La coproducción argentino-colombo-venezolana El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, se llevó el galardón mayor. La local Erica Rivas, Mejor Actriz por La luz incidente.
La edición número treinta del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata llega hoy a su fin. La dirección artística de Fernando Martín Peña y la presidencia de José Martínez Suárez ha generado una edición como pocas ha visto un festival de cine en nuestro país. Con un público de 120 mil espectadores, el festival del clásico lobo marino demostró otra vez la potencia y las búsquedas que vienen planteando su equipo desde hace un par de años. Mar del Plata, en todas sus facetas, supo convertirse en un festival que entiende que la real necesidad de un cine diverso, plural, que comprima aquello que ni las salas comerciales ni Netflix nos van a permitir ver, es fundamental. Si se toma lista a los nombres presentes, es decir visitantes al festival, se puede entender perfectamente esa pluralidad: Johnnie To, un director hongkonés adorado en el circuito de los festivales y que viene siendo uno de los autores más puros y exuberantes de los últimos años, Arnaud Desplechin, autor francés que trajo su última película Tres recuerdos de mi juventud (que se estrena en breve en nuestro país) como film de apertura, Peter Sohn, director de Pixar que mostró media hora de su próximo film, Un gran dinosaurio, o Trent Harris, héroe de la clase B y underground.
Esa mezcla de nombres es lo que le ha permitido al festival este año número 61 mostrarse pleno. No es tanto una mezcolanza aleatoria y con resultados diversos, sino que es realmente aprovechar y mostrar fragmentos de cine, pequeños y cuidados, que no niegan ni el mainstream, ni el culto, ni el descubrimiento (el ruso Marlen Khutsiev, mascarón de proa para la finísima selección de filmes a redescubrir del festival), ni el indie crowpleaser, o los estrenos nacionales. Todo junto, pero no apretado. Todo unido demostrando un cine que puede ser posible sólo si se genera un espectador, o varios, con esa cabeza. En un festival de casi 400 películas, Mar del Plata entiende hoy que la personalidad y la fortaleza nacen no de negar sino, muy por el contrario, de creer y generar nuevos espectadores.
La posibilidad de ver a 400 personas haciendo fila para ver Kryptonita, el film argentino de Nicanor Loreti basado en el libro homónimo de Leonardo Oyola y que muestra superhéroes en el conurbano bonaerense, podría ser una postal para entender el festival. U, otra postal, la posibilidad de ver filmes que ya pasearon por todos los festivales y finalmente llegan al país, como las películas de Johnnie To, Tsai Ming-liang, el visitante Gustav Deutsch, Pablo Larraín, Hong Sangsoo, Terence Davies, Laurie Anderson, Takashi Miike, Charlie Kaufman o Guy Maddin. Poder asistir tanto a un largo filmado solamente con el iPhone 5 como a la versión remasterizada de un clásico nacional, define intenciones y aproximaciones. Allí es donde Mar del Plata debe celebrarse y celebrar con orgullo sus treinta ediciones. Cine en la playa, cine para niños, cine en varios puntos de la ciudad, las actividades por fuera de las salas, los libros: Mar del Plata deja en claro que a los festivales de cine hay que dejarlos crecer y cuidarlos. Y lo que devuelven es un evento especial, que enorgullece.
Las competencias en el Festival de Cine de Mar del Plata, que vienen siendo la Internacional, la Argentina y la Latinoamericana, conocieron ayer a sus ganadores. La gran premiada de la noche, que se alzó con el premio Astor de Oro a la Mejor Película de la Competencia Internacional fue la colombiana, argentina y venezolana El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra. El impactante film, rodado en el Amazonas y con textura de foto de investigador de comienzos del siglo XX, ya había sido premiado en Cannes, en la Quincena de Realizadores. El Mejor Director de la Competencia Internacional fue el documentalista eslovaco Iván Ostrochovsky, por Koza, su primer largo de ficción. A la hora de los actores, una de las películas argentinas en la Competencia Internacional recibió un galardón: Erica Rivas fue celebrada por su papel en La luz incidente, el film de Ariel Rotter que trajo a la actriz de Relatos salvajes de vuelta a la pantalla grande. El premio a Mejor Actor fue para todo el elenco masculino de El club, la película del chileno Pablo Larraín donde una casa al lado del mar se convierte en el hogar de retiro para curas que han cometido delitos de diversa índole. El ganador a Mejor Guión de la Competencia Internacional fue también el polémico y conmovedor film de Larraín, escrito por el director junto a Guillermo Calderón y Daniel Villalobos.
En su ceremonia de clausura, el festival rendirá homenaje a Guillermo Francella, el actor que este año fue parte de la celebrada y exitosa El clan, dándole en manos de José Martínez Suárez, presidente del festival, hermano de Mirtha y director clásico del cine nacional, por primera vez en la historia del evento, el Premio Alfredo Alcón.
Otra de las competencias más importantes del festival es la que agrupa estrenos argentinos inéditos, donde pudo verse lo nuevo de José Campusano. Fernando Salem ganó a Mejor Director por su ópera prima, Cómo funcionan casi todas las cosas (film donde se destacan sus dos protagonistas femeninas: Verónica Gerez y Pilar Gamboa), y la película que se alzó con el principal premio fue El movimiento, la segunda aventura de Benjamín Naishtat (ya había sido celebrado en el Festival de Valdivia) y donde Pablo Cedrón es el líder de una pandilla realmente salvaje que va por la Pampa argentina de comienzos del siglo XIX. Una mención especial alcanzó Los cuerpos dóciles, documental que sigue a Alfredo García Kalb, un abogado penalista que defiende a jóvenes acusados de delitos.
Mientras tanto, en la Competencia Latinoamericana, el premio a Mejor Largometraje fue para Santa Teresa y otras historias, de Nelson de los Santos Arias, adaptación de un capítulo del libro inconcluso, pero publicado de Robertos Bolaño, 2066 y el Mejor Corto fue Princesas, de Natural Arpajou.
Entre los premios y celebraciones, un cierre a pura gala donde se rumoreaba la visita de Daniel Scioli, el Festival de Mar del Plata terminó su feliz edición número treinta