Decirle sí a Susana Giménez fue facilísimo. Hace menos de un mes se contactó conmigo Marisa Badía, en representación de Telefe, para pedirme la sala y grabar la apertura. Desde ese día rogué para que pudiéramos coincidir en los días y horarios, y por suerte logramos hacerlo. Así fue como el último martes más de cien personas (entre bailarines, productores, técnicos y asistentes) coparon el Maipo y lo transformaron en un set de filmación para rodar el primer paso de su regreso a la televisión argentina en 2014. Después de 31 años del estreno de La mujer del año, su última vez en un escenario y justamente en esta sala, Susana nos volvió a llenar de energía desde la puerta de entrada hasta los nuevos camarines, a lo mejor porque quiere volver a hacer teatro. No existía la melancolía, sino todo lo contrario. Flotaban las ganas y la felicidad de la vuelta al hogar, encontrando todo bello y sorpresas en cada rincón.
Se usó absolutamente toda la infraestructura del teatro y su iluminación, con las “Nélidas” bajando y sus cuatro arañas satélite encendidas. Cuando vean la apertura se les va a congelar el alma de felicidad. La única palabra que amerita para el evento es fiesta. Fueron tres días muy intensos, de más de 8 horas de trabajo cada uno, durante los cuales reinó la más perfecta de las armonías. Susana iluminó permanentemente cada jornada con la más esplendorosa de sus sonrisas, su inagotable buen humor y esa espontaneidad tan cálida que la caracteriza. La mayor demostración la dio en la última grabación, delante de 700 personas (invitadas gratuitamente) en la platea, donde ella fue una showoman divirtiendo a todo el público.
Por eso fue para mí un placer ceder a tal fin las instalaciones del Maipo –un lugar que sé que ella adora y llama “su casa”– porque verla me ilusiona y me hace pensar que si, tal como se comenta, el año próximo retorna a las tablas, su vuelta será genial. Para todos aquellos que no la vieron nunca sobre un escenario, sepan que no sólo es la auténtica diva de los teléfonos y la reina de la televisión –honor que comparte únicamente con la reina madre Mirtha Legrand–, sino que desde el mágico ámbito de un teatro, con el público al alcance de su mano, puede asombrar, divertir, emocionar y ejercer su magnetismo con mucha más fuerza aún, con sus vibraciones logrando atravesar la pantalla. Porque que esté cerca Susana Giménez siempre es un acontecimiento. Recuerdo la época en la que fui representante de Niní Marshall y ella me contaba que, después de filmar en 1968 la película La novela de un joven pobre junto a Leo Dan, había una chica jovencita que leía todo el tiempo y que iba a hacer carrera. Niní no se equivocó. Susana hoy es la misma chica divertida, ingenua y a la vez profunda de toda la vida.
No dudo de que su vuelta puede hacerla desde cualquier teatro que elija, pero tampoco tengo dudas de que el Maipo es el lugar ideal para su regreso, porque así como todavía perduran en su ámbito los leves susurros y risas de quienes fueron algunos de los auténticos baluartes del espectáculo nacional, también en sus paredes, camarines, butacas y palcos resuenan los ecos del descomunal éxito de La mujer del año. Una explosión en 1983 (y eso que lo suyo siempre fue maravilloso, desde su primera revista con Nélida Roca o Las mariposas son libres, con Rodolfo Bebán, hasta Sugar, junto a Ricardo Darín) que terminó siendo por tres años la obra más taquillera que tuvo el Maipo, sin comparar a la revista que tenía 18 funciones por semana. Allí la acompañaban Arturo Puig y Tina Serrano, y un elenco en el que figuraban Maurice Jouvet, Jorge Mayorano y Nené Malbrán, con la producción de Luis Amadori, Alberto González y Carlos Perciavalle.
Con semejantes antecedentes, no puedo más que desear que se decida por nosotros. Ojalá lo haga, ya que la esperamos con el corazón y los brazos abiertos. Y si eso no sucede, no importa. Iremos a aplaudirla adonde sea porque nos encanta verla, arriba o abajo del escenario. Ella divierte como nadie y su energía potencia.
* Empresario, productor artístico, y director general del teatro Maipo.