedias y siempre emociona: al final, los personajes se juntan para un último baile, un último canto todos juntos. En el teatro sirve para tener a todos los protagonistas en las tablas al final de una obra y elevar los espíritus de los espectadores antes del aplauso final. Pero también el cine lo ha aprovechado en ocasiones inolvidables.
En “Grease”, un año antes, John Travolta y Olivia Newton John terminaban bailando en una feria con todos los personajes de la escuela la canción “We go together” (“Vamos juntos”). Esto tuvieron muy claro los creadores de “High School Musical”, la ecuación imbatible de la Disney, que terminaba con “We’re all in this together” (“Estamos todos juntos en esto”).
Lo típico de esas canciones es que los protagonistas, un dueto en ambos casos, van cantando y bailando entre la multitud de personajes y les dan un momento de cámara a cada uno, un poco lo que hicieron Alfonso y Viterbo anoche, que con envidiable coordinación se movían y saltaban por los distintos rincones de la pista. Lo mismo sucedía en la versión de Broadway de “Hairspray”, que tiempo después fue llevada con enorme éxito al cine: al final, con “You can’t stop the beat” (“No puedes frenar el ritmo”) la pareja protagónica hacía que todos bailaran y cantaran, los héroes y también los villanos.
La fórmula es efectiva porque implica que es un baile en equipo, que es un momento de colaboración y de celebración. En “Mamma Mia!”, por ejemplo, el acto servía para que todos los personajes consiguieran pareja de baile al final de la película.
Hasta el indomable director danés Lars Von Trier usó, no sin cierta ironía, el truco en su galardonada “Bailarina en la oscuridad”. Con la canción “In the musicals” (“En los musicales”), Bjork ponía a bailar a todos los que la acompañaban en el juicio en su contra: acusadores, abogados, testigos y sus seres queridos.
Y en “Zatoichi”, el japonés Takeshi Kitano puso a bailar a todos sus personajes de su historia de samurais en un inesperado zapateo final. Porque la efectividad del truco se debe, en gran medida, a su sorpresa: siempre aparece alguien que no esperábamos que bailaría o, al menos, que bailaría con esos otros.
Sabrán disculpar los Fosse, los Von Trier y los Kitano, pero en su medida anoche Peter Alfonso reconstruyó el personaje del productor devenido en estrella, el jefe de la banda, que con su baile dignifica lealtades, se divierte con las mujeres de su vida, convoca a sus amigos y les va dando pie para que entren, brillen individualmente y luego se unan a la alegre celebración colectiva.
En una eventual “sentencia” (hasta ahora obtuvieron 20 puntos), Alfonso, Viterbo y compañía deberían duplicar la apuesta, llenar ese estudio, poner a bailar a más amigos, y también a más famosos, que lo lleven a Adrián Suar, que sacudan a María Laura Santillán y que a la celebración sumen hasta a sus rivales, los de ahora y de siempre. Será un clásico.
(*) Por JMBt, especial para Exitoina.