Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
La palabra tentación según el diccionario es «impulso de hacer o tomar algo atrayente pero que puede resultar inconveniente», y también «persona, cosa o situación que atrae de forma irresistible». Las dos definiciones nos muestran esta dimensión de algo que hace fuerza desde afuera o adentro, que tironea para torcer el rumbo, sea de la voluntad, del entendimiento, de los sentimientos, de la libertad.
Es como una instigación con una fuerza irrefrenable a hacer algo. Muchas veces puede venirnos de coquetear con el mal, lo que la sabiduría popular expresa como «jugar con fuego»; otras, de nuestra propia fragilidad. Esta experiencia es propia del ser humano, de Santos y pecadores. San Pablo nos cuenta su experiencia: «El deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero». (Rm 7, 18-19) ¡Y es así! Cuántas veces nos hemos propuesto dejar de hacer cosas o emprender otras, y nada. Apenas unos pocos pasos y nos damos cuenta de nuestra debilidad.
Cada uno de nosotros sabe dónde le aprieta el zapato a nivel personal. Pero también hay tentaciones comunitarias, que nos afectan como Iglesia. Por eso en el Tiempo de Cuaresma que estamos comenzando nos hace falta proponernos también conversión pastoral. El Papa Francisco quiere ponernos en esa senda: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están» (EG 25). Y esta conversión se logra si nos proponemos ser la «Iglesia en salida». «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.»
(EG27) Te comparto una reflexión acerca de tres tentaciones que tenemos en la Iglesia. Una de ellas está relacionada con el clima individualista que respira la sociedad y que se mete en nosotros. Cada uno quiere estar en su mundo y que nadie le moleste. Es la comodidad de una fe aburguesada que no cuestiona. Todos los problemas se reducen al metro cuadrado que ocupo. Muchas veces me acercaron la misma inquietud en varias comunidades: «No encontrás quién se ofrezca como catequista, misionero, voluntario de Cáritas, apoyo escolar…». Cierto es que hay muchos que sí en cada Capilla o Parroquia. Pero en relación a lo que hace falta o a los que somos, es poco. Muchos viven su fe como si la Iglesia fuera un supermercado en el cual cada uno elige de la góndola lo que mejor le viene. Lo que Francisco llama «religión a la carta». La segunda tentación de la cual debemos cuidarnos es el pesimismo que amarga y apaga de antemano toda iniciativa buena. En el fondo son excusas para no comprometerse.
Como los que presumen de gran Director Técnico armado el equipo ideal, pero nunca los vas a ver en la tribuna alentando o en la cancha transpirando la camiseta. Personalidades quejosas que «la tienen clara» pero no te mueven ni un banco en la fiesta patronal. Su frase frecuente es «no va a andar», su actividad preferida es lavarse las manos, el hobbie que practica es buscarle el pelo al huevo, el color que más le gusta es el gris, y tibia su temperatura predilecta. La tercera es la de suponernos mejores que los demás, lo cual nos lleva a aislarnos del barrio y la sociedad. Es el riesgo de derivar «en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos» (EG 28). No hay que engrupirse, como decíamos en la misa de cenizas, «recuerda que eres polvo y al polvo volverás». (Cfr. Gn 3,19). En las Comunidades tenemos muchas cosas lindas y buenas, pero para dar gracias a Dios y servir mejor a la misión. El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gandium La Alegría del Evangelio dedica varios párrafos a las «Tentaciones de los agentes pastorales» (76-109). Te recomiendo meditarlos esta semana.
Para toda la Cuaresma, orientada a las Celebraciones de la Pascua, la Iglesia nos propone tres vertientes, que son como las tres mejores sogas para una hermosa trenza. La oración, que nos lleve a decir como el Beato Carlos de Foucauld: «Padre, me pongo en tus manos…». El ayuno, que nos hace experimentar con Santa Teresa que «Sólo Dios basta». La limosna que, como nos enseña la Beata Teresa de Calcuta, es «dar hasta que duela, y cuando duela dar más todavía». Como dijo Francisco el miércoles pasado: «Si el jubileo no llega a los bolsillos no es un verdadero jubileo. ¿Lo han entendido? Y esto está en la Biblia. No lo inventa este Papa». En estos días he escrito una Carta Pastoral sobre la Cuaresma en el Año de la misericordia que la podés encontrar en la página del obispado www.obispadogchu. org.ar Recemos por el viaje Apostólico que Francisco está realizando en Méjico, para que la Virgen de Guadalupe lo acompañe