Al astro rosarino hay que saber mimarlo y convencerlo. Cómo fue su vínculo con los seis entrenadores que tuvo en la Selección Argentina.
Como todos los técnicos que gozan con dirigirlo, Gerardo Martino tiene, cuando saluda y habla con Lionel Messi, una misión que paradójicamente puede resultar ingrata: hacer que el crack rosarino juegue y rinda en la Selección como lo hace en el Barcelona, el mejor equipo de todos los tiempos, que esta semana tiene a 18 de sus jugadores convocados a diferentes seleccionados del mundo.
La tarea del Tata es igual a la que tuvieron –o sufrieron– los anteriores entrenadores de la Selección: tanto los que pudieron acercarse al Messi total que gratifica al mundo todos los fines de semana con la camiseta del Barça, como los que aún hoy cargan con el estigma de haber dosificado todo su talento.
Quizás, el más recordado por eso sea José Pekerman, quien lo hizo debutar en la Selección mayor pero en los cuartos de final del Mundial 2006, frente a Alemania, lo dejó en el banco de los suplentes. La imagen recorrió el mundo y quedó congelada en la memoria de los argentinos futboleros: un Messi jovencísimo, de 18 años, fastidiado y sentado en el piso.
“Fui yo quien hizo llegar a Lionel Messi a la Selección casi quitándoselo a España, aunque muchos sólo se acuerdan de que no lo puse contra Alemania el día que nos eliminaron en 2006”, dijo Pekerman en el último Mundial de Brasil, en una entrevista que le dio al diario Marca.
Si la memoria es selectiva por definición, en el fútbol, esa característica se intensifica: aunque pocos lo recuerden, Pekerman fue el que le advirtió a Julio Grondona que había un pibito en el Barcelona destinado al aplauso infinito, pero que corría peligro porque España lo estaba tentando para que jugara en su selección juvenil.
Luego de ver, en su despacho de Viamonte 1366, un VHS con algunas jugadas, Grondona habló con Hugo Tocalli, en ese entonces entrenador de juveniles, y organizó un partido exprés: amistoso entre Argentina y Paraguay, en la cancha de Argentinos Juniors el 29 de junio de 2004: la primera foto de Messi con la albiceleste.
A partir de ahí, la historia se hizo más o menos conocida: Messi fue campeón sub 20 en el Mundial de Holanda 2005. El técnico de ese equipo, Francisco Ferraro, ya no sabe cómo explicar lo que ocurrió en la derrota del debut, contra Estados Unidos. En el banco, aquel día, estuvieron Messi y Sergio Agüero.
“Me acuerdo que nos dijimos que él tenía que ser titular”, evocó Pablo Zabaleta, el capitán. Así fue: Messi, con seis tantos y dos asistencias, fue el goleador y figura del campeón.
Messi debutó en la Mayor, con Pekerman en el banco, ante Hungría, en un amistoso en el que se fue expulsado, insólitamente, a los 47 segundos. En la era Pekerman, con quien empezó y terminó en el banco, Leo jugó diez partidos e hizo dos goles.
Después vino Alfio Basile y la polémica. El Coco siempre deslizó que a él lo sacó del seleccionado el “vestuario”, supuestamente influenciado por Diego Maradona, que actuó en las sombras para quedarse con el cargo. Como fuera, a Messi no le gustaba el juego ni el modo de trabajo de Basile, lo que dejó en claro luego de la derrota ante Chile en las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica.
“No sabíamos a qué jugábamos”, fue el mensaje de despedida del Leo al Coco, con el que llegó a la final de la Copa América de 2007, y con el que, curiosamente, tuvo un buen promedio de gol: uno cada tres partidos.
La relación de idilio con Maradona se mantuvo a pesar de que, en la estadía de Diego en el banco, Messi recibió las primeras críticas masivas, sobre todo después de la eliminación por goleada contra Alemania.
En Sudáfrica, su segundo Mundial, la Pulga no hizo goles y su participación –como la de sus compañeros y el DT– quedó neutralizada por el poderío alemán. De nada sirvieron los “mimos” que Diego siempre decía que había que darle.
Entre Maradona y Alejandro Sabella estuvo brevemente Sergio Batista, quien dirigió la Copa América que organizó Argentina en 2011, y que agudizó el sentimiento crítico de muchos hinchas hacia el Messi versión albiceleste. Con el Checho, vale decirlo, el rosarino obtuvo su único logro con el seleccionado.
No fue en ese período, sino en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, cuando el Sub 23 obtuvo la medalla de oro por segunda vez consecutiva. Pero tras la dura eliminación con Uruguay en la Copa América en casa, Leo reverdeció: se convirtió en el líder dentro del campo, empezó a acrecentar su rol afuera y homologaba, en cada partido, todo lo increíble que hacía con la camiseta blaugrana.
Sabella incidió para que eso sucediera. Y Messi se lo retribuyó en declaraciones y en goles: con él en el banco, además de ser el entrenador con el que más partidos disputó en la Selección, también fue con el que mejor le fue, al menos estadísticamente: su promedio de gol fue de casi uno por partido (0,78).
Ahora, Martino intenta continuar el rumbo que marcó Sabella, al menos con Messi en cancha: el jueves, ante Chile, la Pulga tuvo un primer tiempo de los que solía tener con el anterior entrenador: protagonismo y desequilibrios individuales que originan situaciones claras de gol para el equipo. Lo más cercano al Messi versión Barcelona. Lograr acrecentar esa cercanía es la misión que afronta el técnico este año.
(*) Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.