Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mundo enfrenta múltiples retos que abarcan, desde brotes de enfermedades que podrían prevenirse a través de las vacunas, el incremento de la obesidad y el sedentarismo, hasta la contaminación ambiental, el cambio climático y múltiples crisis humanitarias.
Este año, el organismo estableció las 10 amenazas que enfrenta el mundo en materia de salud. Frente a ellas, instituciones y gobiernos deberían formular sus planes estratégicos. Es necesario, en relación al informe publicado por la OMS, ofrecer una mirada sociológica y sin duda política, ya que los efectos de lo que nos está alertando este organismo no es ajeno en absoluto a las voluntades de los seres humanos. Muchos años atrás se identificaban enfermedades sobre las que no había un conocimiento científico ni epidemiológico acabado. Y sobre las cuales la población debía alertarse y prevenirse. Si bien estas situaciones pueden producirse nuevamente, ¿qué sucede con aquello que ya se conoce? La contaminación ambiental, por ejemplo, no es un fenómeno del que seamos ajenos. 9 de cada 10 personas respira aire contaminado. Tampoco desconocemos el impacto de las enfermedades no transmisibles, con una tasa de mortalidad altamente elevada en la población. La diabetes, el cáncer y las enfermedades cardíacas son responsables de más del 70% de las muertes anuales en todo el mundo, es decir, de 41 millones de personas. Otras pandemias, como la Influenza y su virus en constante mutación, la falta de recursos y atención básica en los sectores vulnerables alrededor del mundo, o la complejidad de nuevas cepas que conllevan a una resistencia microbacteriana, son también parte de las preocupaciones modernas de la medicina tradicional. A su vez, enfermedades como el ébola u otros patógenos con alta tasa de mortalidad, o la débil atención primaria y falta de infraestructura, sumado a las dudas de un sector de la población al respecto de las vacunas, son parte de los desafíos que reconoce el organismo y que son realidades a las que no estamos ajenos. Por otra parte, los movimientos migratorios originados por conflictos políticos, favorecen a la vulnerabilidad extrema de los más débiles, como los ancianos y los niños. Sus efectos -cuando no se trata de migraciones planificadas y económicamente sustentadas- generan efectos irreparables en los vínculos y las emociones, derivando en un debilitamiento de las personas. No se debe olvidar que la concepción de salud no es sólo física, sino que la OMS reconoce la integralidad de la persona y por tanto el impacto psíquico de éstos desplazamientos genera secuelas en las comunidades. Sin duda, los 10 desafíos prioritarios deberían constituirse como un mensaje mundial que impacte en los diferentes sistemas de salud de todos los continentes e involucren a cada país según sus posibilidades estructurales, económicas, sociales, culturales y educativas.